Por Mirna Concha*
La tolerancia tiene riesgos y los últimos acontecimientos en materia de derechos humanos lo terminan de ratificar. Al permitir que -por acción u omisión- se sobrepasen los límites de lo “aceptable”, hoy nos encontramos con una escalada de acciones que agreden la memoria histórica de Chile, y por cierto a familiares y víctimas de la dictadura, presos y ejecutados políticos, torturados, detenidos desaparecidos, exiliados y exonerados.
Durante los últimos veintitantos años los argumentos -o más bien justificaciones- han sido variadas y múltiples: “reconciliación”, “hay que avanzar”, “temas del pasado”, todo lo cual derivó de la histórica frase “verdad y justicia en la medida de lo posible”, pronunciada el 21 de mayo de 1990 por el ex Presidente Patricio Aylwin. Para algunos es “la sospecha de un pacto tácito de impunidad con los militares”, según consignó The Clinic en “El karma de Aylwin”, publicado en su versión online en abril de 2016, para otros la lápida en materia de verdad y justicia.

Son largos de mencionar los ejemplos de cómo la sociedad chilena ha permitido -por omisión y silencio- que la herencia de la dictadura se mantenga. Las heridas siguen abiertas en un país que no logra zanjar su historia.
Es verdad que los gobiernos de la Concertación y Nueva Mayoría quedaron al debe en materia de justicia y reparación, pero es alarmante -por decir lo menos- pues más que en su período anterior, a casi 45 años del Golpe de Estado, en este gobierno de Sebastián Piñera -sin pudor- aflora una derecha cavernaria que en materia de derechos humanos no logra cohesión, dejando solo y aislado al Presidente, quien el año 2012 al visitar el Museo de la Memoria, fijó su postura en esta materia: “(…) cuando uno se olvida, a veces comete los mismos errores”.
“(…) hoy día soy Presidente de Chile y tengo que buscar que estas heridas cierren y que los chilenos podamos mirar el futuro con más unidad, con más respeto y con más tolerancia”, dijo entonces, al indicar que su desafío era “crear en Chile una cultura de tolerancia y de respeto a los Derechos Humanos, porque esa es la mejor manera de protegerenos de cualquier intento, hoy día o en el futuro, de atentar contra los derechos de las personas o contra la dignidad de las personas”.
A solo seis años de esas declaraciones, al Presidente hay que recordarle que uno es esclavo de sus palabras. Estas deben ir acompañadas de acciones: las declaraciones de la vocera de gobierno claramente no ayudan, como tampoco los nombramientos de Hernán Larraín en Justicia, Roberto Ampuero en Cancillería y Luis Castillo en Salud.
Setiembre, mes de conmemoraciones. Nadie sabe para quién trabaja. Gracias ex Ministro Mauricio Rojas. Su paso fue breve, no alcanzó a disfrutar del glamour, pero suficiente para poner la memoria nuevamente en la agenda social y política.
*La autora es periodista
Santiago de Chile, 17 de agosto 2018
Crónica Digital