HIPÓTESIS DE UN CONFLICTO MILITAR ENTRE PAÍSES DE SUDAMÉRICA

La prensa acusa el supuesto intervencionismo venezolano, que calla que en Bolivia, hasta marzo de este año y desde mediados del siglo XX, la “cooperación militar” de Estados Unidos no solamente consistió en el traspaso de armas, sino también en la presencia física de militares norteamericanos, tal como se hizo patente en la cacería al Che Guevara, en 1968. Y calla que en Mariscal Estigarribia, Chaco paraguayo, a pocos kilómetros de Bolivia, Argentina y Brasil. Estados Unidos acaba de reabrir en ese lugar una base militar que cuenta con más de mil efectivos permanentes, que se suma a las bases ya operativas de Manta, Ecuador, y Comalapa, en El Salvador.

De pasadita, El conservador diario El Mercurio vuelve a plantear una hipótesis de conflicto. Elemento que nunca está de más y que siempre es bien recibida por quienes se ganan la vida promoviendo la compra de armas. Se trata de una técnica usada internacionalmente, que cuando sorprende desprevenidos a los políticos y decidores de políticas públicas se convierte en un recurso que justifica el gasto militar.

No es extraño que surja esta semana, a pocos días de una importante discusión parlamentaria referida a la impresentable “Ley reservada del Cobre”, que se cae a pedazos por la irracionalidad de sus argumentos.

El gasto militar mundial en 2006 alcanzará previsiblemente 1,06 billones de dólares, superando el récord establecido durante la Guerra Fría. El anterior récord de gasto militar databa de 1988, cuando los gobiernos gastaron una cifra estimada en 1,03 billones de dólares. Tras decaer en los años posteriores a la guerra fría, el gasto militar se ha ido incrementando paulatinamente desde 1999 y ha experimentado una verdadera explosión desde el 11 de septiembre de 2001.

Pero las operaciones militares de Estados Unidos en Afganistán e Irak no son el único factor de este incremente en el gasto militar global. En 1989 la participación de los países en desarrollo en el gasto militar mundial representaba el 155,8 por ciento. En 1999 ocupaban el 28,8. América del Sur gastaba en 1989 1,3 por ciento del gasto militar mundial pero en 1999 ya gastaba un 2,6. En los años recientes esta tendencia se ha mantenido.

Si Chile se inscribe en la tendencia de expandir el gasto militar mundial está impulsando una política que repercutirá en contra de la estabilidad global. Sabemos, por cifras de UNICEF, que si se destinaran 70 mil a 80mil millones de dólares anuales se podrían cubrir las necesidades humanas más urgentes de la población mundial.

Esta cifra representa solamente el 10 por ciento del gasto militar mundial. Se podría reducir a la mitad la pobreza mundial en el año 2015 si se pudiera destinar a esta meta el equivalente al 25 por ciento del presupuesto militar de Estados Unidos, Reino Unido, Francia Alemania y Japón. Lamentablemente el incremento del gasto militar mundial es un factor que lejos de permitir la seguridad humana, contribuye a la inestabilidad global.

Sabemos que la industria armamentística es un pilar muy importante de la economía de algunos países. Pero el costo global del armamentismo supera con creces los beneficios económicos de esta industria, dañando incluso a los mismos países que se benefician del comercio de armas. Este tipo de opiniones no es propia solamente de quienes rehusamos la todo tipo de violencia por convicciones religiosas.

En 1953 el presidente de los Estados Unidos, el general Dwight Eisenhower lo decía claramente: “Cada arma se que hace, cada buque de guerra que se lanza, cada cohete que se enciende, significa en un sentido final, un hurto a los que tienen hambre y no se alimentan, a los que tienen frío y no se arropan. El mundo en armas no solamente está gastando dinero. Esta gastando el sudor de sus trabajadores, el genio de sus científicos, la esperanza de sus niños”

Chile necesita optar: o apuesta por el armamentismo, propio de las doctrinas de la «seguridad nacional», y que incrementa la inseguridad mundial o se decide invertir más recursos en garantizar la seguridad humana de su población. Para lograr este objetivo debe prevenir la conflictividad social, defendiendo los derechos humanos y el estado de derecho, perfeccionado el sistema de gobierno democrático, y promoviendo el desarrollo humano sostenible. Algo muy grave nos ocurre como sociedad cuando algunas encuestas nos dicen que sólo el 9 por ciento de los chilenos creen que pueden confiar en su prójimo.

La expansión del miedo refleja la inseguridad en la que vivimos los chilenos, y la falta de garantía en el respeto de nuestros derechos sociales. La seguridad humana pasa por hacer frente a los conflictos de una manera pacífica, resolviendo las causas de la violencia estructural, estableciendo un sistema de protección social que permita ampliar las libertades a partir de la responsabilidad colectiva de la sociedad.

Tal vez todavía estamos a tiempo de poder ver cumplida entre nosotros la profecía de Isaías que afirmaba: “De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra” (Is. 2,4)

Por: Alvaro Ramis. El autor es Teólogo chileno. Miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital.

Santiago de Chile, 11 de octubre 2006
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