Desde que perdió las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre de 2000, Al Gore se ha propuesto rehacerse a si mismo como defensor del ambiente. Aunque ese año fue el candidato a la Casa Blanca más votado, por las características del sistema electoral estadounidense y alguna irregularidad en el conteo de los sufragios en el estado de Florida- quien se radicó en Washington fue George Bush.
Luego de un período necesario para asumir la derrota, Gore comenzó a mostrarse como un defensor de la ecología y el medio ambiente. Realizó verdaderas giras para advertir sobre los peligros que el calentamiento global ya está produciendo.
Sus exposiciones fueron acompañadas por presentaciones multimedia, que luego se condensaron en el documental Una verdad incómoda, con gran éxito y repercusión, y que ganase dos premios Oscar, a principios de año.
La película muestra en forma categórica cómo la actividad industrial actual ha alterado el clima mundial. A su vez, pronostica que de continuarse en esta senda, el resultado va a ser catastrófico.
Hasta aquí, nada que desconozcamos ni que critiquemos. E incluso es admirable que un político que estuvo tan cerca de ejercer el cargo más importante del mundo exhiba esta posición.
No obstante, (nos) llama la atención que, como contrapartida, una de las soluciones a este verdadero Armagedón hacia el cual se dirige la humanidad es el uso de los agrocombustibles o biocombustibles. Pero si hacemos una segunda lectura, veremos que no hay doble discurso, sino plena coherencia.
El contexto en el surge este artículo es la realización del Primer Congreso Iberoamericano de Biocombustibles en Buenos Aires. El evento abrió sus puertas ayer, con la participación del vicepresidente argentino, Daniel Scioli, y hoy va a contar con la presencia de Gore para su cierre.
Lo que la película Una verdad incómoda y los miles de artículos científicos y periodísticos alusivos- muestra es sencillo: la quema de combustibles es la mayor responsable del calentamiento global.
El razonamiento comprobado empíricamente- es sencillo: la combustión genera como principal deshecho dióxido de carbono (CO2). Este gas cumple una función vital en la atmósfera, y que es la de evitar que el calor del sol regrese al espacio exterior. Esto se conoce como efecto invernadero.
Durante millones de años esto ha sido así, pero en el Siglo XX las emisiones de CO2 se han multiplicado, a la vez que se reducen los bosques y selvas de manera comprometida. Por lo tanto, hay más gases en la atmósfera que producen un efecto invernadero mayor, con lo cual la temperatura media mundial crece lenta, pero inexorablemente.
El aumento de las emisiones de CO2 se debe a la quema de combustibles, que se utiliza en el transporte, en la generación de energía y en los procesos industriales. Estos combustibles son casi en exclusiva, de origen fósil, y se trata del petróleo, el carbón y el gas natural.
Y he aquí la contradicción. La combustión de cualquier combustible a excepción del hidrógeno- genera CO2 como deshecho. Hoy lo generan casi exclusivamente los hidrocarburos porque son lo que casi exclusivamente se usan. No obstante, si se reemplazasen estas fuentes de energía por agrocombustibles, se tendría como deshecho, nuevamente, CO2. Más claro
Pero la citada película evita criticar al excesivo consumo estadounidense de energía y a las políticas de las corporaciones multinacionales que más queman oxígeno. Más que reemplazar la actual matriz energética basada en la quema de combustibles fósiles, lo que Gore propone es reemplazar a los hidrocarburos por energías limpias, que de limpio tienen muy poco.
Entre las soluciones está la del uso de los agrocombustibles, que no se trata de otra acción que la de perpetuar el modelo de destrucción ambiental.
El vicepresidente Scioli sostuvo que Argentina puede convertirse en un líder global de energías renovables en la apertura del mencionado Congreso, en Buenos Aires. Y esta declaración pone una luz de alerta en la zona, más si tenemos en cuenta que fue mucho más explícito al respecto. Disponemos de suelos fértiles y capital social fecundo para su desarrollo, agregó quien es además candidato a la gobernación de la provincia más populosa.
La Argentina, que fue alguna vez llamada el granero del mundo, en el siglo XXI tiene que convertirse en la usina de energías confiables y saludables. Nuestras políticas nacional y exterior se complementan para alcanzar este objetivo, aseguró luego, como para despejar todas las dudas.
Los agrocombustibles no son una energía limpia. El reemplazo de las tradicionales fuentes energéticas, como el petróleo, el gas natural y el carbón, por aquellos de origen biológico no cambia la matriz, que es la responsable del calentamiento terráqueo. Tanto unos como otros contaminan, emiten CO2 a la atmósfera.
AL Gore cierra hoy al mediodía el Primer Congreso Iberoamericano de Biocombustibles, y de inmediato parte hacia Santiago de Chile a participar del seminario Calentamiento global y cambio climático: la hora de actuar rápido.
Debemos estar atentos a ambos discursos, porque tratarse de la versión edulcorada de la gira del presidente Bush por la región hace más de un mes.
Si su alocución se centra en las maravillas de los agrocombustibles, demostraría que sus intenciones son coherentes con la política de la Casa Blanca (sea su residente del Partido Republicano o Demócrata), y que de ecologista no tiene nada.
Antecedentes no le faltan. Gore fue vicepresidente durante ocho años de Bill Clinton (1993-2001), mandato durante el cual Estados Unidos rechazó el protocolo de Kyoto iniciativa poco ambiciosa, por cierto, para reducir las emisiones de CO2- y se puso en marcha el Plan Colombia, basado en la fumigación de los cultivos de coca en ese país con glifosatos, un poderosísimo herbicida. Ningún ecologista invitaría a su cumpleaños o despedida de soltero a una persona con estos antecedentes.
Por Pablo Ramos (APM)
Santiago de Chile, 11 de mayo 2007
Crónica Digital , 0, 125, 11