Aquellos viejos y viejas fueron los que se quedaron, los que asumieron el dolor, los garabatos, los golpes, la tortura, los vejámenes de la dictadura, de los que impusieron a sangre y fuego el sistema económico que hace que la política y los políticos sean comprados y arrendados, ladrones y vende patria.
Varios de esos viejos y viejas fueron los que se quedaron a combatir a la bestia parda; varios de ellos fueron asesinados. Los sobrevivientes están pidiendo Verdad, Justicia y Reparación, tal como exhortó la Comisión Valech, y el reconocimiento que la Comisión Rettig expuso y cuyo informe el desfachatado Presidente presentó llorando, como si con eso pudiese lavar toda la sangre de nuestro pueblo.
Varios de esos viejos y viejas cambiaron nombres, dejaron hijos y familia para zambullirse en la clandestinidad, para mantener en lo más alto a los partidos y orgánicas que luchaban por la democracia.
Cuando el tiempo se acaba y ya se avizora el abandonar esta forma de materia, los viejos han decidido jugárselas, a no creer más en cuentos ni en promesas incumplidas, y menos en lágrimas de cocodrilos.
Más de 60 de esos héroes, de los que berrearon, de los que se tragaron el dolor y se olvidaron de todos los nombres, números de teléfonos y direcciones, hoy están en huelga de hambre para decir que, al igual que antes, su empeño no cesará. ¿De qué vale la vida si no es para pelear por la justicia y la dignidad? ¿Para qué vivir si no es dignamente?
Necesitamos que los visiten, que las organizaciones sociales declaren su apoyo.
Lo que hoy hacen es por lo que hicieron los que ya no están, y por los que resistieron. ¡Qué mejor homenaje a la vida que dar la vida por la vida!
Nuestros viejos nos están mostrando el camino.
Jorge Bustos
Santiago de Chile, 24 de abril 2015
Crónica Digital