Sin duda que este 1 de octubre pasará a la crónica periodística nacional y a la discusión política y social como una fecha que abre un desafío que puede poner fin a una crisis o de apertura de oportunidades, para Chile y Bolivia.
Es un momento de inflexión que debe abrir una ruta de acercamiento entre dos países hermanados por una realidad histórica, geográfica y social, entrecruzada por conflictos bélicos, nacionalismos estrechos, desconfianzas, ambiciones políticas mutuas e intereses económicos.
El presente período se inicia con el triunfo contundente de la posición de Chile, en la Corte Internacional de La Haya, frente a la demanda de Bolivia, que pretendía que el tribunal obligara a Chile a “negociar de buena fe” con La Paz, una salida soberana al Océano Pacífico, que perdieron en una guerra cuyos orígenes, causas y motivos no fueron precisamente “patrióticos” sino que económicos e imperiales (el salitre, y los capitales ingleses, mediante).
El tribunal estableció por una mayoría abrumadora de sus integrantes –doce votos contra tres- que no había “obligación” alguna de parte de Chile al respecto, y mucho menos de predeterminar un resultado de esas eventuales “negociaciones”.
El triunfo de la diplomacia chilena en La Haya no puede, sin embargo, ser presentado por La Moneda, como un éxito exclusivo y excluyente de su gestión en el caso (llevan seis meses en el gobierno), como se ha pretendido manipular propagandísticamente en los discursos y declaraciones oficiales.
Lo cierto es que la estrategia y orientaciones desarrolladas por la representación chilena en La Haya- con diplomáticos de larga experiencia, abogados nacionales e internacionales, historiadores, comunicadores, políticos fue diseñada bajo el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet y con la destacada dirección del canciller de entonces, Heraldo Muñoz.
Además caracterizados representantes de la Derecha política- hoy en el gobierno- fueron partidarios de una confrontación virulenta con Morales y hasta del retiro de Chile de la instancia jurídica internacional, y hasta la salida de Chile del Pacto de Bogotá que promueve la resolución pacífica de los diferendos entre países y que otorga jurisdicción a la Corte de La Haya en tales materias.
Este sábado 29 de septiembre el ex canciller Hernán Felipe Errázuriz, ex ministro de Minería (1981-1982) y de Relaciones Exteriores (1989-1990), además de embajador de Chile en Estados Unidos (1984-1988), de la dictadura de Agusto Pinochet, miembro del directorio de “Libertad y Desarrollo”, el influyente “Think Tank” de la UDI instalado en el Segundo Piso de La Moneda, principal fuerza política del bloque de gobierno, en una columna en el diario El Mercurio escribió algunas perlas que revelan la desconfianza del gobierno y su coalición “Chile Vamos” en la Corte.
Dijo Errázuriz, bajo el título de “En el limbo de La Haya”: “Hay motivos para esperar con escepticismo el fallo de los jueves de La Haya sobre la fraudulenta reclamación de Bolivia.
“La desconfianza surge de fallos anteriores en contra de Chile. Dos sentencias desconocieron su incompetencia, tratados y el Derecho Internacional.
“La suspicacia se agrava por la forma de designación de estos magistrados, masters of the world, amos del mundo: hasta pretenden tener autoridad, que no tienen, para resolver y condicionar, en única instancia diferencias y obligaciones jurídicas artificiales entre Estados.
“En las denominaciones de estos jueces prevalecen consideraciones de representación geográfica y, principalmente negociaciones políticas de los 293 países miembros de Naciones Unidas.
“Su origen politizado no garantiza ecuanimidad y tampoco conocimiento y aplicación del Derecho”, pontificó Erràzuriz.
Ahora estos mismos individuos, que durante la dictadura proclamaron su rechazo a cualquier institución, legislación y formas jurídicas internacionales, por temor a la condena a las violaciones de Derechos Humanos en Chile de Pinochet, sin siquiera sonrojarse, proclaman “su triunfo” en La Haya, para decirlo en las palabras del presidente Piñera, “el triunfo de Chile y del Derecho Internacional”.
En una frecuencia similar, contra el Pacto de Bogotá y subrayando su desconfianza en la Corte Internacional de La haya, se expresó en vísperas del fallo, el senador Antonio Coloma, que juro lealtad a Pinochet en el acto de corte hitleriano, antorchas incluidas, en el Cerro Chacarillas, iniciando así su carrera política como presidente del Frente Juvenil de Unidad Nacional, creado por el dictador y su asesor intelectual, Jaime Guzmán.
Otro de los jóvenes de la derecha “renovada”, el senador de Evopoli, Felipe Kast, también se pronuncio por “evaluar” la salida de Chile del Pacto de Bogotá, argumentando, “no veo muchos beneficios” en él y que, además, “le ha traído costos a Chile”.
Pero lo peor, sin duda, es que el Canciller Roberto Ampuero “se abstuvo” de firmar el llamado Acuerdo de Escazú, en cuya redacción fueron fundamentales Chile y Costa Rica, que busca garantizar el acceso de la la información, la participación pública y el acceso a la justicia en asuntos ambientales en la región.
La razón dada por la Cancillería, según confesó la ministra del Medio Ambiente, Carolina Schmid, fue que el canciller, dio instrucciones de “postergar” la firma de Chile, hasta después de que fuera conocida la posición de la Corte Internacional de la Haya sobre el diferendo Bolivia-Chile.
Como es obvio no había seguridad en el contenido que tendría el fallo, y más bien estaba presente la desconfianza derechista en el trabajo, composición y deliberaciones del tribunal.
Es evidente que la instrucción de “abstenerse” de la firma en un documento preparado con la participación entusiasta y dedicada de Chile, durante años, que obviamente se conocía en el Ministerio de Relaciones Exteriores, no tiene precedente ni explicación razonable.
La razón de fondo era que La Moneda rechazaba o desconfiaba, del artículo 19 del acuerdo, que establece las fórmulas para la solución de controversias entre los Estados parte, y menciona dos posibles alternativas: el sometimiento de ellas a la Corte de La Haya o el arbitraje.
De manera que las lindas declaraciones de este lunes sobe el triunfo de Chile y del Derecho Internacional y las alabanzas a los jueces que dieron la razón a Chile en el diferendo planteado por Bolivia, suenan a oportunismo e hipocresía, y no ocultan la desconfianza de la Derecha chilena en el Derecho Internacional y en la arquitectura jurídica internacional. Lo que prima es el recelo. Y hasta la discriminación y el racismo.
Queda pendiente el tema de las oportunidades que abre a las relaciones entre Chile y Bolivia la nueva situación jurídica y política generada por el fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
Es de esperar que ambos países, sus gobiernos, sus ciudadanos sus actores económicos, culturales y sociales sepan aprovechar la oportunidad y no nos quedemos en reproches o resentimientos, en la demagogia y en el discurso inflamado, o en el chovinismo o el cultivo de los recelos y desconfianzas.
No podemos quedarnos en Chile, en una explotación bulliciosa y altanera de un éxito diplomático, y pretender ver en el pueblo boliviano, en su gobierno, en su Estado y sobre todo su futuro, un derrotado.
Está todo por escribirse: integración, relaciones comerciales, culturales, científicas, solidaridad, amistad, cooperación, esfuerzos conjuntos y solidarios por el progreso común.
Y hay que encontrar las fórmulas, mecanismos y voluntad política para ponerse en marcha, partiendo por el restablecimiento de relaciones diplomáticas normales, sin condiciones ni reticencias, por ambas partes.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 2 de octubre 2018
Crónica Digital
Que la corte de la Haya es una manifestación capitalista para sustentar los regímenes occidentales judeo cristiano afines a sus creadores dogmáticos como USA y su apéndice Israel , UE que no aceptan sus fallos pero acusan a quien quieren (recuerde Yugoeslavia ) ,ni hablarlo , es clarísimo su predisposición política.