Desde los años ochenta, en Cuba estamos viviendo una época de mayor libertad sexual en algunos aspectos, mientras en otros seguimos anclados a viejos prejuicios y mitos. Quizá tiene que ver mucho con ese machismo que intentamos cortarle la cabeza, pero no lo logramos del todo.
Hablando de nosotras, las mujeres, las cartas que recibimos en la Editorial siguen reflejando un nivel importante de desinformación sobre temas básicos de la sexualidad, el cuerpo, el deseo, el goce…
Se practica sexo hasta en edades en que no se debería, como a los 12 y 13 años, pero esa práctica con desconocimiento –como ocurre con frecuencia–, hace una pésima liga que no facilita lo más importante: el enriquecimiento sexual, la plenitud, el autocuidado en salud. Todo esto, por supuesto, entorpece y desacredita el placer sexual.
Además de los tabúes históricos, sociales y culturales que marcan a las generaciones, incluso posmodernas, existen patrones de conducta, en un proceso inconsciente, que no favorecen para nada el crecimiento erótico, sino más bien lo dificultan, y me estoy refiriendo, en particular, al fingimiento del goce.
En la película Cuando Sally conoció a Harry, hay una interesante escena en la cual ella demostraba lo fácil que es para una mujer fingir su orgasmo. Sally decía: la mayor parte de las veces, los hombres nunca piensan que eso sucede con sus parejas, sin embargo, miles de mujeres han fingido un orgasmo en cierto momento de sus vidas.
Fingir orgasmos puede ser demostrativo de falta de seguridad femenina, dependencia emocional. Unas se dejan guiar por los «consejos» de las amigas, y otras, por el «instinto femenino» insensato que levanta a su pareja la autoestima, haciéndole creer que es el mejor de los «amantes».
Pero en verdad, y para suerte y gracia de nuestro género, existe una tendencia entre las más jóvenes de apropiarse de su cuerpo y su sexualidad. Están claras de lo que desean, no mienten para nada, y se mueven con soltura dentro de su piel. Hablan sin temor alguno de sus gustos sexuales, intereses, y dicen no cuando así lo quieren. Para ellas, el placer tiene espacio y lo disfrutan al máximo.
Más allá del cuerpo y sus recursos
Aunque la escena de Sally fingiendo su orgasmo puede resultar divertida para algunas personas que vieron el filme, la disfunción sexual en las mujeres no es nada gracioso.
Los expertos en este campo afirman que el sexo forma parte de una vida saludable, de modo que si alguna mujer tiene dificultades en lograr el placer sexual, no puede gozar de una buena calidad de vida.
Son muchas las variables capaces de causar la disfunción sexual en las mujeres, lo cual incluye principalmente las cuestiones psicológicas, cambios hormonales, la pos y la menopausia, el embarazo, el parto, problemas ginecológicos… Estas y otras razones pueden incidir en la falta de apetito sexual y, por ende, del placer. Afortunadamente, hay soluciones para la mayoría de estos casos.
Existen otras realidades concretas que influyen a veces de manera directa en el goce sexual femenino. A nivel mundial, y no escapamos de este influjo, se habla y trata más el displacer que el placer en sí mismo, es decir, la «enfermedad» de no sentir goce sexual que las maneras de enriquecerlo como parte de nuestros conocimientos y juegos sexuales.
La investigadora, doctora Luisa Álvarez, quien lleva años relacionada con estos temas, señala: «En el contexto social hemos vivido siempre limitando nuestro pensamiento sobre la sexualidad, por ello somos pocos los profesionales que tratamos el problema desde una visión positiva, la de sentirnos mejor. Para muchas personas, el tema sexual resulta intrínseco y no tiene por qué ser abordado. Pero la gente necesita información de cómo hacer más armónica y disfrutable su vida sexual».
Además de esa realidad básica de que en el lecho somos personas en igualdad de condiciones, sin que una esté solo atento al placer del otro, sino un bien recíproco y sin presiones, es importante conocer la existencia de enfermedades como la diabetes, hipertensión arterial, la depresión y otras, así como determinados medicamentos cuya influencia es decisiva en los deseos y, por tanto, en el goce.
Se dice, y no sin razón: un problema sexual puede ser la primera indicación de que algo anda mal en el cuerpo. Esta baja libido se podría relacionar con enfermedades médicas. Estar atento a las señales corporales y buscar ayuda profesional, es una buena actitud. Asimismo, ciertos medicamentos pueden ser cambiados por otros que no tiendan a crear trastornos en el desempeño sexual.
Afortunadamente, para mujeres y hombres que sufren de un cierto tipo de disfunción sexual, hoy en día existen varias terapias para solucionar esos problemas.
La tarea 37
Hay un asunto en que me gustaría detenerme y se trata de que todas las medidas que se tomen para mejorar la sexualidad sirven para mucho más en cuanto a bienestar, pues el sexo es una parte irremplazable de nuestra salud física y mental global.
Por ello, pasemos a otro aspecto igualmente esencial, relacionado con el goce femenino, que especifica la antropóloga doctora Leticia Artiles: «La prevalencia de vincular el cuerpo de la mujer con la función reproductora deja como agenda pendiente el placer, el erotismo, disfrutes que le corresponden por derecho propio».
Asimismo, en el tema de género, la experta reconoce: «Es poco frecuente que en las mujeres se hable de padecer el displacer», muchas veces vinculado con relaciones de pareja no adecuadas, sobrecargas de género por el desempeño de los roles reproductivos, por las funciones de cuidadoras, sobrecargas de trabajo y otras que conducen a un sexo formal porque tengo que hacerlo; él me reclama; si no lo hago, puede pensar que tengo otra relación o, sencillamente, porque tengo que cumplir».
También la falta de privacidad y otros inconvenientes afectan, en ocasiones, el placer y las motivaciones hasta para sentirlo, argumenta la profesora y precisa: «Las personas necesitan comprender y asumir que el sexo no es la tarea 37, después de haber realizado en el día 36 tareas. En estos casos, no se puede sentir placer, ya que el amor en sí mismo es química entre dos, hace mover las hormonas, feromonas, el deseo, la pasión y todo aquello que lo hace magnífico y a la vez delicioso y único».
Queda una última apreciación. Parafraseando un viejo axioma: el camino del placer está plagado de buenas intenciones… Todas y todos deseamos sentirlo, vivirlo, gozarlo, pero, amigas, para ello, hay que sortear bien y con esmero esas piedras, a veces filosas, que están a lo largo de ese camino.
Por Aloyma Ravelo Tomado de: http://www.mujeres.co.cu
Santiago de Chile, 7 de marzo 2013
Crónica Digital
