Hablemos de autismo. Son años, muchos años de demandas por parte de las personas con autismo, sus familias y profesionales de apoyo, exigiendo derechos garantizados por el Estado chileno para las personas con discapacidad, en especial para aquellas que por no presentar un fenotipo característico que denote una discapacidad, son más discriminadas.
Porque ya acceder a un diagnóstico es un privilegio para quien puede obtener una hora con un especialista y pagar por ella de manera particular (sobre $40.000). En la red pública de salud, no es prioridad una hora médica por sospecha de autismo. Y luego la derivación a terapias. Al menos una sesión semanal con terapeuta ocupacional, fonoaudiólogo, educador diferencial, psicólogo. Cada consulta en promedio $20.000. En resumen, acceder a terapias de apoyo profesional para una persona con autismo significa pagar más que el sueldo mínimo en Chile. ¿Quién lo paga? Las familias.
¿Qué pasa con quienes no pueden pagar? Si no hay plata, no hay terapias. Así de crudo, así de doloroso.
Y por esa realidad es que nacen muchas fundaciones, corporaciones, organizaciones comunitarias, programas municipales, para apoyar en parte las necesidades de las familias, con un menor valor o atenciones gratuitas, las que, sin duda, no logran entregar atención a toda la población que las necesita. Eso, en materias de salud.
¿Y educación? Cientos de familias optan por educar en casa. ¿Los motivos? Los motivos deprimen aún más.
Y así, puedo seguir con una lista interminable de experiencias. Y en el contexto que hoy vivimos como país y mundo hay una sola cosa que es cierta: la empatía nos salvará.
Entender que todas las demandas que provocaron nuestra revolución social son más que justas. Que nuestra revolución no puede ser “de cartón”. Que no puedo juzgar a una mamá de un niño con autismo porque su hijo se perdió en el parque, ya que lo sacó a pasear en plena cuarentena, porque el encierro lo desregula y se autoagrede y agrade a otros (una situación que ocurrió hace dos semanas, las críticas fueron horribles).
Hoy, la urgencia ya ni siquiera es poder pagar terapias. La urgencia es sobrevivir. Es que ojalá esto pase lo más pronto posible y volvamos a nuestra enferma normalidad. Para que las personas con autismo, para que las personas con discapacidad vuelvan a terapias a sus fundaciones, corporaciones y organizaciones. Para que la poca calma que las familias tienen, se recupere pronto.
Por favor, quédate en casa. Y cuando esto pase, recuerda que en Chile viven más de 2 millones de personas con discapacidad. Que también sean parte de tu lucha.
Por Lorena Figueroa, Consejera Federal del Partido Progresista de Chile.
Santiago, 2 de abril 2020
Crónica Digital.