La justa comienza en un clima caliente, con más de 32 grados centígrados de calor y una temperatura tal vez más alta en el ambiente político, donde las miradas están puestas más en como enfrentar la fase decisiva (segunda vuelta), si se confirman los pronósticos.
Pocos tienen dudas de que la oficialista Michelle Bachelet sacará más allá del 40 por ciento de los votos, pero nadie puede asegurar hasta donde llegará “el más allá”, y ello se convierte en un punto clave para acercarse realmente al final de la película.
Si alcanzara la barrera mágica del 50 más uno, algo poco probable, se convertiría en la primera mujer que gobierna en Chile, pero si la varilla no sobrepasa el 45 “temblaría” el predominio de la coalición de centro izquierda y de ahí el nerviosismo oficialista.
Si se confirman los vaticinios y el multimillonario empresario Sebastián Piñera, que lidera el segmento más “liberal” de la derecha post Pinochet, llega en segundo, el peligro es aún mayor por el “apetito” abarcador del candidato de Renovación Nacional (RN).
Piñera, para quien no son suficientes las propiedades adquiridas con las privatizaciones de las empresas del Estado, aspira ahora a “comprar” también La Moneda y para lograrlo no repara en nada: va de un lado a otro buscan arrebatar votos a los contrarios.
Desde el poeta comunista Pablo Neruda y la cantante popular Violeta Parra -incorporados a su campaña- en la izquierda, hasta líderes de la derecha más dura de la Unión Demócrata Independiente (UDI), pasando por el centro político que habita en la Democracia Cristiana (DC).
Ahí radica el mayor dolor de cabeza para los seguidores de Bachelet si no pasa del 45 por ciento de los votos, porque en segunda vuelta Piñera arrasaría el voto de la derecha, que sumados son más que esos, y ella no está tan segura de obtener todos los de la izquierda.
El pacto Junto Podemos, que ha hecho una excelente campaña con su carismático Tomás Hirsch a la cabeza, aspira con éxito a emular el 10 por ciento que sacó esa agrupación en las municipales del pasado año, pero no todos están convencidos de apoyar a Bachelet en segunda vuelta.
Todo por la traumática experiencia vivida en las pasadas elecciones cuando su voto fue decisivo para que Ricardo Lagos se convirtiera en el mejor presidente que han tenido las transnacionales y los grandes empresarios privados en la historia del país.
El mejor escenario para la candidata oficialista, de no ganar en primera vuelta hoy, sería que el otro abanderado de la derecha, Joaquín Lavín, diera la gran sorpresa y sea el elegido para competir en segunda vuelta y la coalición obtenga la mayoría en el Congreso.
Lo primero no es muy probable, dado el fuerte desgaste que ha sufrido Lavín en los últimos años, pero lo segundo parece más posible: las encuestas dan a la Concertación más del 50 por ciento de votos en las elecciones parlamentarias y ello puede ser decisivo en el balotaje.
Otro “fantasma” para el oficialismo puede ser el abstencionismo, dado el desencanto creciente que manifiestan los chilenos con los políticos y sus “ofertones” de campaña: muchos salieron fuera de la ciudad desde el viernes y no se sabe cuantos regresarán a tiempo para votar.
En Chile, la inscripción en los registros electorales es voluntaria, pero el voto es obligatorio. No obstante, de un padrón de poco más de 8 millones de votantes (más o menos los que existen hoy) un millón 465 mil 851 dejaron de sufragar en las municipales de 2004.
Si a esto se sumaran los 2,4 millones de jóvenes que rehusaron inscribirse, más los votos en blanco y los nulos, daban un gran total de 4,5 millones que prefirieron no elegir candidato alguno en el 2004 (el 56 por ciento del universo electoral chileno).
Si este escenario se repitiera, sería negativo para las aspiraciones de Bachelet, que no obstante los imponderables, sigue siendo la más firme candidata a ocupar La Moneda en los próximos cuatro años. En todo caso, no le vendría mal a Chile que le sacaran un susto.
Santigo de Chile, 11 de diciembre 2005
Crónica Digital/Prensa Latina , 0, 63, 3