Por Marcel Garces: VENEZUELA: LA CONSPIRACIÓN AL ASECHO COMO EN EL CHILE DE LOS 70

No seamos ingenuos.

Los chilenos no tenemos derecho a ignorar lo evidente, aquello que muchos aprendimos de una experiencia dramática, aunque haya algunos que, por prejuicios, cálculo mezquino o intereses subalternos  y el ganar ventajas de  ciertas coyunturas manipuladas a control remoto, se suman a  los que no se equivocan en sus maquinaciones y estrategias mediáticas o políticas y optan por lo que siempre han hecho: conspirar contra la democracia y contra los pueblos.
(Y por favor, no venir a dárselas por ofendidos, o las viudas de Pinochet pretender virtudes democráticas!).
En Venezuela, es evidente, como lo fue en los 70 en Chile, la conspiración está al asecho.
La guerra sicológica está desatada. Y el objetivo estratégico de la sedición en desarrollo es la desestabilización del gobierno constitucional y elegido por el pueblo, encabezado por el presidente Nicolás Maduro.
El libreto puesto en marcha por las fuerzas opositoras contempla desde acciones de desobediencia civil, contraposición de sectores del poder económico, político y si se pudiera, hasta militar, a la gestión del gobierno.
Y por cierto, una parte importante del accionar político es generar un ambiente de confrontación a escala internacional, mover personajes políticos extranjeros “prestigiosos” para,  a través de declaraciones, visitas de “inspección” al país, financiamiento,  ofensivas comunicacionales, opiniones y estudios “académicos” de analistas políticos al servicio de las estrategias sediciosas generar un ambiente de justificación insurreccional, encarnizar la convivencia nacional,  una argumentación pretendidamente “democrática”, y así, aislar al gobierno de Venezuela y desnaturalizar su carácter legítimo, democrático y representativo.
Un breve recuerdo de la estrategia aplicada en Chile en los años 70, por la Casa Blanca, la CIA y los servicios de inteligencia militares de Estados Unidos, el financiamiento y apoyo a los sediciosos locales de la derecha política y empresarial, el entrenamiento y financiamiento de las bandas terroristas locales, el boicot económico, se repiten en Venezuela.
Sin ir más lejos, la conspiración militar descubierta y abortada por el gobierno de Venezuela-a principios del presente año, la llamada  “Operación Jericó” planificada para el 12 de febrero,  con participación de oficiales de la aviación militar del país, ligados a la embajada de Estados Unidos,  y coordinada con acciones de sabotaje económico, asesinatos masivos, bombardeos a lugares estratégicos de Caracas, saqueos, acaparamiento y  especulación con alimentos, es demasiado parecida al “tanquetazo” en Chile, del 29 de  junio de 1973, el ensayo general del Golpe del 11 de septiembre de 1973 y al ambiente generado en Chile en la época.
El alzamiento de un regimiento de blindados de Santiago ese día, comandados por el Teniente Coronel, Roberto Souper y con la participación de la plana mayor de “Patria y Libertad”, banda terrorista de la ultraderecha local, que luego buscaron refugio en Ecuador, buscaba ensayar el golpe, poner al descubierto los dispositivos de autodefensa que pudiera disponer el gobierno legítimo y sus fuerzas políticas, y afirmar los planes de operaciones del golpismo.
La sublevación en Venezuela, por otro lado, coincidió con la difusión de un llamado abierto a la insurgencia contra el gobierno constitucional de Venezuela, con argumentaciones también demasiado parecidas a las que entonces, en los 70, esgrimían los conspiradores chilenos.
El “Llamado a los venezolanos a un Acuerdo Nacional para la Transición”- una especie de proclama de guerra de la sedición, dado a conocer en coincidencia con el intento de golpe,  parte desconociendo la legitimidad del gobierno constitucional de Venezuela.
El argumento de fondo -“ideológico”- es de que, reconociendo su legitimidad de origen, carecería de “legitimidad de ejercicio”, el mismo, al pie de la letra, que buscó justificar la conspiración, el Golpe de Estado del 73 en Chile, que llevó al poder al terrorismo de Estado de la dictadura de Pinochet, con las consecuencias de su balance de decenas de miles de detenidos desaparecidos, asesinados, prisioneros de guerra y exiliados.
Hablan de “fase terminal” del gobierno de Maduro, proclaman su “deslegitimidad en extremo”, de “régimen superado”, y “del ya ineludible  derrumbe del régimen”.
Venezuela viene a ser un nuevo “teatro de operaciones” de una guerra interna y externa, en que las fuerzas de
Derecha, nacionales y foráneas, pretenden  ensayar una estrategia de contención, y en la perspectiva, de exterminio, de eliminación de un proyecto democrático y soberano, que se contrapone al modelo de economía de libre mercado, de alineamiento político internacional y de “integración (subordinación) político militar global”, liderada por Estados Unidos y el Pentágono.
En plano internacional el objetivo es aislar a Venezuela,  establecer un cerco ideológico y político que la debilite, y sobre todo- como fue el objetivo estratégico de la intervención de Estados Unidos en Chile, contra Allende-, de impedir que el ejemplo cunda.
Hay que leer atentamente la historia, aprender de sus lecciones, para evitar que esa tragedia se repita. Aquí y en otras latitudes.
En lo local, hablamos de ingenuidad o de ceguera de personajes- porque queremos descartar complicidad política, de quienes en el ámbito democrático chileno, se han dejado llevar por los montajes mediáticos que avalan la línea conspirativa de parte de la oposición venezolana, porque no podemos creer que los 40 años desde el Golpe de Estado en Chile, el 11 de septiembre de 1973, hayan hecho olvidar a los chilenos, y sobre todo a los políticos locales, la conjura golpista, las fuerzas sediciosas, las acciones desestabilizadoras,  el boicot económico, y la insurgencia neofacista puesta en marcha por la Casa Blanca y la CIA, con la participación entusiasta de la derecha chilena.
La conspiración de los terroristas de Patria y Libertad en los años 70, en combinación, subordinación y complicidad con los servicios de inteligencia militares locales, recibiendo armas  dinero y apoyo logístico  y operacional de la CIA y de los servicios de inteligencia militares  estadounidenses, argentinos y brasileños de la época, es una experiencia política histórica, que no se puede olvidar ni eludir, cuando se analizan  escenarios como el que se está creando en Venezuela.
En cuanto a la derecha chilena, y el duopolio informativo imperante, lo que hacen, también es repetir su conducta de entonces, de 1973, al prestarse para ser altavoces de  los argumentos de la sedición y de la estrategia de la guerra civil en Venezuela.
Pero también intentan aprovechar la crisis venezolana buscando meter cuñas en la Nueva Mayoría, dividir, contraponer a exponentes de la diversidad que caracteriza a la coalición gobernante, para frustrar su gestión, enredarlos en disputas intestinas, a partir de destruir su unidad o cohesión.
Esa es la  verdad de la  milanesa, y lo demás son cuentos, si se me permite la expresión.
Pero para los pueblos de América Latina y sus gobiernos y sectores políticos democráticos, también hay una advertencia en los episodios venezolanos.
Al conspirar contra el gobierno venezolano, Estados Unidos y las Derechas del continente- y algunos de Europa, están enviando un mensaje: -“terminemos con estas aventuras de socialismo del siglo XXI, esto de las asambleas constituyentes, de los derechos de las mujeres, minorías sexuales, de los indígenas, de los negros, de  esto de la economía solidaria y nacional, con la defensa del medio ambiente y del otro de Estado, la Seguridad y  cualquier otro que se atreva a levantar la sola justicia social, y  otras utopías atrasadas y fracasadas”-.
En la lista de los que deberían ser castigados por desafiar el orden imperial, y de los grandes poderes económicos globales, vendrán – si pudieran- Ecuador, Bolivia, Uruguay, Argentina, Brasil, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Cuba, Chile y cualquier otro que se atreviera a levantar la voz.
Lo que buscan los conspiradores es impedir el ejemplo, frustrar las esperanzas en un mundo mejor,
De manera que, además, el problema no termina en Venezuela, Ni siquiera en Maduro, o en los reales o supuestos efectos de una crisis digitalizada por empresarios y sediciosos.

Por Marcel Garces, Director de Crónica Digital

Santiago de Chile, 5 de marzo 2015
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