Anton Guerashenko, consejero del ministro del Interior, publicó en su cuenta de twitter el nombre de Pavel Parshov, un ucraniano de 28 años, nacido en Sevastopol, a quien de inmediato situó como agente de los servicios secretos rusos.
Pero la propia fiscalía general ucraniana se negó a confirmar que fuera Parshov el nombre real del asesino.
Luego se conoció que Parshov era un joven procesado por lavado de dinero y otras violaciones que reclamó en la red social Vkontakt a qué se debía tanto interés de la prensa hacía su persona.
Así, está por confirmarse en realidad quién, ataviado con un traje gris deportivo, chaqueta negra, capucha y tenis rojos, disparó seis veces con una pistola TT contra Voronenkov, a la entrada del hotel de cinco estrellas Premier Palace, en el centro de Kiev.
El asesino llevaba una identificación de veterano de la operación de castigo de Ucrania contra la población sublevada en Donetsk y Lugansk y eso, en opinión del diputado radical Igor Popov, aleja la posibilidad de confirmar la ‘huella rusa’ en ese hecho criminal.
Poroshenko recibió una fuerte respuesta a la acusación que lanzó cuando ni siquiera había fallecido el asesino, producto de heridas en la cabeza y el pecho, causadas por disparos hechos por el guardaespaldas del diputado.
Ante la acusación del millonario chocolatero de que Moscú cometía un acto de terrorismo de estado con el asesinato de Voronenkov, el presidente de la Duma (cámara baja rusa), Viacheslav Volodin, estimó que Ucrania va camino a convertirse en un estado terrorista.
Voloshin estimó que ello está dado porque en el vecino país dejaron de funcionar las leyes y muchos asuntos se resuelven con violencia.
LA TRAGEDIA DE VORONENKOV
Afirma el diario Kommersant que casi en el momento del atentado, Voronenkov se comunicaba por messenger con el director del diario online Censor.net.ua, Yuri Butusov, para recomendarle otra de las entrevistas que de la noche a la mañana lo convirtieron en un extraño antirruso, sobre todo, tras sus ataques a Kiev desde la Duma.
Voronenkov fracasó en su intento de reelegirse en septiembre pasado como candidato por el Partido Comunista de la Federación de Rusia y estaba investigado por casos de malversación y abuso de poder.
Un mes después, viajó con su esposa, la exdiputada por Rusia Unida Maria Maksokova, antigua esposa del líder criminal Vladimir Tiurin, quien la habría ayudado a convertirse en legisladora.
El 6 de diciembre Voronenkov, con familiares en Jarkov, recibió la ciudadanía ucraniana. Ello provocó la indignación de nacionalistas, deseosos de conocer sobre qué bases se otorgaba esa condición a una persona conocida por sus ataques en el pasado contra Ucrania.
Para esa fecha, fue el fiscal general Yuri Lutsenko, quien llevó al estrellato a Voronenkov, al revelar que figuraba como testigo en el extendido proceso por supuesta traición contra Viktor Yanukovich, expulsado del poder por un golpe de Estado en febrero de 2014.
El exdiputado y, al parecer, su compatriota con igual condición Igor Ponomariov debían asistir como testigos en el citado proceso para demostrar, además, una presunta implicación de Moscú en una agresión contra Ucrania, algo que el Kremlin niega rotundamente.
La vocera de la Cancillería rusa, Maria Zajarova, declaró que el así llamado Estado-asesino, en alusión a Ucrania, dejó clara la imposibilidad de la realización de una pesquisa parcial del citado asesinato al acusar sin pruebas y de inmediato a Rusia.
Kiev eliminó desde hace algún tiempo la posibilidad de presunción de inocencia para Rusia y la acusa, además, de estar detrás del bloqueo organizado por los ultranacionalistas a Donetsk y Lugansk o de intervenir directamente en la guerra en el sureste ucraniano.
Sin embargo, Poroshenko pareció crear problemas para su propia imagen de político que controla Ucrania al acusar de inmediato a Rusia. Ahora, serán los propios radicales y neofascistas quienes le exigirán medidas drásticas contra Moscú. Y entonces, ¿Qué podrá hacer?
Moscú, 24 de marzo 2017
Crónica Digital /PL