Sin embargo, en su alocución Trump prometió una política migratoria más agresiva que incluya la construcción de un muro en el límite de Estados Unidos con México y la contratación de más agentes fronterizos y aduanales.
Precisamente el tema ha sido uno de los más polémicos y divisivos durante los últimos 12 meses, responsable incluso del cierre parcial de la administración justo cuando el magnate inmobiliario cumplió su primer año en la Casa Blanca, el pasado 20 de enero.
El plan de la Casa Blanca daría la posibilidad de obtener la ciudadanía a 1,8 millones de jóvenes indocumentados, amparados por el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, que instauró el mandatario Barack Obama en 2012, pero eliminado por Trump en septiembre de 2017.
Pero a cambio, el Congreso tendría que avalar un fondo de 25 mil millones de dólares para garantizar la seguridad en las fronteras, incluyendo la construcción del muro con México, permitir el incremento de la persecución contra los indocumentados y acelerar las deportaciones.
El asunto augura renovados desencuentros en el Capitolio entre demócratas y republicanos, pues legisladores, activistas y grupos defensores de los inmigrantes estiman que la propuesta busca sabotear las negociaciones bipartidistas sobre esta temática e imponer la aprobación de una serie de deseos de los sectores más recalcitrantes de la sociedad norteamericana.
Por si fuera poco, y con evidente intención de recabar el apoyo del importante grupo de conservadores evangélicos, Trump aseguró que ‘la fe y la familia, no el Gobierno y la burocracia, son el centro de la vida estadounidense’, al tiempo que presumió de sus esfuerzos para proteger la libertad religiosa.
Durante el discurso, Trump se alejó un tanto de la retórica nacionalista, los ataques políticos y el tono de confrontación que han constituido su tarjeta de presentación desde sus días como candidato electoral.
Y aunque elogió lo que denominó como el ‘extraordinario éxito’ del primer año de su administración en materia económica, la baja tasa de desempleo y la reciente reforma fiscal, evitó referirse a la creciente franja de desigualdad social.
Un informe de la Reserva Federal mostró que en 2016 el uno por ciento de las familias más ricas controlaba el 38,6 por ciento de la riqueza de la nación norteña, una cifra récord.
En el balance de la gestión presidencial se ausentaron propuestas sobre el control de armas, asunto que lacera a la sociedad estadounidense, sobre todo después del tiroteo masivo más mortífero en la historia moderna que a inicios de octubre se cobró casi 60 vidas en Las Vegas.
El jefe de la Casa Blanca tampoco mostró solidaridad con el movimiento #MeToo (Yo también) que apoya a las mujeres de color víctimas de violencia sexual, un comportamiento por el cual es señalado el propio mandatario.
Precisamente indocumentados, mujeres y grupos de la comunidad Lgbti (lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersexuales) organizaron eventos en rechazo al discurso de Trump y denunciaron lo que calificaron como una visión divisiva y elitista del gobernante.
El líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer resumió en un comunicado después de escuchar al presidente Trump: ‘Su discurso esta noche avivó los fuegos de la división en lugar de acercarnos más’.
Por Luis Brizuela Brínguez
Washington, 31 enero 2018
Crónica Digital /PWAwas