Por Marcel Garcés Muñoz*
Nuevamente en Chile, como en 1973, lo que está en grave riesgo es la democracia y la libertad.
La derecha política y empresarial, la oligarquía, los poderes facticos a su servicio, el aparato policial y militar, se disponen a desconocer y si es necesario reprimir las demandas ciudadanas de democracia, progreso, justicia y derechos humanos que maduran en la sociedad, que requiere de cambios, progreso, derechos humanos reales y libertad.
Por ahora los campos de batalla son el Congreso, la Convención Constituyente, la llamada macro zona de la Araucanía, los tribunales de justicia, el escenario de la estrategia y táctica de las Fuerzas Armadas, la Inteligencia estatal, todo ello en un marco conceptual y político de “Guerra Interna” que está en pleno desarrollo.
Los episodios inocultables, de la ocupación militar-policial en el Walmapu, los ataques militares y comandos de la Marina a manifestaciones de jóvenes, mujeres mapuche con agresiones a niños y ancianos, o pescadores artesanales, aparecen como deliberadas provocaciones, destinadas tanto a reprimir a los “enemigos”, como una práctica para acostumbrar- entrenar- a los uniformados, a nuevos episodios, más violentos y mortales, en el marco de una estrategia de guerra interna.
Desde La Moneda, los grupos de poder empresariales, el “segundo Piso”, se parapetan y utilizan al propio Presidente Sebastián Piñera, como portavoz político, operador y manipulador generador de montajes represivos, que aportan y alimentan elementos de propaganda de guerra, y manipulación sicológica de masas, como parte integrante de la estrategia de “guerra interna”, que utiliza para encubrir su incapacidad de estadista- lo que siempre ha soñado ser para pasar a la historia nacional.
En la zona mapuche, se están aplicando estrategias y tácticas puestas en práctica en Colombia, en la lucha contrainsurgente, cuya doctrina fue elaborada por el Pentágono y la CIA, y que integra en sus supuestos básicos, la supuesta y calumniosa idea de identificar insurgencia, lucha guerrillera- cuyas motivaciones son esencialmente políticas, de liberación, sociales y económicas- con argumentaciones simplificadoras y falsas, sobre una supuesta identificación de lucha guerrillera, violencia, y narcotráfico.
Al desatarse la rebeldía juvenil, popular, feminista, poblacional, ciudadana del 18 de octubre de 2019, Piñera se declaró en una guerra contra “un enemigo cruel e implacable”. Pero luego tuvo que recular e intentan apropiarse de las demandas que motivaron el estallido, y pretender manipular el inevitable proceso de la discusión por la ciudadanía de una nueva Constitución, y dar paso, a regañadientes, a la Convención Constituyente.
Fue contra su voluntad y por ello, la Derecha Política y Económica, olvidándose de las buenas maneras lo obligó, a maniobrar para poner en la agenda política y social de Chile, el desarrollo, bastante mediatizado en su primer momento, de un proceso de búsqueda de una Nueva Constitución, pero poniéndole condiciones, cortapisas, a la expresión ciudadana.
Es decir, con “letra chica”, con cerrojos a la real expresión de la voluntad ciudadana, pretendiendo utilizar al Congreso Nacional, a los Tribunales, a los “especialistas”, a los analistas, a los gremios empresariales, para sabotear, desconocer, los derechos otorgados a la Convención Constituyente, y finalmente, bloquear sabotear, y si fuera necesario, desconocer y hacer explotar la institución tan largamente y esforzadamente lograda por la ciudadanía en el ejercicio de su soberanía, sus facultades y la autoridad entregada por los ciudadanos.
Detrás de todo esto está, por supuesto, la esencia antidemocrática de la Derecha política y económica, oligárquica y fáctica, – la misma que actuó criminal y brutalmente en 1973- y que pretende hoy reeditar conspiraciones, terrorismo, crímenes, y desatar la violencia contra la democracia, las libertades, y los derechos ciudadanos, pero sobre todo del pueblo trabajador, de los jóvenes, de las mujeres, de los pueblos originarios y los colectivos sexuales anti sistémicos.
La militarización del territorio mapuche, establecida como un “Teatro de Operaciones”, la ocupación del territorio, la aplicación en la región de tácticas y estrategias de contra insurgencia y la descarada y brutal invasión de sus comunidades y aún de sus casas, y la muerte a balazos, de manifestantes y jóvenes, la utilización de la marinería para aplastar una manifestación de pescadores en Valparaíso, no puede no ser considerado un paso deliberado para preparar un nuevo grado de “guerra interna”, en todo Chile.
Piñera, pasaría así a ser recordado como el gestor de una “guerra interna” no declarada, por lo mismo desatada con argumentos hipócritas y falsos, contra mapuches, contra los jóvenes, contra los pescadores, los trabajadores y los ciudadanos.
La lista de los muertos, de los heridos, de los agredidos, de los golpeados, acompañará para siempre su biografía.
Cuando al presidente, el ministro del interior y otros portavoces de Palacio, argumentan o realmente, despotrican contra la violencia, el terrorismo, calumnian a los mapuche, descalifican a los críticos, criminalizan la protesta y las demandas ciudadanas, lo que hacen es alimentar el odio de los bandidos fascistas en contra de los ciudadanos y la democracia y justifican los criminales planes de baños de sangre contra los demócratas que planifican las bandas neofascistas.
Es decir están sembrando tempestades. Y este hecho no se borra, ni se lava con unos cuantos Ave María, o hipócritas invocaciones a la Divina Providencia, o atribuirse poco menos que un Mandato Divino, un Destino Manifiesto.
Obviamente esta es una reflexión político electoral, en vísperas del 21 de noviembre, cuando la historia nos llama a detener la conspiración en marcha, y cuando se acercan momentos de definiciones decisivas, en el campo del progresismo y de la defensa de la democracia.
Y cuando cabe esperar una reflexión profunda del pueblo chileno, de los partidos y líderes del progresismo, que miren más allá del horizonte inmediato de los particulares intereses y cálculos partidistas, o del “mesianismo” de las verdades reveladas o la misión histórica, y pongan en el primer lugar los objetivos democráticos nacionales, las demandas e intereses de la ciudadanía, y las perspectivas de un futuro democrático y progresista para el país y sus ciudadanos.
(fin)
*Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 9 de noviembre 2021