Hemos recibido confirmación del fallecimiento de nuestro gran amigo y compañero CIRO RETAMAL MUÑOZ, ingeniero químico de la Universidad Técnica del Estado (UTE) y cofundador de Inti-Illimani. Su deceso se produjo el año pasado en Suecia, donde residía hacía más de 40 años con su esposa e hija. Se había dedicado profesionalmente a la computación.
Tuvimos indicación de su muerte por un obituario publicado en sueco y sin mayores detalles. Con Jorge Coulon buscamos maneras de establecer su veracidad. Finalmente, su fallecimiento fue confirmado por su hermano Iván Retamal a través de nuestro amigo, el cineasta Patricio Paniagua.
Para la historia:
De quienes actuaron por primera vez con el nombre de Inti-Illimani el 6 de agosto de 1967, han fallecido Max Berrú y Ciro. Siguen con nosotros Pedro Yáñez (director), Jorge Coulon, Horacio Durán y Luis “Piduco” Espinosa.
CIRO RETAMAL 15 (2) Ciro aparece también en la primera foto del conjunto tomada en La Disputada de Las Condes a fines de agosto del 67. En ella figuran, de izquierda a derecha: Ciro Retamal, Jorge Coulon, Pedro Yáñez, Luis “Piduco” Espinosa y Horacio Durán; sentado: Max Berrú.
Con Ciro y Jorge estudiábamos juntos para las pruebas comunes de Matemáticas y Física y a veces guitarreábamos, pero nunca formamos un trío musical.
Para no pecar de mal agradecido, debo señalar que mi primo Pepe Seves me introdujo en los rudimentos de la guitarra en un verano de dolor, sangre y callos, y en la UTE, Ciro me enseñó en guitarra las canciones “El Paraná en una zamba” y “Pastor de nubes”, mientras que Jorge hizo lo mismo con “Qué mala suerte tengo” y “La zamba de usted”. Por su parte, Horacio Salinas me enseñó “El sueño de mi guitarra” y “La resolana”, esta última, la canción más difícil de interpretar en guitarra que alguna vez aprendí.
Tal vez no escape a la atención de mis lectores que todas estas canciones son argentinas. El auge del folklore ocurrió en el país vecino varios años antes que en Chile, de aquí la notoria influencia de Atahualpa Yupanqui, Eduardo Falú, Mercedes Sosa, Ariel Ramírez, Los Fronterizos, Los Chalchaleros, Los Huanca-Huá, Las Voces del Alba, Los Trovadores del Norte y tantos otros.
La generosidad de mis jóvenes maestros, que gastaban horas de su tiempo en instruirme, tenía un propósito para nada oculto: ellos esperaban que yo les enseñara a otros, en una cruzada musical de colosal efecto multiplicador, que estuvo en la base de lo que se llamó La Nueva Canción Chilena.
Ciro se retiró de Inti-Illimani hacia fines del 67 y después de eso actuamos dos veces como dúo en la Peña de la Federación de Estudiantes de la UTE (FEUT). De allí surgió la siguiente anécdota: Horacio Durán (que dirigía la Peña) nos pidió que actuáramos “lo más perfecto que puedan, cabros”, a lo que yo respondí que, si actuáramos perfecto, no iríamos a la Peña de la FEUT, sino que lo haríamos directamente en el Show de TV de Ed Sullivan (donde pocos años antes se habían consagrado Elvis, los Beatles y otros).
Horacio Durán recuerda que Ciro se marginó en noviembre del 67 debido a que el ingreso de Horacio Salinas como director musical del grupo, un mes antes, había aumentado las exigencias profesionales a un nivel que Ciro no podía sustentar, debido a su dedicación al estudio.
Anécdotas de Ciro
Cuando estábamos en segundo o tercer año de Química, Ciro me dijo que tenía que hablar conmigo un tema muy delicado: una joven dama le estaba exigiendo matrimonio sin causa mayor y él no hallaba cómo zafarse.
Aparentemente lo logró, pero al año siguiente, me volvió a contar la misma historia, sólo que la protagonista era otra. Al parecer, el matrimonio indeseado perseguía a Ciro. Las damas lo consideraban un excelente partido, y tal vez lo era. En algún momento me fui a hacer un posgrado a Alemania y cuando volví, Ciro se había titulado y estaba trabajando como ingeniero químico.
El año 73 yo hacía clases vespertinas (ad honorem) en el Instituto de Investigaciones Marxistas (IDIM), en Avda. Brasil, en el tema “Marxismo de hoy”. Exponía una apretada síntesis de los aportes teóricos fundamentales de Marx, Engels y Lenin, para luego enfocarme en autores modernos (Althusser, Garaudy, Marcuse). Este formaba parte de una serie de cursos, dictados por varios profesores, que podían tomarse de a uno o en secuencia.
Por ahí por abril o mayo, llegó Ciro a una de mis clases acompañado de una rubia impresionante. Me la presentó como “una colega sueca” y me sorprendió que ella hablaba español.
Ocurrió el Golpe y, un par de años después, alguien me contó que Ciro estaba en Suecia y casado. Yo de inmediato tejí la historia de que Ciro se había exiliado con la sueca y había sucumbido, por fin, a los encantos del matrimonio. Pero no fue así. Eventualmente establecí contacto con Ciro por medio de Pato Paniagua, a quien conocí como presidente de la FESES (Federación de Estudiantes Secundarios de Santiago) entre 1969 y 1971. Ciro me contó que estaba en Suecia, casado con una dama chilena y tenía una hija.
Hacia fines de los 90 alguien publicó una nota indicando que el “conjunto sin nombre”, predecesor de Inti-Illimani, no había sido uno, sino dos. Ciro respondió refutando públicamente esta noción y afirmando que, durante los primeros meses de 1967, había habido sólo un “conjunto sin nombre” y que a partir de este había nacido Inti-Illimani. Esto coincidía con los recuerdos míos, de Horacio Durán, Jorge Coulon y otros.
Esta irrupción pública de Ciro fue la única que le conocí. Por lo general, era extraordinariamente modesto, a diferencia de otros habitantes del mundo cultural, que no le hacíamos el quite a hacernos visibles ni a dar cuenta al colectivo de nuestras experiencias personales.
Entre paréntesis diré que, en un libro de Eduardo Carrasco, cofundador de Quilapayún, se hace referencia al “conjunto sin nombre”, sin identificarlo como tal, pero indicando que de él nació Inti-Illimani. Lo describe como un grupo de jóvenes tocando distintos instrumentos, todos cantando la misma voz, y se sorprende de que, de tan humildes comienzos, pueda haber surgido el gran conjunto de los años 70.
Pasó el tiempo, comenzó el retorno y Ciro me confió que no podía volver a Chile porque tenía un buen trabajo en Suecia, mientras que en Chile no tenía nada, y su hija padecía una grave enfermedad, que era tratada gratuitamente en ese país.
Mantuvimos correspondencia electrónica por varios años, hasta que alguna catástrofe informática me hizo perder contacto con mi viejo amigo. La noticia de su fallecimiento me ha llegado como un balde de agua fría. Un gran compañero y una gran persona. Quedará en mi recuerdo en una nube de afecto y amistad.
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Por (Dr.) Luis Cifuentes Seves
Profesor Titular
Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas
Universidad de Chile
Santiago de Chile, 26 de noviembre 2020
Crónica Digital