Un cristiano socialista y libertario en el origen del Día Internacional de las y los Trabajadores

 

Uno de los ocho condenados por el oscuro atentado de Haymarket de Chicago en 1886, que dio origen a la conmemoración del Primero de Mayo como Día Internacional de las y los Trabajadores, era un Pastor de la Iglesia Cristiana Metodista. Se llamaba Samuel Fielden y las palabras que pronunció frente a sus verdugos conservan actualidad: “Llegará un tiempo en que, sobre las ruinas de la corrupción, se levantará la venturosa mañana del mundo emancipado, libre de todas las maldades, de todos los monstruosos anacronismos de nuestra época y nuestras caducas instituciones”.

El 1° de mayo de 1886 miles de trabajadores de los Estados Unidos declararon la huelga para obtener la conquista de la jornada laboral de ocho horas. La demanda era “ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso”.

Los días siguientes se sumaron decenas de miles de trabajadores y se sucedieron episodios de protesta y violenta represión. El epicentro de la movilización estaba en Chicago. En medio de una concentración, una bomba detonó entre los hombres de la policía, matando a uno de ellos e hiriendo a otros, en un hecho que se estimaría fue una provocación para justificar la embestida contra la huelga. La policía abrió fuego y mató un número indeterminado de obreros. Se declaró estado de excepción, toque de queda y hubo decenas de detenciones y denuncias de tortura. Ocho de los arrestados, Fielden entre ellos, fueron sometidos a un juicio que en que se violaron los principios del debido proceso.

Había nacido en Lancashire, Inglaterra. Su madre Alice falleció cuando Samuel tenía 10 años. Su padre Abraham era un capataz que trabajaba en paupérrimas condiciones en una fábrica de algodón, que participó activamente en el movimiento por la jornada laboral de 10 horas en Inglaterra, hizo campaña contra el trabajo infantil y también integró el “cartismo”, un movimiento de la clase trabajadora por la reforma política y social en el Reino Unido que estalló a mediados del siglo XIX y tomó su nombre de la “Carta del Pueblo” de 1838.

A raíz de la pobreza de la familia, el mismo Samuel debió llegar a trabajar a los ocho años en fábricas de algodón. Fue impactado por las malas condiciones de trabajo. Esa experiencia de explotación, junto a la influencia paterna, marcaría la evolución posterior de su vida. En su país comenzó a participar, además, en la Iglesia Metodista y llegó a ser Superintendente de la Escuela Bíblica dominical.

Cuando llegó a la mayoría de edad, a los 21 años, emigró a los Estados Unidos. Trabajó en Brooklyn, en una fábrica de sombreros, luego se fue a North Providence y se incorporó a una fábrica de lana, para luego continuar en Ohio, donde laboró en una granja. En agosto de 1869  se instaló en Chicago y se convirtió en camionero por cuenta propia. También estudió Teología y se convirtió en Predicador Laico de la Iglesia Metodista Episcopal y sirvió como Pastor en congregaciones de trabajadores en el centro de Chicago. Fue en ese espacio que llegó a conocer el pensamiento socialista, que consideró el más consistente con sus convicciones cristianas. También trabó amistad con los sindicalistas Albert Parsons y Augusto Spies.

Así, en julio de 1884 se unió a la IWPA, la International Working People’s Association, que articulaba a anarcosindicalistas junto a socialistas y/o comunistas libertarios y, en general, partidarios de la acción directa, la autogestión y el federalismo. Otra de sus características originales fue su prioridad por promover la igualdad de género y organizar a las mujeres, destacando compañeras como Lizzie Holmes, Lucy Parsons y Sarah Ames. Del mismo modo, anticiparon la noción prefigurativa de la política: un trabajo sobre “los orígenes libertarios del 1° de Mayo”, escrito por José Antonio Gutiérrez, consigna uno de sus fundamentos: “¿Cómo podría esperarse que una organización autoritaria engendre una sociedad libre e igualitaria? (…) La Internacional, embrión de la sociedad humana futura, debe ser desde el primer momento la imagen fiel de nuestros principios de libertad y federalismo”.

Fielden llegó a ser nombrado como tesorero de la Sección estadounidense de la IWP y por su ardiente oratoria se transformó en uno de los portavoces de la causa de los trabajadores.

Se casó en 1880 y tuvo dos hijos, el segundo de los cuales nació mientras estaba en prisión a raíz de los sucesos de 1886.

El 1º de mayo de ese año comenzó una huelga organizada por la IWPA en respaldo a una jornada laboral restringida a ocho horas. En los días siguiente se sumaron entre 340.000 y 500.000 hombres y mujeres. El centro del movimiento fue Chicago, sede de la organización de trabajadores, con unas 40.000 personas en huelga y unas 80.000 participando en las movilizaciones. La manifestación más importante de la jornada fue en la Avenida Michigan.

En medio de la huelga general, el 3 de mayo el IWPA de Chicago celebró una concentración frente a la empresa McCormick Harvester Works, donde 1.400 trabajadores se encontraban en huelga. Mientras que Augusto Spies, uno de los líderes del IWPA, hacía un discurso, la policía abrió fuego contra la muchedumbre y acribilló cuatro trabajadores. Al día siguiente, unas 20.000 personas se congregaron en la Plaza Haymarket, corazón comercial de Chicago.

El 4 de mayo, Fielden estaba trabajando entregando piedras en el cementerio alemán de Waldheim y no había oído hablar de la manifestación planeada en Haymarket para la noche. Al regresar a casa, se enteró de una reunión urgente de la Sección Americana de la IWPA en la oficina del “Arbeiter–Zeitung”, periódico por los derechos de los trabajadores en idioma alemán fundado por veteranos de la Gran Huelga Ferroviaria de 1877 y que dirigía Augusto Spies. Fielden sintió que era su deber asistir a la reunión y abandonó otro compromiso. Fue solamente después de llegar al encuentro que se enteró de la manifestación de Haymarket.

Hubo una solicitud de oradores adicionales para la actividad de Haymarket y Fielden, junto con Albert Parsons, aceptaron acudir a hablar. Llegaron cuando Augusto Spies terminaba su propio discurso. Tras hacer uso de la palabra, Parsons se retiró para asistir a otra actividad del movimiento.

A las 10 de la mañana, Fielden fue interrumpido al final de su discurso por una tropa de unos 180 policías encabezada por el capitán John Bonfield, quien ordenó que la reunión se dispersara de inmediato. Fielden protestó desde un vehículo en que había estado hablando, pero terminó llamando a los trabajadores a evitar un enfrentamiento. En esos momentos, mientras descendía de su improvisado estrado, alguien arrojó una bomba que explotó en medio de la multitud. La policía atacó a la multitud matando a un número indeterminado de personas, hiriendo a cientos y deteniendo a otras tantas. Fielden recibió un disparo y resultó herido en la rodilla mientras huía en medio del caos.

Fue arrestado al día siguiente y acusado de conspiración en el atentado explosivo. Otros seis sindicalistas fueron detenidos y acusados. La policía también buscó a Albert Parsons, pero se escondió y evitó la captura. Sin embargo, en la mañana del juicio, llegó al tribunal para apoyar a sus compañeros.

El juicio contra los ocho acusados arrancó el 21 de junio de 1886 y finalizó el 21 de agosto. El juez, Joseph Gary se mostró muy hostil hacia los acusados a lo largo de todo el proceso. En la formación del jurado, por otra parte, se había excluido deliberadamente a cualquiera que integrara un sindicato o tuviera simpatías con el socialismo y entre los 12 que fueron escogidos muchos confesaron tener prejuicios contra los acusados. Además, el jurado fue seleccionado por un alguacil especial en lugar de ser seleccionado al azar. Uno de ellos era familiar de una de las víctimas policiales.

Por su parte, el Fiscal Julius Grinnell, consciente de que seis de los ocho procesados no estaba presente en el lugar de los hechos del 4 de mayo y que había evidencia que los otros dos no lanzaron la bomba, basó su acusación en que no habían hecho nada por desalentar a la persona que ejecutó el atentado, por lo que eran tan culpables como el autor.

Grinnell dijo al jurado: “Condenen a estos hombres, hagan ejemplos de ellos, cuélguenlos y salvarán nuestras instituciones”.

Uno de los testigos claves en el juicio correspondió al Inspector Michael Schaack, el cual fue expulsado después del cuerpo de policía por haber fabricado las pruebas que se utilizaron en el juicio, aunque fue reintegrado en 1892.

En las crónicas históricas se ha planteado en forma reiterada la hipótesis de que el atentado fue una provocación montada por las autoridades para frenar la ascendente movilización de los trabajadores.

En el juicio, Fielden fue acusado de incitar a la multitud a la violencia. Así, un detective de Pinkerton informó que había defendido, en el pasado, el uso de dinamita y disparar contra los agentes de policía. Hubo testigos que declararon que había incitado a la multitud al caos en su discurso, y que había dicho: “Ahí vienen los sanguinarios, cumplid con vuestro deber y yo cumpliré con el mío”. Varios oficiales de policía informaron haberlo visto enarbolar un arma y disparar en contra de sus filas. Fielden lo negó todo y una diversidad de testigos desestimaron haberlo escuchado hacer esas aseveraciones o verlo utilizar un arma.

En sus palabras frente al tribunal, Fielden señaló: “Hallándome en un estado o disposición investigadora y habiendo observado que hay algo injusto en nuestro sistema social, asistí a varias reuniones populares y comparé lo que decían los obreros con mis observaciones propias. Yo reconocí que había algo injusto (…) Sabía cuál era el error y la falsedad, pero no conocía el remedio a los males sociales; pero discutiendo y examinando las cosas y los remedios puestos en boga actualmente, hubo quien me dijo que el socialismo significaba la igualdad de condiciones de bienestar según las propias capacidades en reemplazo de la injusta explotación, y esa fue la enseñanza. Comprendí enseguida aquella verdad (…) Aprendí cada vez más y más; reconocí la medicina para combatir los males sociales; y como me juzgaba con derecho para propagarla, la propagué”.

“La Constitución de los Estados Unidos dice: El derecho a la libre emisión del pensamiento no puede ser negado a cada ciudadano. Reconoce a cada persona el derecho a expresar sus pensamientos. Yo he invocado los principios del socialismo y de la economía social, y ¿por esta y sólo por esta razón me hallo aquí y soy condenado a muerte?”, dijo. Y enfatizó: “¿Qué es el socialismo? ¿Es tomar alguno la propiedad de otro? ¿Es eso lo que el socialismo significa en la acepción vulgar de la palabra? No. Si yo contestara a esta pregunta tan brevemente como los adversarios del socialismo, diría que impide a cualquiera apoderarse de lo que no es propio. El socialismo es la igualdad, el socialismo reconoce el hecho de que los males sociales son resultado de la pobreza de los que trabajan mientras los propietarios reciben el máximo de beneficio del producto del trabajo de aquellos”.

Indicó: “Se me acusa de excitar las pasiones, se me acusa de incendiario porque he afirmado que la sociedad actual degrada al hombre hasta reducirlo a la categoría de animal. Andad, id a las casas de los pobres y los explotados, y los veréis amontonados en el menor espacio posible, respirando una atmósfera infernal de enfermedad y muerte”.

Y concluyó: “Si me juzgáis convicto por haber propagado el socialismo, y yo no lo niego, entonces ahorcadme por decir la verdad. Si queréis mi vida por invocar los principios del socialismo, como yo entiendo y pienso honradamente que los he invocado en favor de la humanidad, os la doy contento y creo que el precio es insignificante ante los resultados grandiosos de nuestro sacrificio. Yo amo a mis hermanos los trabajadores como a mí mismo. Yo odio la tiranía, la maldad y la injusticia, y si queréis mi vida por invocar los principios de doctrinas de amor e igualdad y del socialismo, os la doy contento (…) Hoy el sol brilla para la humanidad; pero puesto que para nosotros no puede iluminar más dichosos días, me considero feliz al morir, sobre todo si mi muerte puede adelantar un solo minuto la llegada del venturoso día en que aquel alumbre mejor para los trabajadores. Yo creo que llegará un tiempo en que sobre las ruinas de la corrupción se levantará la esplendorosa mañana del mundo emancipado, libre de todas las maldades, de todos los monstruosos anacronismos de nuestra época y de nuestras caducas instituciones”.

Todos los detenidos fueron encontrados culpables y condenados a muerte, a pesar que sólo Spies y Fielden habían estado presentes al momento de la explosión en Haymarket.

George Engel, Albert Parsons, Augusto Spies y Adolph Fisher fueron ejecutados, mediante la horca. Las últimas palabras Spies, mientras le cubrían la cabeza con una capucha, fueron: “Llegará un tiempo en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que ustedes estrangulan hoy”.

Louis Lingg se habría quitado la vida en su celda, en un hecho que nunca fue completamente aclarado. Samuel Fielden, Oscar Neebe y Michael Schwab fueron condenados a la pena de muerte, pero el gobernador Richard J. Oglesby la cambió por prisión perpetua. En 1893, el nuevo gobernador de Illinois, John Peter Altgeld, indultó a los tres, asegurando que habían sido víctimas de “histeria, juicios injustos y prejuicios” y que además el Estado “nunca ha descubierto quién tiró la bomba y nunca han existido pruebas que demuestren que estuvo relacionado con los condenados”.

Pasaron seis años en prisión hasta que fueron indultados. Fielden murió en 1922 y no fue enterrado con sus compañeros de su causa en Chicago, como lo hubiera deseado.

La Segunda Internacional, que agrupaba entonces a toda la izquierda mundial de origen en el pensamiento de Marx, acordó en su Congreso Obrero celebrado en París en julio de 1889, que se estableciera el Primero de Mayo como jornada reivindicativa de la lucha de las y los trabajadores del mundo.

N. de la R.: Una versión de este trabajo fue publicado en 2023 por Crónica Digital, que ha estimado apropiado colocarlo una vez más a disposición de sus lectores.

Por Víctor Osorio. El autor es periodista, académico y ex Ministro de Estado.

Santiago, 1 de mayo de 2024.

Crónica Digital.

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