Magisterio se apresta a formalizar su apoyo a los músicos nacionales, en su aspiración a que iniciativa legislativa permita establecer un mínimo de un 20 % diario de música chilena en programación de las radios.
Que la música es un vehículo para la transmisión de la cultura de un país o de una comunidad es un concepto al que los profesores adhieren mayoritariamente. De hecho, es frecuente que los docentes, en el ejercicio concreto de su labor pedagógica, apelen a la música folclórica y tradicional, como también a versiones o re lecturas innovadoras que revisitan y recrean ese acerbo musical, ampliando o difuminando sus bordes.
Desde esa perspectiva, no debiera sorprender el apoyo que el Magisterio se apresta a entregar a los músicos nacionales, en su lucha por la aprobación del proyecto que modifica la Ley Nº 19.998 e incorpora un artículo que exige a las radioemisoras que al menos el 20% de su programación sea exclusivamente de música chilena, iniciativa que gatilló una fuerte campaña en contra, especialmente de parte de la Asociación de Radiodifusores de Chile (ARCHI).
En efecto, la ARCHI que ha sistematizado su oposición en el documento “Estamos por la música chilena”, ha formulado diversas críticas a la iniciativa, principalmente referidas a que, de aprobarse, se estaría restringiendo la libertad de programación de las radios, lesionándose, de paso, la competitividad de las radioemisoras, ya que en opinión del empresariado radial, el establecimiento de un piso mínimo de programación nacional incentivaría que sus usuarios cautivos prefirieran satisfacerse a través de, por ejemplo, la descarga gratuita de la música de su preferencia desde internet.
Otra de las razones de la ARCHI para oponerse a la iniciativa tiene que ver con la definición de música chilena sustentada en el proyecto de Ley, que señala que es “toda creación del género musical, docta, popular, o de raíz folclórica y de tradición oral, con o sin texto, creada e interpretada por chilenos.” La ARCHI cuestiona esta definición, señalando que, desde esa perspectiva, “son música chilena el reggeaton, la cumbia y la música tropical en general, las rancheras, el pop y el rock, etc., siempre y cuando sean de autoría o interpretación nacional”, por lo que la ley no tendría que ver necesariamente con una “identidad cultural nacional”
Un argumento que al gremio docente le parece “al menos opinable”, en tanto que pareciera perpetuar la noción de una identidad “nacional” restringida a una producción de inspiración únicamente folklórica, sin dar cuenta de los cambios y mutaciones estilísticas producidas en la música chilena contemporánea, como consecuencia natural de la llegada y circulación de diversas influencias culturales, aun más evidentes en tiempos de globalización y porosidad de las fronteras nacionales.
Al respecto, la propia historia de la música chilena está marcada por fenómenos que dan cuenta de esas mixturas, experimentaciones, búsquedas e innovaciones. Particularmente significativo es el caso de la Nueva Canción Chilena o el Neo folklore, expresiones que (más allá de sus diferencias líricas, la primera de crítica social y el segundo más vinculado al imaginario tradicional respecto del campo), movimientos que incorporaron no sólo nuevos instrumentos, sino elementos provenientes del rock, de la música docta y de ritmos populares de origen extra nacional.
Artistas como Violeta Parra o Víctor Jara, respecto de los cuales nadie duraría de su identidad chilena, son emblemáticos de esas búsquedas: varias de las composiciones de la primera siguen siendo consideradas o releídas como piezas de inspiración rock, y en el caso del segundo, probablemente uno de sus temas más conocidos, como es “El derecho de vivir en paz”, fue fruto de su relación con el grupo Los Blops, una de las bandas pioneras del rock chileno, cuyos integrantes fueron los responsables del peculiar y vigoroso arreglo de ese autentico himno pacifista, que destaca por su factura esencialmente rockera.
El clásico “Valparaíso de mi amor”, referencia musical obligatoria a la hora de referirse al principal puerto del país, es un valsecito peruano, mientras que en las zonas rurales del sur del país, la música ranchera, revisitada por los artistas locales, constituye una expresión artística de referencia obligatoria, especialmente en épocas de festividades patrias, lo mismo que ocurre, en la zona patagónica, con ritmos de origen argentino.
Para el Colegio de Profesores, de aplicarse la mirada de ARCHI en lo referido a su comprensión restrictiva de una identidad chilena en lo musical, clásicos como “El tío” Valentín Trujillo y su amplio repertorio de swing y foxtrots, o “Los Ramblers” y su vasto cancionero de twist y rock and roll tampoco acreditarían como chilenos.
Por eso, el Magisterio adelantó que a la brevedad se realizará una serie de acciones conjuntas entre el Colegio de Profesores y un grupo representativo de músicos chilenos, entre las que se encuentran conferencias de prensa, diálogos y encuentros en conjunto junto a profesores de música.
Santiago de Chile, 20 de marzo 2014
Crónica Digital