Un debate que cada día toma más relevancia no sólo en nuestro país, sino que en el mundo entero dice relación con el proceso de automatización que día a día llevan adelante empresas transnacionales que están cambiando el paradigma de lo que entendíamos por trabajo. Pareciera ser que nos encontramos frente a una “nueva” Revolución, ya no Industrial, sino que tecnológica, que va a afectar en tal magnitud nuestra vida diaria que incluso cambiará la manera en que trabajamos, cómo lo hacemos y desde dónde.
La introducción de la automatización y/o robotización en el trabajo no es un tema nuevo, ya que desde el surgimiento de la industria moderna se viene utilizando esta forma de organización del trabajo, y ya existe evidencia empírica respecto de los efectos en el empleo de estos mecanismos tecnológicos.
Es así que tal como sostiene Erik Brynjolfsson, profesor de la Escuela de Administración y Dirección de Empresas del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), la introducción de la automatización y robotización en el trabajo sería responsable en gran medida del lento crecimiento del empleo en Estados Unidos en los últimos 15 años al sustituir el trabajo humano. Un estudio de Carl Benedikt y Michael Osborne de la Universidad de Oxford calcula que en los próximos 20 años casi la mitad de los empleos de Estados Unidos estará en manos de robots.
En el caso chileno, un estudio de la Consultora Mckinsey Global Institute proyecta que en los próximo 20 a 40 años casi un 50% del empleo estará en manos de maquinas, generando a las grandes empresas un ahorro de US$ nueve mil millones en el retail y US$ seis mil millones en la Industria, lo que en el caso chileno viene a ser ratificado por un documento de trabajo titulado “Automatización, uso de habilidades y capacitación” realizado por la OCDE.
De lo anterior resulta que existen evidencias serias de que la introducción de la automatización y robotización en el trabajo, y la sustitución del trabajo humano, tendrá un efecto dantesco en la destrucción de empleos en las próximas décadas en el mundo y en Chile, generando un gran impacto social provocado por los altos niveles de cesantía proyectados.
No sólo eso, sino que también, tal como sostiene Erik Brynjolfsson, la introducción de la automatización y robotización en el trabajo no sólo genera desempleo. A pesar de que “la productividad esta en niveles records, la innovación nunca ha sido tan rápida, pero al mismo tiempo tenemos unos ingresos medios decrecientes”, de lo que resulta que existen antecedentes serios para sostener que no sólo impactará creando gran cesantía, sino que, además, implicaría una caída en los ingresos medios del trabajador que tendrá la suerte de estar empleado.
Evidentemente, la introducción de la automatización y robotización en el trabajo producirá efectos en la desigualdad y la concentración de la riqueza, de tal forma que se seguirá concentrando la riqueza en pocas manos y las brechas de desigualdad aumentarán, de lo que resulta necesario acordar la forma en que los estados nacionales afrontarán los costos sociales del desempleo y de qué forma se abordará y establecerá una política tributaria al trabajo automatizado y robotizado, a objeto de que los estados cuenten con los recursos necesarios para afrontar la crisis social aparejada al desempleo.
En segundo término, la problemática de la automatización y robotización en el trabajo debe también ser estudiada en torno al efecto en la calidad o precarización del trabajo que podría traer aparejado. Es así que el panorama no se ve alentador al tener en cuenta el efecto en el estancamiento o caída en los ingresos medios ya constatados y atribuibles a la automatización. Se proyectan menos empleos, y empleos con peores estándares remuneratorios que los actuales y más precarizados.
Ha sido la automatización y robotización la que ha permitido la profundización del trabajo tercerizado, permitiendo incluso deslocalizar el trabajo de tal forma que las empresas pueden llevar el trabajo a aquellos lugares en los que el costo de la mano de obra sea más barato y desregulado, lo que percibimos día a día al, por ejemplo, llamar a un Call Center y ser atendidos por trabajadores precarizados ubicados fuera del país.
Debemos constatar, contrario a lo que se suponía, que el gran crecimiento del trabajo automatizado no se proyecta sólo en la industria sino que también en los servicios que es justamente donde se proyecta el gran crecimiento de la automatización. Basta para ello pensar en Amazon y su gran crecimiento mundial en el área del retail y los servicios, generando un gran desempleo y una gran acumulación de riqueza que han permitido a su dueño, Jeff Bezos, convertirse en el primer cien milmillonario y posiblemente en el hombre más rico de la historia. El problema está, desde la perspectiva de los estados nacionales y periféricos como el nuestro, en que dicha riqueza se saca del país, dejando sólo cesantía y costos sociales.
Por otro lado, y desde el punto de vista del derecho colectivo del trabajo, la automatización y robotización pueden afectar directamente el ejercicio a la negociación colectiva de los trabajadores, ya que como se viene sosteniendo desde el mundo empresarial este sería el mecanismo para reemplazar al trabajador en huelga ya que, según ellos, la prohibición del reemplazo planteado en la actual ley, sólo se refiere al reemplazo por otro trabajador y no por medio automatizado, lo que es francamente atentatorio de los derechos de los trabajadores, ya que lo que la ley prohíbe es el reemplazo de la función del trabajador en huelga sea como sea dicho reemplazo.
En suma, la introducción de la automatización y robotización en el trabajo nos plantea grandes desafíos, dudas y temores que deben ser abordados como país, y deben ser discutidos en forma clara y profunda, no sólo desde una estrecha mirada economicista sino que desde una perspectiva nacional y social. Es necesario preguntarnos, a propósito de las consecuencias en la destrucción de empleos y la acumulación de la riqueza, ¿qué pasará con la seguridad social? Resultará imperiosa la ratificación del convenio 102. ¿Qué pasará con la acumulación de la riqueza? ¿Quién asumirá los costos de la cesantía? ¿Será el Estado? Entonces ¿habrá que pensar en una reforma tributaria por utilización de medios tecnológicos?
Esta no es una discusión que deba esperar. Lo cierto es que ya está a la vuelta de la esquina y debe incorporar a todos los actores y desde todas las áreas en que se producirán los efectos indicados.
Por Tamara Muñoz, Vicepresidenta de Relaciones Internacionales de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT).
Santiago, 29 junio 2019
Crónica Digital.