Nos quedan muchas cosas por hacer

Por Marcel Garcés Muñoz

Más allá de la determinación ciudadana del 4 de septiembre próximo, el futuro nos muestra un camino a recorrer.

Se trata de un nuevo paso fundamental, en que se expresará la voluntad ciudadana, al mismo tiempo que el umbral de un proceso complejo y determinante. Claramente, nos quedan muchas cosas por hacer.

Obtener el respaldo ciudadano para la opción “Apruebo” en el Plebiscito del próximo 4 de septiembre, y con ello la legitimación ciudadana del proyecto de nueva Constitución, abrirá por lo mismo el camino del cambio político institucional, del perfeccionamiento del sistema democrático y representativo.

El proceso será complejo, lleno de recodos y mucho tendrá que ver con nuestra percepción y comprensión del significado histórico, patriótico y responsable del acto fundacional que hemos emprendido- mas allá de la circunstancia plebiscitaria con la que desafiamos a la historia que no es otra cosa que la coyuntura que el porvenir ha puesto ante nosotros, y que será  el impulso de unas páginas que deberemos imaginar, pero sobre todo, protagonizar, escribir, como un pueblo en marcha.

Entiendo que todos sabemos que la historia, como lo estampara en su testamento político y en un trance dramático, Salvador Allende, la escriben los pueblos.

Y que las circunstancias presentes nos entregan nuevas responsabilidades, pruebas y nuevos desafíos futuros.

Quizás el primero sea hacer el máximo esfuerzo en lograr el triunfo sobre los enemigos de la democracia, que hoy se visten de pacíficas ovejas y predicadores del “amor”, pero que no logran disfrazar su pasado de ejecutores y cómplices de genocidas, torturadores, de criminales, pero sobre todo de violadores de los Derechos Humanos y democráticos de los ciudadanos, del pueblo.

Los momentos que se viven en Chile son trascendentes y los desafíos para los demócratas serán muchos y complejos: El camino será  con riesgos, pero la voluntad colectiva debe ser, como llama Machado  ”hacer camino al andar”.

Entiendo que en momentos trascendentes como este, lo que se impone es la coherencia, la unidad, la responsabilidad política, la claridad y el compromiso patriótico con los objetivos y demandas ciudadanas, el no solo proclamarlo, sino sentirlo, vivirlo, empaparse del sentimiento popular, de la generosidad, y sobre todo de la honestidad intelectual de reconocerse en el rostro del obrero, del trabajador, de la mujer valiente y esforzada del pueblo , del joven estudiante que enarbola su potencial de sueños y esperanzas, del intelectual que imagina un mundo nuevo, que queremos sea más justo y  creador, terreno, horizontes fértiles para los soñadores de futuros, de las nuevas generaciones pero también de los viejos tercios que lo entregaron todo, pero que siguen en la barricada.

Esto es lo que pedimos y exigimos, y no declaraciones que nos retrocedan a épocas de consignas atrasadas o extemporáneas, discursos  que especulan sobre la base de cálculos políticos electorales de la coyuntura o de intereses personales o mezquinas ilusiones de mantenerse pontificando sobre el bien y el mal.

Lo de hoy es concreto. Existe un legítimo mandato  nacional, madurado en el ejercicio mas democrático de la historia del país- la Convención Constituyente- que entregó al país entero, a la ciudadanía, al pueblo un proyecto de Carta Magna elaborado con responsabilidad y sentido de futuro.

El ataque brutal de la Derecha política, económica y social en contra no solo de su contenido, sino que del protagonismo popular, democrático, colectivo, no es ninguna casualidad.

No han dejado recurso que no han utilizado en contra no de un texto, sino que de la  voluntad  colectiva en la gestación, desarrollo y conclusión del proceso, en definitiva en el hecho democrático y carácter participativo más trascendente de la historia política e institucional del país.

Prefieren, y no lo han ocultado, una Constitución hecha a la medida de sus intereses oligárquicos, elaborada en sus salones de los clanes económicos, en los cuarteles militares, en las academias de la elite, sin siquiera conocimiento de los ciudadanos, unas leyes fraguadas por la dictadura de Augusto Pinochet,  y los clanes financieros,  y sobre los muertos, degollados y lanzados al mar o a los ríos cordilleranos, los torturados, exiliados, perseguidos de la dictadura.

Una Constitución basada en el desprecio a los ciudadanos, al pueblo, y sus capacidades, a los trabajadores, a los intelectuales, a las mujeres, los jóvenes, a ,los pueblos originarios, a quienes se les declara incapaces, ignorantes, como se ha escrito en El Mercurio, a través de sus empleados transformados en “ideólogos”, “especialistas”, “opinólogos”, “amarillos”, etc.

Ya se olvidaron de la “tercera vía”, ahora se preparan para olvidar la voluntad expresada en el proceso constituyente, y preparar una nueva Carta Constitucional hecha a su pinta, borrar el año de discusión constitucional, y volver a “fojas cero”, para reformular la misma constitución  de Pinochet, la que redactaron con la derecha empresarial y política, y aprobaron en un plebiscito fraudulento, amenazados por los fusiles militares.

Buscan generar una reunión de “notables”- los mismos de siempre, pero no olvidan de generar violencia y terror, además de su campaña de odio y falsificaciones, mentiras flagrantes, para que elaboren una Constitución a su amaño, pero sobre todo a su servicio, que será- lo que añoran- una nueva versión de la misma de 1980, la de Pinochet y sus secuaces.

Pretenden hacer caer a algunos ingenuos o ilusos dispuestos a comulgar con ruedas de carreta, dejarse embaucar,  con promesas de “rechazar para reformar”, para imponer con urgencia, antes del 4 de septiembre cuando la ciudadanía se pronuncie, acuerdos tramposos, compromisos que traicionen la voluntad democrática del proyecto de Nueva Constitución

Frente a esta situación resulta patético, y claro, una falsedad y una frescura  las alusiones al “amor”, que tendría su opción por el rechazo, junto a la falsificación descarada de los contenidos del texto del proyecto de nueva Constitución redactada por la Convención, que ellos  rechazaron, calumniaron  y boicotearon.

Por eso la respuesta nacional, democrática, solo puede ser defender la voluntad democrática expresada por el pueblo de Chile, y cerrarle el paso a los que rechazan el progreso institucional de Chile, la  voluntad ciudadana de cambio.

La discusión y polémica abierta por El Mercurio, la derecha política y empresarial y algunos servidores presurosos que se dicen, o autodefinen como de centro- izquierda, sobre si antes del 4 de septiembre debe definirse un compromiso político y social que desfigure el contenido y sentido de la nueva Constitución no es más que un intento de desconocer el derecho de los ciudadanos chilenos a determinar su proyecto de futuro.

El momento es de la defensa de la voluntad de cambio que recorre el alma de Chile, de nuestra geografía humana y social, la máxima expresión democrática desde el término de la dictadura y de la historia del país y se ha renovado y expresado con fuerza masiva a partir del 18 de octubre de 2019 y que impuso el proceso de renovación constitucional en marcha.

Hacer que este proceso se proyecte en el futuro próximo es la responsabilidad colectiva patriótica de nuestra generación.

A esta gesta, que está en la raíz del sentimiento de la independencia y de nuestros libertadores nos convoca hoy la historia y debemos ser dignos  continuadores de los patriotas de 1810.

El autor es periodista
Director de Crónica Digital

Santiago de Chile, 10 de agosto 2022
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