Por Marcel Garcés Muñoz
Lo único claro, después de la jornada de inscripción de candidatos presidenciales y parlamentarios, de este lunes 23 de agosto es que no hay nada claro en el escenario político electoral nacional en marcha.
No todo está dicho. Y hay mucho por hacer.
Y que, la realidad es que las páginas en blanco, tan vilipendiadas y temidas, por quienes quisieran que nada cambie en el país, la sociedad y su futuro, están definitivamente por escribirse y por diseñarse nuevas perspectivas, nuevos sueños, nuevos proyectos personales y sociales.
Desde luego el interés ciudadano por el ejercicio de la política se hace nuevamente presente cuando se trata de apostar por definiciones trascendentes, como por ejemplo cuando los ciudadanos, tras el triunfo social de la calle en octubre de 1019, imponen el camino de la reforma constitucional, que la Derecha intentó frustrar desde La Moneda, y a través de una campaña propagandística miserable y el chantaje político del llamado “orden social”.
Y luego cuando un plebiscito sin duda histórico, por su trascendencia y su magnitud numérica y social, impone el proceso de cambio constitucional, mas democrático, representativo, participativo de la historia del país al triunfar el “apruebo” de los ciudadanos, de la calle, de las organizaciones sociales, de los demócratas y progresistas, frente al “rechazo”, de los enemigos de la democracia, de la derecha política y económica, de los nostálgicos y viudos del pinochetismo.
No es casual, entonces que en este ímpetu popular, la Derecha sea rechazada en la elección del poder constituyente, la Convención Constitucional, dónde irrumpen nuevas fuerzas hasta ahora invisibilizadas por el sistema político que ha estado administrando el poder, y nuevos protagonismos populares.
Tenemos entonces una nueva configuración del poder político, nuevos actores, nuevos perfiles programáticos, una nueva agenda, y es posible que se desarrolle una nueva institucionalidad, una nueva lógica en los mecanismos de ejercicio del poder, lo que permitiría responder a las nuevas demandas y necesidades de un país en real camino de justicia social y económica, y de un pueblo que busca ser protagonista de su futuro y de la construcción de su futuro.
¿Es esto tan difícil de entender?
¿O es que no buscamos, sobre todo en la derecha, pero también en el llamado progresismo, o en las –desgraciadamente, tantas lecturas divergentes de la izquierda ( “somos poquitos, pero bien sectarios y divididos”), respuestas coherentes , creadoras, responsables, a las interrogantes que la historia, pero sobre todo las necesidades, los desafíos, las demandas, han puesto ante nuestras responsabilidades?
Y los lideres, se enredan- “se entretienen” podría decirse en torno de sorna- en cálculos supuestamente serios de sus expertos en encuestas y cálculos electoralistas, sobre eventuales escrutinios que no se confirman en la realidad de la voluntad político electoral de “la gente”.
El ejercicio de la democracia requiere de responsabilidad, de seriedad, de un sentido de la realidad objetiva. De lo contrario es una apuesta aventurera, un ejercicio demagógico, que nada tiene que ver con un objetivo democrático, de una disputa por ideales, de una perspectiva por principios, proyectos, sueños, esperanzas, o quizás, en definitiva, utopías, que vale la pena vivir.
Por ello, afirmamos que el momento que vive nuestro Chile no es la culminación de un proceso que nos ha llevado a este umbral histórico definitorio. Esto es real, pero no se trata de un momento definitorio final del futuro político electoral de Chile.
No es así. Es como en la historia cuando vamos tras el horizonte de nuestros amores, de nuestras ilusiones, de nuestros sueños.
Cuando llegamos a lo que suponemos es el límite final, el logro de nuestros objetivos, la realidad nos advierte, que estamos en solo un nuevo comienzo.
Y que tras el esfuerzo realizado, lo que hemos hecho- y es pertinente sentirnos orgullos de lo avanzado- es abrir un nuevo camino, que nos plantea nuevos desafíos y es lo que da sentido a nuestra existencia social.
A la fecha tenemos nueve candidatos presidenciales, lo que parece, claramente una exageración, de la a veces tan aludida “vocación de servicio público” de los postulantes, muchos de los cuales no deben tener siquiera la ilusión de competir por el puesto, sino de aparecer en los noticiarios como una rareza de la farándula local, o simplemente de una variación enfermiza de la vanidad y un ego, cuando no un simple y mezquino cálculo electoral destinado a perjudicar a algún otro, al más puro estilo mercenario de una nueva versión del “cura de Catapilco”.
Pero sin duda hay lecturas que hacer acerca de objetivos y destinos que perfilan las principales postulaciones y el escenario político.
La primera reflexión es que era mentira toda la abjuración acerca de la política hecha desde la propaganda de La Moneda, desde la Derecha, la centro derecha, algunos locuaces de la centro izquierda y la izquierda, “unidas” en un sainete de mentiras y falsificaciones ideológicas, que dicho sea de paso fue instalada por la “guerra sucia” de la dictadura de Pinochet.
Ahora queda claro que cada cual, tiene una clara posición y militancia política, tiene una definición ideológica, ajenos a una supuesta calidad de “independientes”, y que defiende tales o cuales intereses de los sectores que los instalaron en el escenario. Y los financian, sobre todo en el caso de los candidatos de la derecha empresarial y pinochetista: Sebastián Sichel y José Antonio Kast.
Yasna Provoste, que reflejaba inicialmente- y acorde a su historial político y partidario, su origen étnico y regionalista, una posición progresista, deberá defender sus postulados de un imagen centrista, unitaria, democrática, frente a los “barones” y “condes” históricos de la DC, que la marginaron de la acción política y hoy buscan manejar los hilos de su candidatura.
No la tiene fácil, frente a una manipulación mediática brutal en su contra por parte de El Mercurio y la Derecha, y las puñaladas por la espalda, de su propio sector.
Finalmente, y no quiere decir que supongamos que será el cuarto en discordia, Gabriel Boric, representa la cara nueva, generacional y políticamente, que realmente significaría una renovación en el escenario del poder en Chile, que además es el primero en la magnitud del apoyo ciudadano individual registrado, de acuerdo a las primarias legales y la informal Consulta Ciudadana de Unidad Constituyente, o la inscripción directa en la boleta electoral.
El riesgo real, sin duda es la figura de José Antonio Kast, un engendro del facismo hitleriano en Chile, por su origen familiar, que apuesta, con un lenguaje y estrategia agresiva, y un proselitismo hacia militares y carabineros en retiro, ex agentes represivos de Pinochet, a desplazar a Sebastián Sichel, como abanderado de la Derecha.
La apuesta de Kast es pasar a la segunda vuelta, derrotando a Sichel, ganarle a Boric o a Provoste, prometiendo establecer en el país, el “orden social” y “la autoridad”.
Entonces tenemos mucho que reflexionar al respecto. Y sobre todo tener en cuenta lo que está en riesgo: la democracia, los Derechos Humanos, la justicia social, la institucionalidad, el reconocimiento de los pueblos indígenas, la educación, la salud, la previsión social, como un derecho y no como un “bien de consumo”, la igualdad de género, el reconocimiento de los pueblos aborígenes, etc.
Por ello, la definición electoral del 21 de noviembre próximo en primera vuelta y una eventual segunda vuelta, el 19 diciembre, se vincula con el proceso constituyente y el futuro institucional, político y social de Chile, y cuya permanente defensa ciudadana es también una responsabilidad y un deber permanente de los ciudadanos.
Tenemos mucho que hacer. Y no hay tiempo que perder en trifulcas internas, Es tiempo de unidad, de determinación, de generación de una nueva esperanza y de hacer realidad los sueños de un Chile mejor.
(fin).