A las 19:54 hrs., del miércoles 16 de Septiembre de 2015, un terremoto de 8.4 grados de magnitud, remeció a la región de Coquimbo. El epicentro estuvo ubicado en la comuna de Canela, cuya ruptura desplazo 9 metros la placa de Nazca bajo la Sudamericana, responsable de la formación de la Cordillera de Los Andes, del activo vulcanismo y de los terremotos.
El día del terremoto, nos encontrábamos a punto de inaugurar la fiesta popular más grande de Chile: La Pampilla de Coquimbo, junto al Alcalde Galleguillos, y sus Concejales, lo que no teníamos previsto era que tuvimos que enfrentarnos a uno de los terremotos y catástrofes más complejas en la historia de Chile.
Pocos saben que, apenas una semana antes del 16/S, en mi calidad de Intendente de la Región de Coquimbo, y presidente del Comité de Operaciones de Emergencia (COE), convocamos –por sorpresa- a un simulacro de terremoto y tsunami, ejercicio que permitió entrenarnos en una situación de catástrofe similar a la real y tener así la claridad necesaria para instruir –vía radial y desde la Pampilla- una “evacuación total e inmediata de todo el Borde Costero”. Lo primero era procurar salvar la mayor cantidad de vidas humanas, lo que permitió el despliegue de miles de efectivos de las FFAA, Orden y Seguridad, Bomberos y Defensa Civil, a todos ellos aprovecho de reconocer por su entrega total, que en algunos casos alcanzó acciones heroicas en los momentos de mayor complejidad cuando el tsunami y los trenes de olas alcanzaron a arrebatarnos 9 vidas, muchas otras fueron rescatadas por estos efectivos.
Un total regional de 11 personas fallecidas, 27.722 damnificados, 2.440 viviendas destruidas y 2.705 viviendas con daños severos, fueron algunas de las consecuencias del 16/S. ONU elogió los esfuerzos implementados por las instituciones del Estado y por las autoridades, que permitieron reducir al mínimo las pérdidas humanas y materiales en esta catástrofe, destacando la eficaz evacuación costera y la exigente normativa sísmica.
El 16-S cerca de 40.000 personas se encontraban en zonas seguras o en La Pampilla, preparándose para celebrar nuestras fiestas patrias. Muchas veces me han rondado preguntas como ¿Qué hubiese ocurrido si el terremoto hubiese sido un día laboral, con familias dispersas, y adultos mayores con problemas de movilidad, solos?, ¿Con niños rehabilitándose en el edificio de la Teletón que luego sería arrasado por el tsunami?, ¿Con esas 40.000 personas que se encontraban en La Pampilla de Coquimbo ahora próximas a las zonas de riesgo?
Como conclusión, nunca debemos bajar la guardia en los procesos de preparación de las instituciones del Estado y de la sociedad civil para enfrentar, de la forma más eficaz posible, los escenarios más complejos y difíciles en materia de desastres naturales.
Claudio Ibáñez González
Académico
Universidad Central La Serena
Santiago de Chile, 20 de septiembre 2018
Crónica Digital