Por Marcel Garcés Muñoz
En un momento histórico en que Chile- con el cambio de su gobierno, el 11 de marzo próximo, inicia un proyecto político y social de esperanza, de desafíos históricos e inéditos, de profundización del carácter democrático y representativo de su institucionalidad, conviene meditar sobre el panorama que se avizora, tener en cuenta las fuerzas que se contraponen en un escenario complejo por la confrontación de modelos económicos, sociales, políticos y valóricos, de lucha de poder, de confrontación de intereses en juego
La asunción a la presidencia de Gabriel Boric, y al gobierno de una generación joven, es mucho más que un triunfo generacional, de superar a las elites y oligarquías económicas, políticas, sociales y culturales- que en un sentido no solo metafórico, sino que real y cruel, mancharon sus manos con la sangre de los demócratas, que condujeron al país al Golpe de Estado de septiembre de 1973 y el terrorismo de Estado subsiguiente.
Así resulta ser una ironía escalofriante de la historia y una pésima señal cívica, democrática, que quienes se asumen como defensores y nostálgicos, en realidad retoños uniformados, y muchas veces con Mando, formados en la ideología de la “guerra interna”, generales y altos oficiales en retiro de las Fuerzas Armadas ( y algunos en “servicio activo”), tengan tribuna periodística- y oficial-, para amenazar- e intenten amedrentar- a los ciudadanos y a la institucionalidad democrática en desarrollo en el país.
En fin, no deja de ser impresentable, que hoy reclamen supuestos derechos de una minoría cuando han sido acorralados por la contundencia de una mayoría popular, expresada por ejemplo en la Convención Constituyente, lo cual por supuesto no significa, ni puede ser argumento para eliminarlos del dialogo, impedirles la expresión de sus opiniones, y del derecho a una confrontación respetuosa pero firme de la realidad de la validez de sus opiniones ´y la validación de sus propuestas en un ámbito democrático, en el nuevo escenario representativo y participativo, que se está construyendo.
Esto implica un gesto de consideración, de respeto a principios democráticos profundos, de respeto de acuerdo a los fundamentos de futuro por un nuevo Chile, sobre la base de un respeto a los más amplios derechos humanos a la vida, la organización, el trabajo, la opinión, la salud, la educación, el progreso, la seguridad personal y social, la cultura, la felicidad, el amor.
Es obvio que la derecha pinochetista, los grandes empresarios y los poderes que ven amenazados sus intereses ya han anunciado – y está en desarrollo- su estrategia y acción política, social y la puesta en marcha de su ofensiva conspirativa, sediciosa, de boicot económico, de chantaje de violencia, de terrorismo.
Y como es legitimo, las fuerzas democráticas, renovadoras deberán desarrollar una potente, creadora, masiva estrategia que impida esos propósitos antipatriotas, antipopulares, sediciones y quizás hasta golpista.
Para ello es claro que la movilización social y popular, la participación protagónica del movimiento popular, (no hay que temer hablar de “la calle”, de los jóvenes, de los trabajadores, del movimiento feminista, del mundo de la cultura, del compromiso por el cambio), pero sobre todo de la unidad de acción, la fortaleza de la lealtad con el Programa y las demandas que han hecho posible el triunfo electoral que llevó a La Moneda, al presidente Gabriel Boric, es un hito decisivo.
Es en el escenario del pueblo en marcha donde se jugará todo. Y en este terreno, los partidos populares y democráticos, sus líderes tienen un rol protagónico y determinante.
La Administración de Piñera y la Derecha deja un país sumido en un caos de ingobernabilidad, crisis económica y social y por la incapacidad de manejar una crisis migratoria que incentivó y propició al comprometerse en una ofensiva contra un gobierno legítimo -el de Nicolás Maduro- y participar en la ofensiva desatada por los conspiradores sediciosos de Venezuela y de, Estados Unidos y de Colombia y Brasil, con una administración que en sus últimos días debe pedirle permiso a uno de los gremios empresariales más extremistas del país -los camioneros-para que dejen viajar e ingresar a uno de los centros neurálgicos de la economía del país, y especialmente sensible de la Seguridad Nacional, al Vicepresidente del país, Rodrigo Delgado, para luego en un acto matonezco de desacato y rebeldía, desconocer los acuerdos de suspender la ocupación de las carreteras del país y provocar un caos en las comunicaciones aéreas, y el tránsito por las carreteras una acción claramente violatoria de la seguridad y el orden en el país.
El implantamiento del control militar en la frontera norte del país, no solo habla de la incapacidad de defender las fronteras y de la autoridad (incluídas las fuerzas policiales y el Poder Judicial), además de la carencia de una respuesta administrativa, judicial y humanitaria del gobierno a una situación que tiene un desafío humano, económico y social, y que no podía dejar de preverse con suficiente anticipación.
El escape del ex Canciller, Andrés Allaman, para ocupar un cargo en España, que tiene más de cortesano que de necesidad o conveniencia diplomática para el país en estos momentos de crisis es un claro ejemplo de la ineptitud gubernamental, y de que se ha puesto los intereses personales en lugar de las exigencias de un cargo y de la responsabilidad del cargo.
Además del apresuramiento en abandonar el barco que va en rumbo de zozobra.
El anuncio de personeros del Partido Republicano de presentar una Acusación Constitucional en contra del presidente Sebastián Piñera, a escasas semanas de dejar La Moneda, por abandono de sus deberes en la crisis migratoria en el Norte, la revuelta de los camioneros y la violencia en La Araucanía implica no solo la traición artera de los suyos, sino la generación de una Derecha política y económica, agresiva, extremista, que busca encabezar la ofensiva estratégica contra la democracia, el cambio social, los derechos ciudadanos, que se abren paso en la perspectiva del cambio.
Es claro que los días que vienen serán de complejidad e incertidumbre y que la incapacidad, la tentación de “soluciones militares” a problemas sociales y económicos de la ciudadanía (miseria, inseguridad ciudadana, el complejo migratorio expuesto en la zona norte del país, y la represión en el Wall Mapu) el imperio del narcotráfico y la ineficacia evidente del Gobierno en dar respuestas coherentes a los desafios, serán una pesada carga, y una deliberada, traicionera herencia y trampa para el próximo gobierno.
Entonces, estimados líderes de los partidos del cambio, de la izquierda democrática, de la social democracia, de los movimientos sociales todos, o como quieran definirse e identificarse, aquí tienen una tarea que asumir, con unidad, perseverancia, honestidad, decisión, responsabilidad, creatividad, patriotismo, compromiso y determinación.
No es nada más, ni nada menos lo que les pido en esta encrucijada histórica de Chile y de su pueblo.
Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 16 de febrero 2022
Crónica Digital