Escribimos desde la pena. Se nos ha ido Miguel Gómez Segovia, un amigo, un colega, un camarada, un combatiente.
Falleció lejos, el sábado 26 de diciembre, en la casa que compartía con Iris Rainer, su compañera, en Austria, junto a cerros y la vegetación que seguramente le recordaban su paisaje natal.
Nos dijeron que se fue en el sueño, con una cierta resignación ante la inexorable despedida, sin haber cumplido su sueño de volver a su tierra, aunque en la calidez de su hogar, de su familia. Será despedido en Klagenfurt y en fecha próxima sus cenizas llegarán a Chile, según voluntad de su familia.
Vivía una especie de exilio y encontró en la literatura, un refugio y una proyección hacia los escenarios y la problemática que entendía como una responsabilidad política y literaria, tanto como con las esperanzas y demandas de su pueblo.
Nacido en 1943, Miguel Gómez estudió historia, y como tantos se hizo joven comunista en el Pedagógico de la Universidad de Chile, y fue parte de una generación de jóvenes que optaron por el periodismo, ingresando tempranamente a El Siglo, donde fue redactor político.
Tras el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, Miguel asume el liderazgo de quienes cumplieron con la responsabilidad de mantener viva la voz periodística de la resistencia antidictatorial, pasando a la clandestinidad y manteniendo el boletín primero y luego periódico, “Unidad Antifascista” y nutriendo de información las emisoras que desde el exterior denunciaban los horrores de la tiranía y trasmitían confianza y ánimo a los combatientes de la resistencia antidictatorial, la voz de los que no tenían voz y que la dictadura nunca pudo acallar.
Miguel se ve, luego, forzado al camino del exilio y llega a “Escucha Chile”, de Radio Moscú, donde adopta el seudónimo de Alfonso Carrasco, y confirma su calidad de organizador, su fortaleza política y su calidad profesional.
Junto a esposa, Iris Rainer, austriaca de nacimiento, pero chilena por adopción y sus hijos, Aloísia y Esteban, conforman un cálido núcleo familiar del colectivo chileno-moscovita, al que se suma también Carlos, hijo mayor de Miguel.
Posteriormente vuelve a Chile y se incorpora a El Siglo, Y luego, por determinadas circunstancias, se encamina a una suerte de nuevo y doloroso destierro, de vuelta a la lejanía geográfica de la Patria, de su paisaje, de su quehacer cotidiano, pero siempre cercano y siempre pensando en el volver.
Y así llega a la literatura, a la poesía y a la prosa. Y nos dejó como herencia su novela histórica “Kilapán”, por ahora en internet, un relato que testimonia la ferocidad de la llamada “pacificación” de la Araucanía, que es denuncia y testimonio, enjuiciamiento y toma de posición frente al genocidio mapuche hecho por el ejército chileno entre 1860 y 1883 y frente a las demandas presentes.
Miguel escribió a este propósito. “Es necesario que los chilenos conozcamos lo que el Estado hizo durante esa guerra para comprender las causas de las actuales protestas mapuche que se criminalizan y reprimen. Los medios dominantes pretender hacer creer que son sólo problemas policiales y judiciales y no políticos de larga data. El Estado tiene una deuda política y jurídica y cada uno de nosotros, los chilenos, tenemos una deuda moral con el pueblo mapuche”.
Nos queda de Miguel, mucho más que el dolor de la pérdida física irremediable, el llanto de la despedida inevitable. Fue para nosotros, sus amigos y camaradas de sueños y avatares, de esperanzas y trabajo cotidiano, un compañero entrañable, un ser humano, de esos que se aprende a querer en las pruebas y las vicisitudes.
Fue de los indispensables, de los que José Miguel Varas caracterizó con justicia histórica y precisión semántica como “los tenaces”, que en el momento de las decisiones, se comprometió en la resistencia a la dictadura, desde la palabra, la información, el compromiso por la libertad, la democracia, la vida, y del cual todos quienes participamos en esas tareas inolvidables, estamos orgullosos de haberlos contado como líder inmutable, severo, cálido, sólido y tierno.
Ahora cuando dio su postrer batalla, se hace presente toda su historia, injustamente olvidada por las versiones oficiales y acomodadas de algunos, porque hombres como Miguel nunca mueren, permanecen, en nuestras historias, en la historia de su pueblo, en nuestros recuerdos, en nuestros corazones, en nuestro pensamiento y en nuestras esperanzas de futuro.
Y queremos despedirlo con sus propias palabras, sencillas, precisas, que revelan su modestia y profundidad de espíritu, escritas en su página web:
ovejasblancas.cl, con su consigna mirando al futuro, de que “otro mundo es posible”:
“En fin, soy Miguel Gómez, una persona que quiere compartir ideas y sentimientos con mis semejantes, considerar opiniones diferentes y contribuir a develar el engaño que producen los medios de destrucción masiva de la vida y de la verdad”.Por Marcel Garces
Santiago de Chile, 30 de diciembre 2015
Crónica Digital
Hola, Miguel era primo de mi padre, si me podrían ayudar con la fecha de su repatriación?, me llamo Rodrigo Segovia Durán.
EL ADIOS A MIGUEL GOMEZ SEGOVIA.
23 de diciembre de 2015.
El adiós al compañero, amigo y camarada, no es fácil la partida de hombres como tu, se vienen a mi memoria todo tu esfuerzo y lucha anti-dictatorial, muchas veces con las manos vacías, enfrentando al tirano y a sus perros.
Miguel asume la responsabilidad de mantener viva la voz de la resistencia y en la clandestinidad editar el periódico, Unidad Antifascista, no era nada de fácil en esos duros años, brutales tiempos de muertes, de detenidos desaparecidos y exilio.
Miguel pone muy alto su valentía, consecuente, combativa y revolucionaria, cuando dice: “Soy Miguel Gomez…….” Eso es de verdaderos y consecuentes camaradas, los cuales nunca se rinden y dan todo por sus ideas.
Todos mi dolor y sentimiento para hombres luchadores como tu.
Mi más sentido pésame a la familia Gomez Rainer, por el sensible fallecimiento de Miguel, y a su partido por esta gran perdida.
Gracias.
Miguel Gomez.
Hasta el Comunismo Siempre.