Son primas lejanas, pero la fragata portuguesa es un organismo formado por muchas unidades más pequeñas e incapaz de moverse por sí solo.
Parientes lejanos de las medusas y si bien con ellas comparten la característica de tener tentáculos urticantes (nematocistos), las fragatas portuguesas son animales distintos.
Una de las grandes diferencias apunta a que las fragatas portuguesas son organismos coloniales conocidos como sifonóforos, formados por muchas unidades más pequeñas llamadas zooides.
“Los sifonóforos son una colonia de organismos unicelulares incapaces de moverse a través del agua por sí mismos. En contraste, las medusas son organismos individuales capaces de moverse a través del agua”, explica la doctora Kathleen Whitlock, doctora en Zoología e investigadora en Desarrollo y Genética del Centro Interdisciplinario de Neurociencias de la Universidad de Valparaíso (CINV).
Los sifonóforos, también conocidos como “falsas medusas”, pueden desplazarse a grandes distancias, sin voluntad propia, debido a las corrientes marinas y la ayuda del viento.
La presencia de estos organismos en el litoral central de nuestro país ha obligado el cierre temporal de concurridos balnearios en pleno inicio de la temporada de vacaciones, como medida preventiva que mantiene en alerta a las autoridades marítimas y sanitarias frente al riesgo de exposición de los y las bañistas que visitan las playas.
La doctora Whitlock afirma que cada fragata portuguesa, sea hembra o macho, libera óvulos y espermatozoides, respectivamente, al agua, donde la fertilización ocurre, pero advierte que nadie ha visto el momento de la fertilización, ni tampoco su desarrollo temprano en la vida silvestre.
“Un huevo fertilizado se convierte en una larva que brota de nuevos zooides a medida que crece, formando gradualmente una nueva colonia. Se cree que el animal vive al menos un año, pero depende de las condiciones ambientales”, afirma.
Además, la científica señala que los tentáculos de la fragata portuguesa pueden alcanzar hasta cincuenta metros de largo. En ellos se encuentra una neurotoxina, que secreta para cazar o defenderse. Curiosamente -dice- algunos peces han desarrollado inmunidad a su veneno y permanecen cerca de ellas para autoprotegerse de eventuales depredadores.
La picadura de la fragata portuguesa podría producir en las personas dolor intenso en la zona de la picadura, además problemas respiratorios y paros cardíacos, incluso con ejemplares muertos. Por lo tanto, la científica aconseja jamás tocarlas, aun cuando se encuentren esparcidas en la arena sin vida.
“En algunos países, en lugar de cerrar playas públicas las autoridades ponen banderas que indican que se han encontrado fragatas portuguesas en la zona. De esta forma, cada persona puede decidir si quiere entrar o no en el agua”, sostiene.
Para la doctora Kathleen Whitlock la presencia de la fragata portuguesa en nuestras costas es un buen recordatorio de la diversidad de vida de nuestro planeta. Sin embargo, el aumento de su presencia en nuestras costas se debería, en parte, al cambio climático y a la sobreexplotación de los recursos marinos, que ha ido eliminando a sus depredadores, que, en realidad, no son muchos.
“El calentamiento global ha provocado una elevación de la temperatura en los mares y al mismo tiempo una falta de oxígeno en el agua. Las fragatas portuguesas se ambientan muy bien a estas condiciones, de hecho son originarias de zonas tropicales y subtropicales. Estos animales tienen tolerancia a bajos niveles de oxígeno. Por otro lado, la reproducción y el crecimiento de esta especie también están relacionados con la temperatura: a mayor temperatura permite un crecimiento más rápido”.
Entre los escasos depredadores de la fragata portuguesa se encuentran las tortugas bobas y el pez luna.