El factor humano cede ante oscuros intereses de minoritarios sectores conservadores cubanoamericanos en el llamado Estado del Sol, estiman estudiosos del diferendo.
El tema cubano no juega en ningún lugar del país más que en Florida, y aquí creo que es un lastre decir ‘vamos a normalizar las relaciones con Cuba’, opinó Guillermo Grenier, profesor de la Universidad Internacional de Florida, citado por el diario The Hill.
Hace un lustro, una encuesta del Centro de Investigaciones Pew mostró que el 75 por ciento de los estadounidenses favorecía la normalización de relaciones entre Washington y La Habana, y el 73 apoyó se pusiera fin al bloqueo contra la isla.
Hoy probablemente esas cifras no son las mismas pero, si más ciudades del país a través de comités de solidaridad manifiestan criterios favorables al acercamiento y al cese de la política de bloqueo, calificada en la ONU como ‘genocida y criminal’.
Recientemente, William M. LeoGrande, profesor de gobierno en la Universidad Americana en Washington, analizó en un artículo como la Casa Blanca insiste en mantener el hambre dentro de su arsenal de armas contra los isleños.
Cuba –señaló- importa 70 por ciento del alimento que consume y sus ingresos de comercio exterior se desplomaron debido al corte de remesas dictado por Trump y al cierre de la industria turística causado por el Covid-19.
La carestía de alimentos agravó una situación de por sí precaria, al producir severa escasez, puntualizó LeoGrande.
Mantener las ideas que en abril de 1960 delineó el subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos, Lester Mallory, pueden llevar a un escenario nada conveniente para ambas partes, descontando que el voto de los conservadores cubanoamericanos en Florida no se inclinará por los demócratas.
Si la Casa Blanca persiste en las ideas de Mallory (‘deben intentarse de inmediato todos los medios para debilitar la economía de Cuba, producir hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno’), el camino será más escabroso y se predice un escenario muy convulso.
Ahora los más afectados son los cubanos de la isla y por supuesto las empresas estadounidenses, los agricultores y millones de norteamericanos que ven violados sus derechos para viajar al territorio al sur de su país.
Para ilustrar la situación, un informe de la CIA en 1993, mostró que ‘la escasez de alimentos y los problemas de distribución han causado desnutrición y enfermedad’ en Cuba, sin embargo, las políticas estadounidenses se mantuvieron en la senda del fracaso y los cubanos reafirmaron su derecho a gobernarse a toda costa.
Los planes enunciados por Mike Pompeo, exsecretario de Estado a diplomáticos europeos, de ‘matar de hambre’ a la isla para derrocar al gobierno fracasaron y la senda es seguida por Biden manteniendo las políticas agresivas.
El artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que Estados Unidos firmó, incluye el derecho a una alimentación apropiada, una gran mentira cuando se analiza su política fracasada por más de 60 años.
Si el presidente Biden quiere apoyar los derechos humanos en Cuba y dar poder al pueblo cubano, puede comenzar por aliviar la crisis alimentaria poniendo fin a la prohibición de remesas dictada por Trump y restaurando el derecho de viajar para los residentes en Estados Unidos, estimó LeoGrande en sus valoraciones sobre el caso.
No hay excusas para la demora, puntualizó, y precisó que ayudar a remediar la crisis que enfrentan los cubanos ‘es una obligación moral, una extensión de la responsabilidad de proteger’, donde lo humano debe sobrepasar estrechas valoraciones políticas.
Washington, 10 junio 201
Crónica Digital/PL