El hechicero de la tribu de Atilio Borón, parte II

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“El oficio de escribir es un oficio poblado de canallas -eso más o menos todo el mundo lo intuye- pero también de tontos que no se dan cuenta de su fragilidad inmensa, de lo efímero que es. Yo puedo estar con 20 escritores de mi generación y todos están convencidos de que van a perdurar. Además de ser un acto de soberbia enorme, es de una ignorancia bestial”.

Roberto Bolaño  

 

Uno de los aspectos a considerar en el trabajo ensayístico de Vargas Llosa, es el hecho que incluso en esa variante, no renuncia a la ficción como herramienta, su relato contiene un cierto condimento onírico-religioso. La vuelta a sí mismo, en clave socio-política, como si tuviera la necesidad de explicarse y explicarnos.   Porque una cosa, es la crítica que ejercieron intelectuales dentro del mundo de las izquierdas como Camus y Orwell -y otra muy distinta- es convertirse en un divulgador de ideas contrarias a las que defendió gran parte de su vida.

“No lo parece, pero se trata de un libro autobiográfico. Describe mi propia historia intelectual y política, el recorrido que me fue llevando, desde mi juventud impregnada de marxismo y existencialismo sartreano, al liberalismo de mi madurez.”  (Vargas.2018)

Atilio Borón, sostiene que una de las claves de lectura del giro en 180° del escritor peruano, se encuentra en la imagen de sí mismo, en el ego glorificado de un latino puesto en el centro, en la cúspide de las élites del pensamiento liberal conservador.  Su nombramiento como marqués, título nobiliario con que Juan Carlos I lo premia en virtud de su pluma, lo liga a uno que obtuvo el mismo título por el mil quinientos y algo. Don Pizarro, un marqués sin marquesado.

En el extenso preludio, golpea en el oído [tuve la suerte] y digo me golpea porque no puedo dejar de pensar en un texto de Jacob Taubes La Teología política de Pablo. Pongamos atención a cómo nos introduce en su llamado, el novelista español.

Tuve la suerte, gracias al historiador Hugh Thomas, un viejo amigo, de conocer a la señora Thatcher en persona. Aquél, asesor del Gobierno británico para cuestiones españolas y latinoamericanas, organizó una cena de intelectuales en su casa de Ladbroke Grove para enfrentar a la señora Thatcher a los tigres. (La izquierda fue, por supuesto, la enemiga más encarnizada de la revolución thatcheriana). La sentaron junto a Isaiah Berlin, a quien ella se dirigió toda la noche con el mayor respeto”. (Vargas.2018)

Insisto en la carga de la expresión [Tuve la suerte] porque Hugh Thomás no iba a invitar a cualquiera a la mesa, donde se encontrara Margaret Thatcher.  Hubo declaraciones de intensión previa, acercamientos, había voluntad, disposición de escuchar, lo que tampoco es cuestionable.   Ahora si uno establece una relación desde el llamado -o lo que algunos especialistas aluden como giro mesiánico- aplicando al concepto un sentido negativo, más cercano “al espíritu de la tribu” que Popper, intentara destrozar a partir de la reivindicación del individuo.

Al comparar la famosa carta escrita por Pablo de Tarso, con el tono usado por Vargas Llosa, para relatar su deslumbramiento y luego transformación en vocero y divulgador, se produce una sincronía a la hora del objetivo:

Pablo siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el evangelio de Dios” (Biblia de Jerusalén. Epístola a los romanos 1,1)

Eso sí, existe una diferencia que no se puede dejar pasar.   Escribir a los cristianos romanos, en nombre de un Dios periférico, de una minoría menospreciada y que luego será perseguida en el seno del imperio; es diferente a transformarse en pregonero  de una totalidad, cuyo punto de origen es el valor, el capital, con su dimensión histórica y concreta. El cuestionamiento no es ético, se trata de establecer las distancias territoriales, de interés.

También conocí a Ronald Reagan en persona, pero en una cena muy numerosa en la Casa Blanca, a la que me invitó Selwa Roosevelt, que era entonces su directora de protocolo. Ella me presentó al presidente, a quien, en una conversación brevísima, sólo alcancé a preguntarle por qué teniendo Estados Unidos escritores como Faulkner, Hemingway o Dos Passos, él siempre citaba a Louis L’Amour como su novelista favorito”. (Vargas.2018)

Pero volvamos a Borón, quién cuestiona derechamente la lucidez y calidad de los enaltecidos por el Premio Nobel, a su juicio no son ejemplo de nada.

Otro elemento que le llama la atención al profesor argentino, es cierta liviandad  a la hora de exponer autores y argumentos, de hecho la operatoria de Atilio, es analizar la cocina ideológica del ensayo, descubriendo alimentos en mal estado, mezclas poco felices, exceso de aliño donde no corresponde, pero que sin embargo es exhibido a nivel global: como un Master Chef.

A juicio del académico, en La llamada de la tribu, hay una desnaturalización de algunos autores, en especial Adams Smith. Lo hace decir cosas que nunca dijo como vociferar la absoluta libertad de los mercados o colocar en el centro de su discurso la mano invisible, cuando se trata de una nota marginal, continuando así la interpretación antojadiza e inexacta de Friedman.

Desde el punto de vista de la Filosofía Política, Borón asevera que es un trabajo de escaso valor.    No obstante, la articulación de las ideas, el manejo retórico de sus argumentos al servicio de una causa repugnante, como la de hacer sentir culpable a pueblos enteros,  porque supuestamente han optado por ser pobres.   La pobreza bajo ese discurso, es el espíritu de la tribu, la pobreza es opcional, jamás ha sido impuesta.

Con ello Vargas Llosa, termina por romper todo vínculo posible con su lugar de origen, su opción colonial es clara y contundente.

Para Atilio, la pregunta sobre los intelectuales que escogieron el camino del Calibán de Césaire,  por tanto de mostrar la falsedad del embrujo colonial, está ligado al riesgo latente de transformarse en voz del poder. Próspero es esa voz y está latente.

“Prospero, tu es un grand illusionniste:
le mensonge, ça te connaît”[1].

Podríamos replicar con Bolaño que el oficio de escribir está poblado de canallas y con eso basta y sobra. De todos modos Atilio no pierde la oportunidad de preguntarse:

¿Cuándo se jodió Vargas Llosa?

Uno de los elementos de meditación más notable del libro, es el espacio que le brinda a la correspondencia problemática entre liberalismo y democracia.

Pensar la democracia como un conjunto de reglas con contenido administrativo, pareciera ser una visión restrictiva, refractaria de las fuerzas sociales e históricas que construyeron sus bases, de hecho, asimilar de buenas a primeras como parte de un solo espíritu: democracia y capital; democracia y burguesía parecería un abuso. El académico nos recuerda que en La Constitución de EE.UU., se consagran una serie de derechos, pero en ninguna parte dice que se trata de una democracia, como nosotros la entendemos y como frecuentemente se nos exige: republicana, representativa.

Quiero recordar por lo que significó para nosotros, la visita que hiciera Hayek a principios de la década de los 80, cuando la etapa del terror de la que habla Tomás Moulian, en su texto Chile Actual Anatomía de Un Mito, había sido suplantada por la instalación de la sociedad disciplinaria, del miedo.

En una entrevista hecha en Santiago de Chile, para una revista perteneciente al gremialismo llamada Realidad y fechada el 24 de abril de 1981, pág.34, Hayek afirma:

En consecuencia lo que yo propongo en mi último volumen de “Ley, Legislación y Libertad” es una institución democrática informal, de modo que las decisiones mismas de la mayoría estén sujetas a la ley, y que así se forme lo que yo llamo una democracia limitada”.

No contento con eso aclara: “yo no quiero decir, limitar la democracia a cierto ámbito, sino limitar a todos los gobiernos a ciertos ámbitos”. Ibid.

Cuando en Chile se habla de la antidemocrática constitución de 1980, buena parte del espíritu que la inspira: es ese.   Una de las contradicciones que el neoliberalismo tiene en América Latina, es su relación instrumental de la democracia; la segunda, es su dependencia atávica a los organismos económicos transnacionales, desde donde se define el futuro de nuestros países: democracia y colonialidad son las claves del momento histórico.

Por Omar Cid
Escritor
Crónica Digital, Santiago de Chile 19 de agosto 2019

 

[1] “Próspero, eres un gran ilusionista:

La mentira, es lo tuyo”.  Una tempestad, adaptación de Aimé Césaire, Buenos aires 2011, p.147

2 thoughts on “El hechicero de la tribu de Atilio Borón, parte II

  1. Amigo: excelente análisis de un libro al que le había puesto el ojo hace dos meses y que por circunstancias ajenas a mi pobreza, no he comprado aún
    un abrazo

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