A diferencia de las campañas de publicidad de un producto o un servicio, una campaña política requiere de un importante financiamiento. La campaña publicitaria invierte en producción, medios y pago de rostros si es necesario. En cambio una campaña política y en especial una campaña presidencial requieren lo mismo que una apuesta publicitaria, pero también sostener una logística humana que muchas veces es el 50% de valor de la gesta.
Una campaña presidencial necesita de un comando central profesionalizado, también de agitadores y de personas que trabajen en la calle en puerta a puerta y en lugares públicos. A eso hay que sumar el marketing digital y el contingente para trabajar de noche, ya sea cuidando e instalando la propaganda en las calles.
Es cierto que los partidos apoyan el trabajo y la campaña presidencial en las candidaturas parlamentarias, pero no es suficiente. Una opción competitiva debe estar presente en todo el país y el candidato debe visitar todas las ciudades en el menor tiempo posible. Además, hay que agregar que desde hace un tiempo las presidenciales se definen en segunda vuelta, lo que significa intensificar el trabajo y los recursos en un tiempo más limitado donde el contacto por votante se debe multiplicar.
El costo aproximado de una campaña presidencial, con segunda vuelta, alcanza aproximadamente a los 10 mil millones de pesos. A modo de ejemplo, estamos hablando que el avión presidencial que quiere comprar el Gobierno cuesta 9 mil millones de pesos o bien el tercio del presupuesto de un año de la Fundación Teletón. Es decir, muchísimo dinero.
Festinar con las declaraciones de Guillier sobre la falta de recursos para su campaña o creer que es una estrategia comunicacional, es no comprender que el financiamiento es clave para ser competitivo. Se han regulado en las campañas el uso de la publicidad y la franja de televisión, sin embargo, en el caso de la campaña presidencial el dinero sigue siendo determinante a la hora de desplegar y llegar con el mensaje a la inmensa mayoría de indecisos, que cada día creen menos en la política y en lo políticos.
Que un candidato independiente no pueda financiar su campaña y que sólo pueda hacerlo perdiendo tal condición, es quedar a merced y secuestrado por el partido que pone el dinero, lo que hace que pierda su mayor valor y la independencia para tomar decisiones cuando sea Presidente de Chile.
Por Sergio Escobar
Académico Facultad de Comunicaciones, U.Central
Santiago de Chile, 29 de agosto 2017
Crónica Digital