Si algún provecho dejó la polémica en torno a la realización de los Juegos Olímpicos de 2024 en Roma fue la posibilidad de conocer los argumentos de las partes sobre un tema cada vez más recurrente.
En correspondencia con uno de los postulados de la campaña electoral para ocupar su actual cargo, la alcaldesa Virginia Raggi anunció oficialmente su negativa a respaldar la organización de un evento de esa magnitud, teniendo en cuenta la precaria situación económica de la capital italiana, cuya deuda pública asciende a unos 13 mil 600 millones de euros.
Analistas y expertos en la materia consideran que, aún con nuevos impuestos, la ciudad tardará más de 30 años en saldar esta deuda por la cual se pagan 600 millones de euros anuales, sólo por concepto de intereses.
“Es irresponsable decir que sí a esta candidatura”, afirmó la alcaldesa en su primera conferencia de prensa. Todavía -dijo- estamos pagando deudas de la Juegos Olímpicos de 1960.
La decisión provocó la ira del presidente del Comité Olímpico Italiano (CONI), Giovanni Malagó, quien amenazó con demandar ante los tribunales a Raggi y su equipo de gobierno por los daños causados al modificar el acuerdo de la anterior Junta Municipal.
Con fuerza reaccionaron también los principales medios de comunicación nacionales, los cuales reflejaron en sus principales espacios el conflicto con más voces contrarias que a favor de la alcaldesa.
Para el ministro de Transporte y de la Infraestructura, Graziano Delrio, la decisión de Raggi fue una ocasión perdida.
“Desde el punto de vista infraestructural el paquete elaborado era un proyecto que tendía a potenciar la estructura de Roma, que tiene grandísimos problemas de movilidad, eficiencia en el transporte público y calidad de la infraestructura social”, explicó.
En contra se pronunció el primer ministro, Matteo Renzi quien, sin embargo, optó por evitar la confrontación con el gobierno municipal y consideró finalizada la polémica al manifestar que “no intentaremos realizar los Juegos Olímpicos enfrentados a la administración (de la ciudad) que debe servir de sede”.
Unos días después, Renzi criticó a la alcaldesa cuando, para referirse a su hipótesis de que la organización de los Juegos propiciaría la corrupción, afirmó que “no se detienen las grandes obras, sino los ladrones” y añadió que lo expresado por Raggi era una admisión de incapacidad para dirigir la ciudad.
El proyecto preparado por los promotores de la candidatura estimó un presupuesto de tres mil 200 millones de euros y se apoyó en un estudio de la Universidad de Tor Vergata, según el cual se crearían hasta 177 mil nuevos puestos de trabajo temporales por tiempo indeterminado antes, durante y después del evento.
Esta fue la segunda ocasión en que Roma se retiraba de la lista de contendientes por la sede de unos Juegos Olímpicos. La anterior fue en 2012 cuando el entonces primer ministro, Mario Monti, se abstuvo de firmar la garantía financiera para organizar la cita de 2020, debido a la crisis de la economía italiana.
LAS CANDIDATURAS
Para llegar al punto de ruptura, la candidatura de Roma transitó durante un año y medio por los procedimientos exigidos por el Comité Olímpico Internacional para considerarla entre las finalistas junto a París, Budapest y Los Ángeles. En el camino quedaron Boston y Hamburgo.
La capital del estado de Massachusetts abandonó el certamen antes de oficializar su aspiración, al no contar el respaldo necesario de sus ciudadanos, según informó Scott Blackmun, presidente del Comité Olímpico de Estados Unidos.
Un poco más específico fue el alcalde de la ciudad, Martin Walsh, quien expresó que se negaba a hipotecar el futuro de la ciudad. “Este es un compromiso que no puedo hacer sin garantizar que la ciudad y sus residentes serán protegidos”, señaló.
Hamburgo, por su parte, formalizó su candidatura ante el COI el 16 septiembre de 2015, pero poco después se vio obligada a retirarla por decisión mayoritaria de sus habitantes, expresada en un referendo realizado el 29 de noviembre de ese año, al cual fueron convocados también los residentes en los otros centros urbanos que serían subsedes.
La motivación principal del 51,7 por ciento de los votantes a favor del NO fue la preocupación por el impacto económico de un evento con un costo estimado de once mil 200 millones de euros, y un retorno calculado por los propios organizadores, de sólo tres mil 800.
Otro caso fue el de la ciudad canadiense de Toronto, la cual estimulada por los Juegos Panamericanos que organizó en julio y agosto de 2015, a un costo superior a los dos mil millones de dólares, hizo una fugaz incursión en la puja por la sede de los JJ.OO. de 2024, pero abandonó la carrera apenas un mes después, sin formalizar sus aspiraciones ante el COI.
EL PROCESO DE SELECCIÓN
La selección de la sede de los JJ.OO. abarca tres fases en un período de dos años, desde septiembre de 2015 cuando se anunciaron las ciudades aspirantes hasta septiembre de 2017, fecha señalada para revelar la ciudad ganadora durante la reunión del COI, en Lima, Perú.
Tras cumplir con las exigencias de la primera fase: visión, concepto de los Juegos y estrategia, del 15 de septiembre de 2015 a junio de 2016, las ciudades aspirantes pasaron a la segunda en la cual los aspectos considerados por el COI son la gobernanza, jurídico y financiamiento de las sedes, de junio a diciembre de 2016.
En la tercera, desde diciembre de 2016 a septiembre de 2017, se tomarán en cuenta la entrega de los Juegos, la experiencia y el legado de las sedes.
LA RELACIÓN COSTO-BENEFICIOS
La organización de unos JJ.OO. es una oportunidad inigualable para la ciudad sede, y por extensión el país al cual pertenece, en cuanto al realce de su imagen, valores, cultura y liderazgo.
Contribuye a enaltecer los sentimientos patrios, el sentido de pertenencia de los ciudadanos respecto a su entorno inmediato y a fomentar las relaciones de paz y amistad entre las personas y las naciones.
Estimula, sobre todo en los más jóvenes, la práctica del deporte y el ejercicio físico como parte inseparable de una forma sana de vida, al tiempo que sirve de espacio para la construcción de paradigmas, individuales y colectivos, dignos de imitar.
Puede significar también un aporte importante al desarrollo económico y social, con un impacto inmediato en la creación de puestos de trabajo, el crecimiento del turismo y los negocios en general, además de mejoras en las condiciones de vida a través de obras de infraestructura y construcción de instalaciones que quedarán para el uso de la comunidad una vez concluidos los Juegos.
En torno a estas aseveraciones hay poco disenso. El problema comienza cuando los costos superan a los beneficios.
De acuerdo a un informe elaborado por el Director del Centro de Estudios Olímpicos en la Universidad australiana de Nueva Gales del Sur, Richard Cashman, el impacto de los JJ.OO. para la ciudad que los organiza se puede apreciar en cuatro etapas:
-1.Preparación de la candidatura hasta obtener el derecho a organizar los Juegos.
-2.Siete años de preparación hasta la realización de los Juegos.
-3.La realización de los Juegos, seguidos por los Paralímpicos.
-4.El seguimiento posterior a cuestiones relacionadas con los Juegos.
A su vez, en cada uno de esos momentos hay que considerar otros tipos de impactos como las alteraciones en el diseño de la ciudad, cambios en la planificación física, representación de la ciudad, el país y su cultura, mejoras en la transportación aérea, terrestre y ferroviaria.
El incremento de gastos e impuestos, aumento probable del turismo y la actividad empresarial en general, y la creación de nuevas instalaciones deportivas las cuales quedarán después de los Juegos para uso de la comunidad, forman parte también de los efectos tangibles.
LOS COSTOS
La organización de unos JJ.OO. constituye hoy una aventura muy costosa y altamente riesgosa en la cual, los gastos finales exceden siempre los estimados iniciales.
Según una reciente investigación realizada por tres investigadores de la Universidad de Oxford, en Gran Bretaña, el promedio de gastos para la realización de un evento de este tipo, tomando como referencia el período comprendido entre 1960 y 2016, fue de cinco mil 200 millones de dólares para los Juegos de verano y tres mil 100 millones para los de invierno.
Los JJ.OO. más caros hasta el presente, según la pesquisa, fueron los de Londres, en 2012, en la versión estival, con 15 mil millones, y los de Sochi, en 2014, en la boreal, con 21 mil 900 millones.
Estas cifras incluyen solamente los gastos relacionados con actividades deportivas, no así los vinculados a obras generales de infraestructura como carreteras, líneas de ferrocarril, aeropuertos y hoteles, los cuales, con frecuencia, son mayores.
En términos generales, los gastos incurridos en la organización de los JJ.OO. en el período mencionado fueron un 56 por ciento superiores a los estimados inicialmente, el nivel más alto en cualquier megaproyecto de este tipo.
Según los investigadores de Oxford, en el 47 por ciento de los casos, los gastos finales duplicaron los cálculos originales y los casos más llamativos fueron Montreal-1976, donde el egreso fue 7,2 veces superior al previsto, seguido por Barcelona-1992 con 2,6. Los sobregiros más elevados para Juegos de Invierno fueron los de Lake Placid-1980 con 3,2 y Sochi-2014 con 2,9.
Otra conclusión del informe es que con los cuatro mil 600 millones de dólares invertidos en los recién concluidos Juegos de Río de Janeiro-2016, los gastos para organizar la magna cita deportiva mundial parecen retornar a la media después de la cifra excesivamente alta de Londres.
Aun así, todo indica que la organización de los JJ.OO. seguirá siendo motivo de polémica y será cada vez más difícil encontrar ciudades dispuestas a realizarlos, a menos que cambien sustancialmente las condiciones en las cuales deben asumir tal compromiso.
Por Frank González.
Corresponsal de Prensa Latina en Italia
Roma, 26 de septiembre 2016
Crónica Digital / PL