Sin dudas, quienes tuvieron que doblegarse a las demandas sociales expresadas en el estallido -que permitió que hoy discutamos la necesidad de una nueva constitución y, en su creación, devolverle al pueblo su soberanía- “no lo vieron venir”. Esa fue la respuesta que se dieron la mayoría de las fuerzas políticas, especialmente aquellas que han sostenido y ampliado el capitalismo salvaje inaugurado con el golpe de Estado.
No lo vieron venir y menos entenderlo porque -como dijo el exministro Mañalich- “no tenían conciencia del nivel de pobreza y hacinamiento que existía en Chile”, pues ese sector no es más que una enorme masa de asalariados que, en primera y última instancia, crean la riqueza material e inmaterial del país del que se benefician los pocos de siempre.
Los patriotas del modelo imperante, ideólogos y sostenedores de éste, nunca han dejado de hacer uso de todos los instrumentos del Estado que les permitan mantener -al mismo tiempo- la super explotación de la fuerza de trabajo de la mayor parte de los chilenos y el poder para asegurar su continuidad. Por otro lado, están quienes por decenios y decenios de años hemos intentado cambiar este curso histórico para devolvernos la soberanía legítima que tenemos como pueblo.
Nos hemos esmerado en no sólo denunciar sino en organizar la resistencia; ganar más conciencias para crear un nuevo modelo de desarrollo sustentable; luchando contra viento y marea para contribuir a generar nuevas correlaciones de fuerzas que permitan avanzar en tener un nuevo Estado garante de derechos y de justicia social, que distribuya en forma más equitativa la riqueza acumulada por el esfuerzo y sufrimiento de las mayorías del país, reconociendo los derechos económicos, sociales y culturales de todas las personas que componen nuestro país en verdadera igualdad de acceso y condiciones.
La oligarquía reaccionaria y fascista hace gárgaras de patriotismo por una estatua y por el orden, y para defender sus privilegios.Ensalzarán la valentía y el valor del roto chileno, ahora convertido en emprendedor y dulce dueña de casa; siempre recurrirán a ese mote con tal de seguir explotando al pueblo. Oligarquía antipatriota que es capaz de vender hasta su madre si con eso se les permite continuar su maridaje incestuoso con el gran capital que, por supuesto, no es nacional ni nacionalista; y también, como siempre en la historia de la humanidad, recurrirán a los yanaconas que gustan de vivir de las migajas del banquete para que hablen y maten por ellos.
Pero hay algo que no han contado para este devenir histórico con sus altos y bajos propios de los ciclos de la lucha de la humanidad desde Espartacus hasta nuestros días; y es que el pueblo es el ave fénix de la mitología material de la realidad de la lucha social. Por muchas matanzas, esclavitud y sometimiento, siempre, siempre, siempre se levanta -cual espiral de sus movilizaciones y luchas- y resurge después de cada derrota en un estadio superior.
Por eso, no necesita que se le vea venir, sólo necesita de volcar su valentía y no del miedo, de los hijos de millones que han contribuido a su conciencia para darse cuenta que no son sólo una clase social en sí, sino que son los que, con conciencia social, se dan cuenta que son la clase social llamada a transformar el mundo. Lo son a raíz de que constituyen, en cada hito de su peregrinar para la emancipación de los trabajadores, quienes generan la riqueza; para que ésta sirva para sostener una vida más digna y se le reconozca el valor del trabajo frente al capital.
Hoy queremos que la sociedad futura se refleje en la lucha actual, donde el miedo nunca tenga cabida, que la valentía para superar las dificultades sea la luz que ilumine las acciones de quienes hoy nos abren este nuevo avance social.
Esta historia de la lucha por la libertad y la democracia -que será deliberativa e inclusiva, plurinacional y de pleno respeto a todos los derechos humanos- es lo que se sintetiza hoy en aquel llamamiento que emana de millones en las calles de Chile al grito de: “luchemos como Gladys” y así también podremos honrar las palabras de Salvador Allende cuando dijo: “El pueblo no se debe dejar avasallar”. Todo lo anterior debe reflejarse en toda su magnitud en estos días de síntesis de la lucha social, donde surjan más y mejores representantes populares de los trabajadores y trabajadoras en el proceso electoral venidero, para que este nuevo Chile que se comienza a construir sea la esperanza concreta del pueblo.
Por Manuel Hernández Vidal
Ex Presidente del Gobierno de la Región Metropolitana de Santiago
Integrante del Consejo Editorial de Crónica Digital
Santiago de Chile, 13 de marzo 2021
Crónica Digital