Con infinita arrogancia, los conspicuos representantes de las patronales, pretenden dar clases de ética democrática a la principal organización sindical del país: la CUT. Lo hacen aprovechando las debilidades arrastradas por esa estructura, desde la recuperación democrática.
El sinfín de mañas y triquiñuelas avaladas por los dirigentes asalariados de la vieja Concertación, sumada la “chispeza” de otros tantos caciques del sindicalismo, ubicados en las diversas tonalidades de las izquierdas, terminó por agotar los dispositivos basados en las vivezas de unos y otros, hubo y existen excepciones, la mayoría de las veces fagocitadas por el silencio -en otras- arrinconadas y sometidas a campañas soterradas de descrédito, o sencillamente, traspapeladas en el amiguismo y la desidia.
Resulta enternecedor ver a diputados como: Nicolás Monckeberg (RN) y Patricio Melero (UDI) preocuparse de la suerte de los trabajadores, sobrecoge tanta piedad, cuando sistemáticamente su sector político; ha puesto todo tipo de trabas a la hora de mejorar las condiciones laborales, de los trabajadores de modo individual, como de las organizaciones sindicales, afectando su capacidad de negociación con los empresarios.
Puestas las cosas en su lugar, lo sucedido en la CUT es una advertencia para las distintas organizaciones sociales, para los partidos políticos que ven en estas estructuras un espacio de disputa de ideas y proyectos. Aquí no caben las conductas en el mejor estilo UDI, recibiendo con vítores y challas al condenado Jovino Novoa. Tampoco se trata de guillotinas, en la multisindical, saben perfectamente lo que sus afiliados esperan. Los partidos de la Nueva Mayoría y otras representaciones de las izquierdas, tienen claro que el conflicto es serio y los caminos de solución, serán examinados por los medios uniformados de prensa de manera exhaustiva, en ese escenario, cualquier efecto dilatorio generará un daño más profundo del ahora perceptible, lo que impacta en la capacidad de presión del movimiento social, cuestión por la que ciertos sectores, ligados a la “transición perpetua” pueden sentirse serenos, mientras en la vereda de los indignados, un dirigente asimila el tropiezo diciendo: “Peor, mascar lauchas”.
En la vereda de los estudiantes, los procesos de criminalización, persecución académica y asesinato de imagen de sus dirigentes, siguen su curso y obtienen resultados a favor de quienes desde su silencio, sostienen las bases del modelo vigente. Como animales carroñeros, como abusadores al acecho, han dejado caer el peso de la noche sobre una dirigencia estudiantil graduada en torpeza política, candidata a magister y digna de doctorado en incapacidad de sostener las alianzas logradas por otros, en largos años de conflicto, han quedado aislados, presos de un maximalismo inepto y expuestos a ser víctimas de acosadores de todo tipo, encubiertos tras una cátedra o pululando en puestos administrativos en cualquier entidad educativa. Eso, mientras los llamados representantes de la ciudadanía, los y las ministras de turno lavan sus manos, dispuestos a esperar diez, veinte años más -entre dimes y diretes- cocinando volteretas con las exigencias estudiantiles, en cuanto a mejorar las condiciones de la educación pública. Diez años, abotonados de vergüenza e infamia.
Los trabajadores perciben la porfía de los conjurados en mantener lo vigente, huelen su tentativa por controlar la agenda política, a cualquier costo. Las masivas manifestaciones de rechazo a las AFPs, generaron un toque de alerta, la reacción de los señores y sus criados de todo pelaje no se ha hecho esperar, el libreto ya lo conocemos, se trata de restar validez a la voz ciudadana, descalificando a diestra siniestra. En consecuencia, al movimiento social y los trabajadores: el tiempo político marca hora 0.
Omar Cid
Crónica Digital