Estas se fundan en una visión más amplia del desarrollo nacional, en un proceso de mejoras continuas de la productividad y en un redoblado diálogo público privado. Al respecto, cabe destacar que esta evolución del empresariado se ha visto favorecida por un recambio generacional importante de sus dirigentes, en años recientes.
Los empresarios chilenos muestran una fuerte diversidad de intereses y el discurso público de sus dirigentes depende del propio cristal con que se esté mirando el mundo. Al interior de cada gremio empresarial, es posible encontrar una tipología conformada al menos por los siguientes cuatro grupos de interés:
a) grupos sectoriales que representan los bienes y servicios de transables, los cuales resultan más expuestos a la competencia externa y, por cierto, se sienten más afectados cuando baja el tipo de cambio;
b) grupos que representan los bienes y servicios de no-transables y que han salido beneficiados con un dólar barato;
c) agrupaciones de PYMEs que sufren con la competencia en los mercados globalizados y que respecto de la gran empresa piden ser tratados en forma diferente;
d) dirigentes empresariales históricos, que cada cierto tiempo muestran sus nostalgias por un régimen autoritario del pasado, que reprimió duramente a la fuerza laboral.
Por otro lado, están las agrupaciones de trabajadores que exigen un irrestricto cumplimiento de las normas legales establecidas, entre ellas la indemnización por años de servicio y, como vemos con fuerza hoy, también han comenzado a demandar cambios en los derechos laborales de negociación colectiva, donde destaca, por ejemplo, evitar los reemplazos de trabajadores en los períodos establecidos por la huelga legal.
Estas agrupaciones de trabajadores luchan por una mejor distribución en el pago de los factores productivos (entre capital y trabajo) y de esta manera aspiran a tener un salario medio que sea más digno y decente, según lo establece la OIT.
En las últimas negociaciones colectivas en empresas emblemáticas del país, entre ellas Codelco, hemos visto emerger una nueva dirigencia laboral, más radical que la anterior y que ha logrado imponer parte de sus planteamientos en situaciones de extrema conflictualidad, donde incluso se debió recurrir a la mediación del Gobierno y también de la Iglesia Católica.
Es interesante notar que para la solución del conflicto, han sido incorporadas las empresas de subcontratistas en la mesa de negociaciones con la empresa mandante, a pesar de no estar contemplado expresamente por la Ley.
Cuando la semana pasada, la Presidenta Bachelet convocó a los diferentes actores políticos a sumarse en un amplio Pacto Social, lo que hizo fue invitarlos a que antepongan los intereses de Chile a los de cualquier otra consideración. Por muy respetable que esta sea, en el fondo nos está pidiendo que no nos desgastemos en una lucha inútil de corto plazo, donde será imposible determinar que es primero, el huevo o la gallina.
Hay algunos que piensan que para lograr el desarrollo hay que crecer primero y que solo después será posible repartir los beneficios de este crecimiento. Hay otros que postulamos en cambio que lo anterior si bien es cierto, no es suficiente para asegurar el desarrollo del país. Y, lo concreto, es que se requiere mejorar sustancialmente la distribución del ingreso ahora, si queremos llegar algún día a compararnos como corresponde con los demás países desarrollados.
Unos y otros deben tener claro que una visión estratégica del desarrollo nacional necesita ser construida a partir de un pacto social que además de integrar a los grupos de ganadores con la globalización, considere brindar un decidido apoyo a los actores más débiles del sistema, vale decir, los trabajadores, las PYMEs y aquellos sectores económicos que han sido los más afectados con la apertura de mercados.
En el largo plazo, Stiglitz propone generar capacidades endógenas para gobernar la globalización y recomienda lograr un equilibrio con contrapesos adecuados entre las funciones reguladoras del Estado y las fuerzas del mercado. Una globalización desenfrenada, lejos de producir mayor bienestar, desemboca en confrontaciones sociales violentas y en una inestabilidad política que en la práctica hace inviable cualquier proceso de desarrollo nacional.
En conclusión, se tiene por delante un camino que no está exento de dificultades y que requiere tomar importantes y urgentes decisiones. En este sentido, o se ponen de acuerdo los diferentes actores políticos, económicos y sociales para establecer un Pacto Social, donde estén contemplados los compromisos de largo plazo por el desarrollo, o simplemente nos olvidamos de ser un país desarrollado. No queda tiempo para dudas.
1,.Juan Carlos Scapini S. Los Gremios Empresariales Chilenos. Ed. Tajamar, 2006
Por Juan Carlos Scapini S. Director Ingeniería Comercial Universidad Central
Santiago de Chile, 10 de octubre 2007
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