El uso de esta planta, ya sea masticada, fumada o ingerida, daña invariablemente la salud cardiovascular de la persona que lo realice, afirmó.
Los científicos que colaboraron en el ensayo, nombrado INTERHEART, investigaron a más de 27 mil personas de 52 países para conocer los vínculos entre el consumo de tabaco y el infarto agudo del miocardio.
Más del 50 por ciento de los estudiados habían sufrido un infarto antes del análisis.
Los expertos afirmaron que el tabaquismo incrementa el riesgo de que aparezcan trastornos cardíacos en la totalidad de áreas geográficas estudiadas, que resultaron ser Las Américas, Europa, Asia, Africa, Australia y Nueva Zelanda.
El hecho de que para todos los habitantes del planeta existan esos peligros hace necesario un enfoque global común a fin de contrarrestar el tabaquismo, de acuerdo con los investigadores.
El ensayo observó los resultados de diferentes maneras de consumir el tabaco, que fueron hasta el detalle de ver efectos si se fumaba en forma de cigarros de manufactura manual, o mediante pipas y cachimbas.
También se experimentó con el fin de conocer la influencia de la hoja en forma no fumable.
Los científicos explican que los riesgos de infarto agudo del miocardio comienzan con cualquier tipo de consumo, aunque sea de forma pasiva. Incluso, masticando la hoja, que algunos consideran una opción segura, también es muy nocivo.
El informe precisa que tienen altos riesgos aquellos que mastican y fuman, mientras que los jóvenes son más vulnerables que los mayores y los hombres aún más que las mujeres.
Los daños que el uso del tabaco ocasionan al corazón se vinculan directamente con la cantidad consumida, en cualquiera de sus variantes, pero incluso dosis pequeñas, por ejemplo, de menos de 10 cigarrillos al día, aumentan los riesgos del temido infarto.
Y, ya que el consumo pasivo también es perjudicial, los especialistas hicieron un llamado a una actitud responsable de los fumadores dentro de las familias para no someterlas a la exposición involuntaria al humo.
Se insiste en que nunca es demasiado tarde para dejar el hábito, pues los riesgos disminuyen paulatinamente en la medida que el tiempo pasa y se observan reales beneficios a la salud.
Algunos fumadores mantienen “riesgos recesivos” unos cinco años después de dejar el hábito, pero después desaparecen.
Londres, 22 de agosto 2006
Prensa Latina , 0, 99, 10