Considero que nuestro país es un fiel reflejo del malentendido brutal que existe a nivel global cuando se habla de Desarrollo Sustentable. Invito a todos quienes tienen conexión a internet a que hagan el ejercicio de escuchar las intervenciones de Sebastián Piñera y la del Presidente de Uruguay José Mujica. Ahí se darán cuenta de los dominios semánticos y de fondo sustantivamente opuestos que subyacen a las mil y una interpretaciones que existen a un concepto quimérico y viscoso que hace casi un lustro cumplió su mayoría de edad en boca de políticos, economistas, ambientalistas, académicos y gente de a pie. Todos los cuales entienden por sustentabilidad y desarrollo algo distinto y que está vinculado directa y estrechamente a su realidad cotidiana y al molino particular donde cada cual acarrea diariamente su cubo de agua.
Hace decenios que el poder y destino de nuestra sociedad ha estado en manos de militares, economistas neoliberales y tecnócratas, políticos miopes e ignorantes de la realidad que les rodea, empresarios de codicia infinita, representantes de iglesias conservadoras, entre otros homínidos intrínsecamente dañinos para los objetivos propuestos en la ya lejana Asamblea General de Naciones Unidas, donde la Comisión presidida por la Dra. Gro Harlem Brundtland presentó el informe “Nuestro Futuro Común” que guardaba en sus entrañas ese concepto con el que todos se llenan la boca y muy pocos se han atrevido a tragarlo y menos a digerirlo.
Envidio a los Uruguayos por demostrar inteligencia y coraje al haber elegido bien a su representante en estos foros internacionales, el que con honestidad, humildad y sabiduría apunta sobre tópicos que a los ciudadanos de a pie le causan sentido, pero que a nuestros gobernantes y a los que detentan el poder económico, militar y espiritual les debe resultar incomprensible y propio de un desvarío senescente de un abuelito bonachón, el que mejor sería mantenerlo en su casa calladito y tranquilito.
La nueva era que vivimos, el antropoceno, en nuestro paisito está golpeando y seguirá golpeando muy fuerte. Como nuestra elite política, económica, religiosa y militar está preocupada sólo de su bienestar a corto plazo y tiene al frente a una sociedad civil completamente desarticulada y atomizada con capacidad de movimiento y oposición muy restringido; es muy probable que la misma naturaleza termine por imponer los límites a la codicia neoliberal y farandulera que campea al sur del mundo. La pregunta es si los ciudadanos de a pie seremos capaces de despertar a tiempo y elegir de manera inteligente. De lo contrario, legaremos a nuestros nietos una copia feliz del infierno, como se lo imaginaron alguna vez Dante y El Bosco.
Atentamente,
Por Marcelo Saavedra
Biólogo
Santiago de Chile,26 de junio 2012
Crónica Digital