La poesía de Silvia Rodríguez surge de lo profundamente femenino, por momentos adquiere un tono contestatario desde un feminismo acérrimo o una posición de mujer sufriente, francotiradora que se resguarda del mundo. En otros textos importantes, recoge un erotismo que reúne lo femenino con lo masculino, pero desde una posición de mujer dominante, dueña de su cuerpo y dueña de la relación.
En sus mejores escritos, nuestra poeta se acerca al creacionismo de Huidobro, pero siempre desde una postura apasionada, militante: “Aún no me duelen las crucifixiones,/ ni me florecen insomnios,/ ni mi corazón funerario se cansa/ de abortar páginas escritas…” La poeta maulina asegura no escribir, sino parir versos y eso se nota a kilómetros: “Desde hoy ejerceré mi poder uterino/ no pariré presidentes ni senadores/ no pretendo destronar a nadie/ ni vengo a levantar un nuevo imperio/ solamente cuelgo la escoba/ y me declaro asceta de plazas y bares…”
Según mi parecer, su mayor fuerza surge cuando erotiza la realidad, cuando dispara y acierta en el corazón del mundo: Después de un mes, una hora/ con la carne desplegada al viento/ lamiendo hasta los suspiros/ y el aroma a pisco que intercambiamos/ entre cada beso. Y qué decir del siguiente par de versos, aparecidos en” Versóvulos”, su primer libro: Ven y concédele a mi piel/ el placer de confesarse en tu carne. Aquí se demuestra con claridad lo antes señalado, pues la poeta envuelve con su imaginación erótica el ritual católico de la confesión.
De su último trabajo, “Año bisiesto” recojo versos que se refieren a otro de sus temas preferidos, los marginados, los solitarios, los habitantes de la noche. En el poema “Los Borrachos”, señala: tienen las pupilas tapiadas/ con pedazos de cielo/ caminan buscando equilibrio/ ese punto donde los sobrios creen vivir… y más adelante continúa… sus palabras son un laberinto de humo/ siempre en dirección hacia otra copa,/ buscando la fuente del eterno olvido… La poeta asume la defensa de estos personajes y no sólo la defensa, intuye lo que buscan, interpreta señales. En “Los inquilinos de la noche” nos dice que: Son imperceptibles. No molestan./ Solo hablan con voz vidriosa/ cuando piden otra copa y lo hacen/ como si pidieran otra vida.
A mi modo de ver, Silvia Rodríguez es una poeta con fuerza inusual, es decir, un ser que se atreve a pararse frente al mundo y cuestionarlo, desarticularlo, golpearlo con mazos y luego reconstruirlo a su imagen y semejanza. En este sentido, recojo las palabras de Jorge Teillier: “Y de nada vale escribir poemas si somos personajes antipoéticos, si la poesía no sirve para transformarnos nosotros mismos, si vivimos sometidos a los valores convencionales.” Creo que Silvia no solo escribe poemas, es un personaje poético, se dejó impregnar del viejo sueño de Keats, al punto de llegar a encarnarlo.
Santiago de Chile 13 de agosto 2013
Por Rodrigo Jara Reyes
Crónica Digital