Francisco precisó que esas personas, además del malestar que significa su condición, son a menudo marcadas por un juicio negativo que los considera causa de los males sociales y alertó que la actitud hacia ellas es una señal de alarma sobre la decadencia moral a la cual se va si se sigue cediendo espacio a la cultura del descarte.
De hecho ?dijo- por esa vía, cada sujeto que no encuadra en los cánones del bienestar físico, síquico y social, corre el riesgo de la marginación y la exclusión.
‘Por eso, la presencia de los migrantes y refugiados, como en general de las personas vulnerables, representa hoy una invitación a recuperar algunas dimensiones esenciales de nuestra existencia cristiana y de nuestra humanidad, las cuales corren el riesgo de adormentarse a tenor de un estilo de vida rico en comodidades’, apuntó.
Es por eso que no se trata sólo de migrantes, acotó el Papa y advirtió que ‘interesándonos por ellos nos interesamos también por nosotros, por todos; protegiéndolos a ellos, crecemos todos; escuchándolos a ellos damos voz incluso a aquella parte de nosotros que tal vez tenemos escondida porque hoy no es bien vista.
El Vaticano,29 de septiembre 2019
Crónica Digital/PL