En las últimas décadas, los administradores del actual modelo político han acostumbrado a los chilenos a una democracia con apellido. La han denominado democracia de los acuerdos, democracia protegida, democracia representativa o, la mal llamada democracia sustentada en las leyes del mercado donde los sujetos sociales desaparecen y se transforman en meros consumidores sin rostro tal como alguna vez intentó publicitar, hace algunos años, el sociólogo Eugenio Tironi. Es así también como hoy comienza a aparecer en el escenario político una nueva nomenclatura, que nace y se cimienta desde los palaciegos salones del poder, la democracia sustentada en el marketing político y las encuestas de percepción pública.
En este escenario resulta urgente que la izquierda sea capaz de construir una propuesta política que avance en la construcción de espacios de debate democrático, participativo, sustentado en la tolerancia, en el respeto a las diferencias y, sobretodo bajo una mirada sin prejuicios ideológicos, que enfrente con visión estratégica las profundas transformaciones políticas, económicas y sociales que el país necesita. Es urgente no sólo dar sustento discursivo a la política sino también cuerpo social.
Entonces, ¿Cómo construir una verdadera democracia que asegura la participación transversal de los amplios sectores progresistas y de izquierda en Chile?
La respuesta sé cimenta en una organización que se sustente en la democracia participativa, entendida esta como una nueva forma de democracia protagonizada por los ciudadanos (definidos como hombres y mujeres libres que tienen como fin la transformación de la sociedad) y, por tanto ser la etapa superior de la evolución social de la llamada democracia representativa.
Ello implica que este tipo de organización social sea el órgano rector que fomente las vías y los medios para convertir a los ciudadanos, y sus más diversas formas de interrelación, en actores directos de las transformaciones sociales. Esta es la clave de un gobierno ciudadano.
Por tanto, es urgente fomentar desde el mundo político un tipo de democracia que permita que las personas y sus organizaciones naturales tengan espacios de decisión directa en los temas nacionales o locales, mediante propuestas realistas que resuelvan los problemas estructurales de la sociedad y, que limite a todas las otras formas de democracia, llámense estas de los acuerdos, representativa, protegida, o de consumidores.
Es en esta línea resulta fundamental que la izquierda, desde la política, asuma el compromiso de insertarse o reinsertarse en las organizaciones sociales y comunitarias de manera efectiva, que estimule la formación eficiente y masiva de instancias de participación en el ámbito local. En estos días ya no basta con apropiarse de los cargos formales de representación, la tarea futura de la izquierda es volver a las bases y sustentar su trabajo político en la participación masiva de la ciudadanía.
Es necesario que la construcción de espacios de discusión y debate sea un proceso creativo, inclusive sin desechar ningún mecanismo de comunicación como es el uso masivo de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC´s), entendida ésta como una herramienta que permita romper los mecanismos excluyentes que sostienen las viejas formas de hacer política.
Los estudios demuestran que el uso eficiente y democrático de Internet y de las tecnologías de la información, es el paradigma indiscutible de la nueva sociedad del siglo XXI. Ya los espacios políticos no están limitados a la presencia física para debatir y proponer. El ágora griega, el foro romano o el parlamento ya no son espacios exclusivos y excluyentes para estar políticamente informados y activos.
Las nuevas tecnologías han sido capaces de acortar las distancias y las formas de comunicación han democratizado el conocimiento y el acceso a formas de organización más transversales. En un mundo globalizado la comunicación adquiere un rol fundamental y por tanto estratégica ya que contribuye a la creación de identidad y cultura en toda organización sea esta política, económica o social.
La izquierda del futuro debe abordar desafíos como éste y ser profundamente innovadores en cuanto a las formas de cómo se comunica. La adopción de métodos modernos no significa renunciar a principios, significa actualizar las formas de gestión política que actualmente se hacen, pero, sin olvidar que ésta debe tener como fin asegurar la participación horizontal y democrática de cada uno de los actores sociales. Todo ello si realmente queremos alcanzar una nueva sociedad de hombres libres.
Por: Roberto Portilla . El autor es Editor General de Crónica Digital.
Santiago de Chile, 17 de julio 2006
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