‘Sin embargo hace algunos días leí con preocupación el listado que un suplemento literario proponía para el premio mayor de nuestra literatura. Mi preocupación va más que por los nombres dados, por los no dados, y por nuestra morosidad en reconocer lo que tenemos.
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¿Como no estar de acuerdo con los tres nombres que encabezaban la nomina: José Miguel Varas, Isabel Allende y Germán Marín?
Yo por lo menos lo estoy, creo que efectivamente Varas es el mayor cuentista que tenemos y su profundidad, calidez y fina ironía ya forman parte de nuestra historia literaria. También creo que mayoritariamente reconocemos el gran aporte de Isabel Allende a nuestra narrativa, pero sobre todo a la difusión de la lectura y de nuestra literatura en el mundo entero. Comparto con agrado el nombre de Germán Marín en esta triada por ser de mis autores preferidos, con un sentido profundo de lo que es una novela; como olvidar caracterizaciones como la de Sofía en su novela ÍDOLA: su figura bien dispuesta, vestida de un rojo punzó, bajo una elegancia un tanto barata, ratifico las elucubraciones que me había hecho
inolvidable.
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Pero en la nomina, y le siguen otros siete nombres, no aparece Gonzalo Contreras y yo creo que debe estar.
Este no es un articulo de critica literaria propiamente tal (talvez nos falte un suplemento como aquel que dirigió Mariano Aguirre), por lo que sin querer profundizar, cosa que tampoco hacen quienes propusieron a los anteriores diez, ni menoscabar la excelente producción literaria de los últimos años, quiero defender solo con argumentos generales los meritos de Contreras.
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Para aquellos que lo han olvidado, Gonzalo Contreras irrumpió definitivamente en nuestra narrativa en 1991, en la voz de aquel vendedor de armas y su lapidaria descripción de nuestra geografía, y de la marginación en que vivíamos en tiempos de la dictadura, con que se inicia su premiada novela LA CIUDAD ANTERIOR: La panamericana va demasiado recta para detenerse en cada ciudad, es como si la hubieran lanzado a plomo a través del mapa, lo cierto es que lo deja a uno siempre al borde del camino
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Después le siguieron EL NADADOR, EL GRAN MAL y su última obra, LA LEY NATURAL. La novela es un género literario al que desde EL QUIJOTE le han vaticinado su decadencia y final, y somos muchos los que creemos que goza de excelente salud. Gonzalo Contreras es un ejemplo de ello.
Precisemos un poco más. En realidad la novela, desde Cervantes y en particular desde el siglo XVIII, a cambiando como a cambiado el mundo (y no estoy considerando textos anteriores, pastoriles, de caballería, etc., para no entrar en temas que no son el objeto de este articulo), y si ha cambiado el narrador (que lo sabia todo antes de Flaubert, o que sencillamente no existe en Henry James) con mayor razón a cambiando el espacio que nos presenta. El mundo moderno acepta la fragilidad de los conocimientos, su cambio constante, el vértigo de la información simultánea, y la literatura no hace más que dar cuenta de estas sociedades y el constante cuestionamiento ético de quienes vivimos en ellas. Los personajes de LA LEY NATURAL cambian y nos dan a conocer la subjetividad de sus procesos personales, a veces con detalles que llegan a la trivialidad, haciendo gala del gran manejo que tiene Contreras de la narrativa contemporánea. Pero no es mi intención, a ratos si la tentación, de analizar más en detalle sus obras, lo importante es reconocer en su voz un aporte indiscutible a nuestra narrativa.
Las novelas pueden ser más o menos comprometidas con los cambios, pero en una sociedad moderna son parte de ellos, no creo que un vendedor de armas busque en ese camino su redención, no veo fines religiosos sino humanos de Buen Vivir, y nuestra sociedad y nuestra literatura tienen aun mucho camino juntos que recorrer.
Entre tanto nosotros podemos celebrar en esta jornada internacional del libro que tenemos muchos novelistas, cuentistas y poetas que bien merecen el Premio Nacional. Uno de ellos es Gonzalo Contreras.
Por: Gonzalo Rovira. El autor es académico y descatado político nacional.
Santiago de Chile, 23 de abril 2006
Crónica Digital , 0, 172, 9’