Por Luis Cifuentes Seves
En 1975, en la Universidad de Mánchester, un grupo de cinco jóvenes chilenos locos se conocieron y congeniaron. Por reírse de ellos mismos se autodenominaron “La Élite” y compartieron experiencias, conversaciones y aventuras (Ver L. Cifuentes, “Dilo, antes que sea demasiado tarde”, Cuarto Propio, 2020). La última vez que estuvieron juntos fue en 1976. Hacia fines de los 80 decidieron reencontrarse en pleno. Esta vez lo harían en Londres.
El lugar elegido fue un departamento bastante decente que habitaba Rectifilo. El edificio se llamaba City View House en Bethnall Green Road, barrio de Tower Hamlets al Este de Londres. Por alguna razón perdida en el tiempo, lo bauticé como “The London Dakota”.
Por cierto, el Dakota original queda en Central Park, Nueva York, donde John Lennon vivió y ante el cual fue asesinado. Lo último que supe de esa imponente estructura es que un departamento de cinco dormitorios y nueve baños está en oferta por 20 millones de dólares. Por si a alguno de mis lectores le interesa.
Pues bien, el reencuentro fue con mucho afecto y pocas sorpresas. Llegamos todos: El Maestro Pablo, Roberto, El Músico, Rectifilo y yo. Compartimos recuerdos y anécdotas reales o inventadas y nos propusimos visitar lugares icónicos de la capital británica. Así, por ejemplo, fuimos a conocer el 221B de Baker Street, donde se supone que vivió Sherlock Holmes con su amigo el Dr. Watson. La ficción agrega que, muchos años después, otro residente fue el Dr. House, a quien nunca pude soportar, aunque me gustaba la Dra. Cuddy. Aún no se construía el Museo de Sherlock Holmes, que ha estado a disposición de los turistas desde 1990.
El Músico, Rectifilo y yo concordamos en que, aparte de Holmes, Watson y House, la inmortalidad de Baker Street quedó sellada por la canción homónima de Gerry Rafferty, incluida la insuperable interpretación en saxo de Raphael Ravenscroft. Hoy habría que advertir que el video, que hace mucho circula en Internet con Bill Clinton tocando esa melodía, es fake.
Después de un recorrido en el Underground, transitamos el histórico paso peatonal de Abbey Road, pero rechazamos cometer el sacrilegio de tomarnos una foto haciéndolo. Nos pareció que la trágica muerte de John había dejado una nube de tristeza sobre el cruce.
También fuimos al mercado de Covent Garden, lugar que considero una bomba de racimo cultural. Saludos a un viejo conocido de la UTE. Allí nos tocó en suerte admirar a un grupo folclórico chino tocando sus extraordinarios instrumentos. El Músico nos instruyó: la música china es pentatónica, como la música andina, así es que se parecen. Igual los orientales nos dejaron con la boca abierta.
Al hacerse tarde, decidimos que, para evitar la dinámica deprimente de los bed and breakfast, volveríamos esa misma noche a nuestros lugares de origen. Nos despedimos sin usar el antiguo y altamente ideológico “nos vemos en Chile”, sino el mucho más modesto “juntémonos de nuevo”.
Al cabo de un año repetimos el encuentro y esta vez el lugar seleccionado fue la casa con patio del Músico, también en Londres. Conocimos entonces a la interesante y exótica polola del dueño de casa. Entiendo que, más de tres decenios después, por decisión propia, ella conserva el mismo status.
Discutimos qué lugar icónico debíamos visitar, y elegimos la tienda famosa por sus dimensiones y altos precios: Harrod´s en Brompton Road, Knightsbridge, fundada en 1835, que ninguno de nosotros conocía, cosa curiosa después de una permanencia de casi 15 años en el UK. ¿Quizá nuestras prioridades habían sido correctas?
Conscientes de que los cinco pisos, donde se desplegaban lujos indecibles, habían sobrevivido un incendio y tres bombazos del IRA – uno de los cuales causó 6 muertos y 90 heridos -, elegimos las secciones que en mayor medida llamaron nuestra atención: gastronomía, música, electrónica, arte y libros.
En un recorrido animado por bromas, monólogos, cuentos improvisados y preguntas difíciles a dependientes carentes de sentido del humor, pasó un largo rato. Acariciamos, por ejemplo, la posibilidad de adquirir entre los cinco una cámara Hasselblad con varios lentes Carl Zeiss de última generación y tuvimos a un ansioso vendedor dándonos sofisticadas instrucciones para optimizar su uso. El costo de ese equipo, superior al de un buen automóvil nuevo, imposibilitaba una decisión favorable, cosa que finalmente provocó la ira apenas disimulada del dependiente.
En la sección gastronómica preguntamos por locos y chirimoyas chilenas, pero sólo encontramos sucedáneos asiáticos. Recordamos la anécdota, seguramente apócrifa, acerca de un compatriota nuevo rico (de esos de la dictadura, con poca escolaridad) que fue a Harrod’s a comprar la mejor cristalería del mundo. Después de pasearlo por Lalique, Baccarat, Bohemia, Sèvres y Atlantis, le dijeron: “Pero si Ud. realmente quiere la mayor excelencia y está dispuesto a pagar el precio, aquí tiene lo mejor de lo mejor… ¡Cristalerías Chile!”. Reímos a mandíbula batiente ante las miradas de reproche de varios peregrinos que consideran a Harrod’s un templo de… algo.
En los años que siguieron, Roberto, Rectifilo y yo retornamos a Chile, así es que no hubo más reencuentros de “La Élite” en el UK. En Chile hubo uno parcial, con los tres retornados, en una casa que arrendé en La Reina hasta que pude comprar la que ocupo en la actualidad.
El Maestro Pablo ya había fallecido en Inglaterra, así es que le enviamos fotos al Músico, quien nos encontró “lozanos”. Rectifilo empezó a vagar por el mundo en su misión académica, luego me junté varias veces solo con Roberto. Un día tuve la osadía de recordarle un episodio que pareció sorprenderlo. “¿Dónde ocurrió eso?” inquirió con mirada incrédula. Respondí: “En The London Dakota”.
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Luis Cifuentes Seves escribe regularmente en la prensa virtual. Su próximo libro será “Mi catedral todavía está ahí”.
Santiago de Chile, 31 de marzo 2023
Crónica Digital