Los resultados de las elecciones primarias realizadas hace un par de días nos permiten tener un sentido de realidad respecto de las fuerzas políticas que participaron en dicho proceso, en particular del Frente Amplio, del cual no teníamos un real parámetro de comparación.
En cuanto a la derecha, sorprendió ―incluso a ella misma― los altos niveles de participación. A pesar que el resultado era predecible respecto del candidato que ganaría dicha elección, la gente que se identifica con este sector fue a votar masivamente. Así lo demuestre el aumento en un 74% de votantes respecto a la primaria de 2013, donde se enfrentaron Andrés Allamand y Pablo Longueira. Es más, en número absolutos, este aumento supera en más de 280.000 votos al total de preferencias que obtuvo el Frente Amplio en estos comicios.
En la otra vereda, en el Frente Amplio no se cumplieron las expectativas de participación que esperaban. El candidato Mayol, en días previos, sostenía que este conglomerado obtendría alrededor de medio millón de preferencias en las primarias, cifra muy superior a los cerca de 325.000 votos que efectivamente convocó dicha coalición.
Por otra parte, los resultados también mostraron que las posiciones más de izquierda y―, por tanto― “revolucionarias”, son minoritarias dentro del Frente Amplio. A lo anterior hay que agregar que atributos no políticos de los candidatos también incidieron en dichos resultados. En definitiva, la hoja de ruta de Sánchez se impuso de manera contundente sobre el programa de Mayol.
Después de las felicitaciones en el comando de Sánchez y la euforia del triunfo graficada en partes del discurso de dicha candidata, donde señaló que: “comienza una etapa donde empezamos a disputar el poder y lo estamos disputando en serio y nos tienen miedo”, los dirigentes y militantes del Frente Amplio deben ―y, si no, deberían― preocuparse de algunas evidencias que dejan los resultados de dichos comicios.
Para constituirse en una fuerza relevante y no testimonial, es necesario aumentar su base electoral, lo que implica alcanzar, al menos, el 5% de los votos del padrón electoral. Es decir, duplicar las preferencias obtenidas en las primarias. Asimismo, para que se constituyan como una fuerza nacional, deben diversificar territorialmente su base de apoyo. El 63,8% de los sufragios obtenidos por el Frente Amplio se concentraron en cuatro regiones: Metropolitana, Arica y Parinacota, Valparaíso y Magallanes. Por cierto, todas ellas asociadas a sus principales liderazgos: Jackson, Mirosevic, Scharp y Boric, respectivamente.
Igualmente, al observar los resultados en la Región Metropolitana, la cual concentra el 47% del apoyo electoral del conglomerado, sorprende que el 31,7% de los votos proviene de las ocho comunas más ricas de la región, frente a solo el 14,4% de las comunas más pobres. Parece ser que el sector de la ciudadanía a la cual va dirigido el discurso de esta coalición no se siente identificado ni seducido.
Si el Frente Amplio no se preocupa y ocupa de estas problemáticas, entonces, como alguien de su sector dice… “es que no entienden nada”.
Por Dr. Rodrigo España
Director de la Escuela de Ciencia Política, U. Central
Santiago de Chile, 13 de julio 2017
Crónica Digital