Yo no les voy a hablar
de cosas que tengan gran trascendencia
porque parece ser
que lo único importante para ustedes
es lo bonito
es lo fácil
lo hermosamente escrito.
En cambio les puedo contar
para qué sirven los chicharrones en invierno
la utilidad del ojo de una aguja
lo divertido que resulta
tirar un gato a una acequia
la estupidéz de contagiarse
con la gripe aviar
el placer de estornudar
y quedar con los mocos
colgando de la naríz
el alivio de ir al baño
y dejarlo empantanado…
Como no recordar las veces
que me dejaste al amparo de la tormenta
sin paraguas, sin ropa, sin alma
pero dibujé un refugio entre mis costillas
y encontré el calor…
Comprendí que para todas las cosas existe un dios
hay tantos dioses como casas
últimamente los dioses se meten en mis cosas
pero trato de no hacerles caso
están como queriendo sacarme del planeta
husmeando en mi conciencia
esperando encontrar algo indescriptible…
Talvez sí me encuentres algún día
con mi gruesa gabardina celeste
fumando una amarga pipa
sentado en la última lancha
en el último asiento
mirando el mismo paisaje
aquel del año 38
¿o era el 78?
Que ya ni me acuerdo
Pero tú te acordarás mejor que yo, hermano mío
compañero de lucha
cuando estubimos en el frente de batalla
y ese olor a carne podrida
de aquellos muertos que la muerte abrazaba
y los gritos de los hombres masacrados por las balas
Pero no voy a hablarles de eso…
Que pase el siguiente.
Por Marcel Cofré, escritor
Crónica Digital, 25 de julio 2013