Todo el país reconoce que gracias al tesón, decisión y unidad de los trabajadores subcontratados de Codelco, además de la oportuna y sabia mediación de Monseñor Alejandro Goic, se pudo lograr un acuerdo razonable de las partes en conflicto y firmar un protocolo de acuerdo para poner fin a una huelga que marcará precedentes en Chile.
Conocemos bien todos los vaivenes que tuvo este conflicto, también todo lo que se jugaba a futuro por parte de los grandes sindicatos y confederaciones de trabajadores más allá de los adscritos a la estatal cuprífera. Por esta importante razón es que el gran empresariado, desde un principio, trató de deslegitimar las movilizaciones y presionó para que los ejecutivos de Codelco se resistieran a negociar, aún y en algún momento, contradiciendo las directrices primarias de la propia Presidenta de la República.
En este contexto de evidentes signos de alteración social y con una opinión pública favorable a las reivindicaciones de los trabajadores, se fue clarificando que al interior del Gobierno se manifestaron dos posiciones bastantes definidas. Una, encabezada por los ministros del Interior y Trabajo en que lograron mantener el orden público sin recurrir a la represión indiscriminada y brutal. Desechando de plano los intentos de sobreponer la fuerza pública a los huelguistas, por sobre las mesas de diálogo y mediaciones externas como las de la Iglesia Católica.
La otra posición que se dibujó desde un comienzo, fue la neoliberal ortodoxa a cargo del Ministro de Hacienda y secundada fielmente por el presidente de Codelco, José Pablo Arellano. Y es esta actitud equívoca la que retardó innecesariamente los acuerdos y el fin del conflicto que de prolongarse podría haber generado actitudes descontroladas y no queridas por nadie. Porque no es fácil mantener la paz social en medio de tantas desigualdades sociales y exclusiones que no conducen al mantenimiento de los genuinos espacios democráticos. Aquí corresponde destacar el mérito y habilidad política de Belisario Velasco a cargo del orden público a nivel nacional.
No se puede decir lo mismo del titular de Hacienda. Cada día que pasa es más evidente que con recetas preconcebidas, inamovibles y absolutas en materia económica no se puede avanzar hacia la equidad, más bien, estas fórmulas de laboratorio producen variadas turbulencias y serios conflictos laborales y sociales justos que Chile debe enfrentar para que el discurso de la igualdad y el gobierno ciudadano no sea un slogan bien tratado, sino una realidad país a los ojos de los sindicatos y de quién quiera ver.
Los sectores neoliberales, hoy liderados por Andrés Velasco al interior del Gobierno, deben entender que por sobre sus conocimientos económicos y la tentación de absolutizar el mercado por sobre todo, está la construcción del bien común priorizando en forma preferente a los débiles, excluidos, desempleados y subcontratados.
Está probado que sólo con justicia y una equitativa distribución de la riqueza se avanza hacia más democracia constitutiva de una efectiva paz social para todos los ciudadanos y no sólo para una minoría privilegiada propietaria del capital y la riqueza.
Todos los sectores políticos y la opinión pública esperan que la Presidenta Bachelet observe con detención los detalles y las consecuencias de este conflicto entre trabajadores subcontratados y la empresa número uno de Chile. No puede ser que uno de sus ministros por capaz y probo que sea, se transforme en un elemento omnipotente que dicta cual han de ser las normas y conductas en materias que van más allá de su competencia económica y de salvaguarda de las finanzas fiscales.
En otras palabras, nadie puede subordinar al mercado la vida de las personas ni menos el comportamiento de la sociedad en medio de una auténtica democracia. Eso se llama ideologismo económico y Chile, a estas alturas de su vida cívica, no se lo merece. Al contrario y, como bien indica la doctrina social de la Iglesia; se han de buscar caminos de diálogo y entendimiento para avanzar eficazmente en derrotar la pobreza y la inequidad social, solo así se abrirán los caminos de la responsabilidad política y la paz social que todos nos merecemos.
Por Jaime Escobar. Editor de Iglesia de Crónica Digital
Santiago de Chile, 2 de agosto 2007
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