La modernidad no oculta el desarrollo alcanzado por las mujeres en muy diversas esferas. Cada vez más, tienen acceso a la educación y a la formación profesional. Ya las chicas aprenden muchas cosas en en la calle. Y a menudo, terminan por cogerse, a su cuenta y riesgo, esa libertad que tanto le han negado y, a espaldas de los padres, actúan como les parece. Entonces, quizás, hagan lo que no ha hecho la muchacha a quien sus progenitores le han permitido ciertas libertades y posibilidades para salir.
Por otra parte, esa joven a quien no le consienten llevar una vida de paseos y entretenimientos acorde con su edad y madurez, rompe la comunicación con los padres. No les cuenta nada. Y si algún día tiene un conflicto, acude a sus amiguitas quienes, por supuesto, no tienen mas experiencias que ella y, a veces, se producen situaciones muy lamentables.
Muchas de estas jóvenes me han escrito en busca de consejo cuando han estado en un momento difícil, porque me cuentan que con sus padres no tienen confianza ni se atreven a decirles nada por miedo a sus reacciones.
Es para preguntarse y meditar sobre el asunto: ¿Por qué crear estas situaciones con los hijos adolescentes? ¿Por qué los padres no les dan, desde pequeños, la mayor confianza y les hacen saber que siempre, en todo momento, pueden contar con ellos si, al final, son las personas que más los quieren? ¿Por qué no los escuchan y de esa forma pueden llegar a un entendimiento? Si los padres no saben como piensan sus hijos e hijas ¿de qué forma van a poderlos aconsejar, orientar en un momento determinado? Si no hay comunicación ¿Puede haber armonía entre padres e hijos? Seguramente que no. Unos como otros, deben ceder, deben comprenderse y tratar, por todos los medios, de encontrar el camino que los una y no que los separe cada vez más.
Es oportuno aclarar que tampoco la cuestión es que los y las adolescentes siempre tienen la razón o pueden aspirar a hacer o deshacer, salir donde quieran o hasta la hora que quieran. La adolescencia a veces es temeridad, imprudencia. Tienen como la mágica percepción de que nunca les pasará nada malo y que los peligros son para otros y otras.
Los padres tienen miedo y es lógico porque todavía la chica o el chico no están aptos para enfrentar diferentes adversidades. Además, en la calle, en determinados sitios, se corren riesgos, y a altas horas de la noche, hay peligros. Esto es cierto. No solo para las chicas, para los chicos también. Los padres tratan de evitar que sus hijos e hijas corran riesgos innecesarios. Muchas veces, los y las adolescentes no quieren entender las razones de los adultos ni aceptar nada de nada. Por esto es importante que no se atrincheren unos en un bando y los otros, en otro, convirtiendo el hogar en un campo de pelea.
Cada parte tiene que ceder; una vez más hablo de negociar. En este mundo no hay otra manera de entenderse de manera democrática.
Sucede además que muchos padres y madres temen a los nuevos momentos de sus hijas e hijos sexualmente activos o que podrían serlo en cualquier momento. Temen más quienes menos han preparado a los adolescentes, tanto varones como muchachas, a responsabilizarse con sus procederes y comportamientos sexuales.
Por: Aloyma Ravelo de Revista Mujeres
Santiago de Chile, 5 de septiembre 2006
Crónica Digital , 0, 125, 8