El balance de los comicios celebrados la víspera obligan a una segunda vuelta electoral en enero próximo contra el millonario empresario Sebastián Piñera, que se presenta complicada para las aspiraciones de la ex ministra del Defensa y la coalición de gobierno.
Bachelet obtuvo el 45,87 por ciento de los votos, contra el 25,48 de Piñera y el 23,25 del ex alcalde de Santiago, Joaquín Lavín. Pero la suma de los resultados de ambos candidatos de la derecha -que irían juntos a la definición- la deja con casi tres puntos de desventaja en esa confrontación.
Aunque no se puede dar por hecho que los votos de uno y otro puedan ser sumados automáticamente, existe más margen de posibilidades que esto ocurra, que la candidata del gobierno obtenga de la izquierda (Junto Podemos Más) el 5,39 por ciento que alcanzó esa agrupación.
Esto fue confirmado poco después de que Lavín reconociera su derrota y anunciara su incorporación inmediata a la campaña de Piñera para la segunda vuelta en medio de grandes demostraciones de alegría, mientras Hirsch indicó que no daría su apoyo a ningún candidato.
“Me declaro en abierta oposición y discusión con la derecha y la Concertación, responsables ambos de la instalación y el mantenimiento del actual modelo político, social y económico, que tantos sufrimientos ha provocado en nuestro pueblo”, afirmó.
Aunque los partidos Comunista e Izquierda Cristiana -mayoritarios ambos en el pacto- se distanciaron de esa posición y abogaron por un arreglo estratégico, el fuerte peso del carismático líder humanista en la izquierda extraparlamentaria crea incertidumbre en el gobierno.
Con la arrogancia que sus críticos le atribuyen, Bachelet y su equipo de campaña restaron importancia al apasionado llamado hecho anoche por Hirsch a la abstención y dijeron estar seguro -sin ofrecer nada a cambio- que contarán con esos votos a despecho de sus dirigentes.
Pero a las dificultades o debilidades en su flanco izquierdo se une un complejo panorama en la Democracia Cristiana, el principal partido del oficialismo, fuertemente golpeado y dividido en esta batalla.
Aunque su líder Adolfo Zaldívar anunció pleno apoyo a Bachelet, no puede asegurar que el sector disidente -que encabezan la ex canciller Soledad Alvear (la más votada en las parlamentarias) y su esposo Gutenberg Martínez- trabajen por su candidatura.
Este sector, integrado por la clase media más conservadora de la DC, es donde mayor estrago puede hacer Piñera, que ya adelantó la posible incorporación a su eventual gobierno de personalidades y sectores independientes que sustenten “el humanismo cristiano”.
Debe tenerse en cuenta que existe mucho descontento en ambos flancos de la Concertación por la política económica que ha propiciado la concentración de la riqueza en pocas manos y no ha hecho lo suficiente para frenar la escandalosa desigualdad social.
Por lo pronto, la candidata oficialista anunció que no habrá cambios en su programa de gobierno ni en la composición de su comando para la segunda vuelta, descartando de plano cualquier compromiso con los sectores que más necesita para ganar.
“Nadie es dueño de los votos de los ciudadanos, en segunda vuelta las personas, con libertad de votación, tomarán la decisión frente a este gran hito”, afirmó la candidata tras subrayar que se siente muy respaldada por más de tres millones de personas que la apoyaron.
Su campaña, como antes del 11 de diciembre, estará afincada no tanto en nuevas propuestas para enfrentar los graves problemas que enfrenta el país (desigualdad, desempleo, delincuencia), como en la gobernabilidad.
A su favor puede tener el amplio triunfo obtenido por su coalición en el congreso, donde alcanzó el 51,7 de votación y recuperó la mayoría en ambas cámaras y el temor que todavía inspira en amplios sectores progresistas la vuelta del pinochetismo al poder en Chile.
Por: Angel E. Pino de Prensa Latina
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