La intervención extranjera en el origen de las protestas ciudadanas en Chile

El ciclo de movilización ciudadana que tuvo su punto de partida en las evasiones al Metro y que desde el viernes 18 de octubre se propagó por todos los rincones de la patria, tiene un origen que procede fuera de nuestras fronteras nacionales. Sin embargo, no se trata del Foro de São Paulo, el Grupo de Puebla o de los Gobiernos de Venezuela, Cuba o Rusia, como se ha sostenido, con indisimulado delirio, desde la derecha y la ultraderecha chilena y extranjera.

En Internet han circulado innumerables fake news y “memes” reiterando esa aseveración, incluso con la pretendida develación de los siniestros planes de la izquierda, propagados por las legiones virtuales de bots, haters y trolls fanáticos de la derecha extrema. También fue comentado en el reportaje de “La Tercera” que apuntaba a una “posible vinculación con los servicios secretos” de Cuba y Venezuela en los ataques incendiarios al Metro, que supuestamente era investigada por las autoridades. Ello provocó que se publicara una retractación del medio casi inmediata, luego de que la “información” fue desmentida por el Fiscal preferente de la Zona Oriente de la Región Metropolitana, Omar Mérida.

No es todo. Desde Estados Unidos se acusó a Rusia de usar agitadores en las redes sociales para “exacerbar las divisiones” en Chile. “Tenemos indicios de actividades rusas para dar un curso negativo al debate”, dijo a la prensa un funcionario del Departamento de Estado. La Casa Blanca informó que Donald Trump llamó a Sebastián Piñera para expresarle su apoyo y denunció que hay “esfuerzos extranjeros para minar las instituciones” en el país. El Secretario General de la OEA, Luis Almagro, denunció un “patrón” de desestabilización proveniente de Venezuela y Cuba –que incluiría a Chile–, atribuyéndoles a esos países una responsabilidad en las multitudinarias movilizaciones.

Hay un origen extranjero, pero no está en Moscú, en La Habana o Caracas. Más bien hay que rastrearlo en Washington, Chicago y Langley.

¿Cuáles son los ejes principales que han articulado las movilizaciones de la ciudadanía? La indignación con los abusos y la desigualdad, el rechazo a las elites políticas y económicas, por lo que han apuntado al sistema político–institucional, sobre todo a la Constitución, y el modelo económico–social. Allí radica el origen del malestar y de la protesta. Ello puede confirmarse a través de las diversas encuestas de opinión pública conocidas desde el 18 de octubre, pero también por el camino de observar en terreno las demandas que levantan las personas en las calles.

Y ese origen efectivamente fue resultado, en gran medida, de la intervención extranjera en Chile.

LA ACCIÓN ENCUBIERTA

Poco más de tres años después del golpe de Estado en Chile, el 18 de diciembre de 1975, se conoció en Washington el “Informe de la Comisión (del Senado de los Estados Unidos) designada para estudiar las operaciones gubernamentales concernientes a actividades de inteligencia”. La Comisión fue presidida por el senador demócrata Frank Church, por lo cual se le conoce generalmente como el “Informe Church” o la “Comisión Church”, y su propósito fue investigar la “Acción Encubierta” de la Central Intelligence Agency (CIA) en Chile entre 1963 y 1973.

Church estuvo a un paso de transformarse en Presidente de los Estados Unidos en 1977, pero declinó competir con James Carter, y además uno de los miembros de la Comisión, Walter F. Mondale, fue luego Vicepresidente de los Estados Unidos.

La investigación del Senado de los Estados Unidos mostró rigurosamente las operaciones encubiertas emprendidas por la CIA, bajo orientación de la Casa Blanca, para impedir que Salvador Allende asumiera la Presidencia de la República en 1964 y 1970, y una vez que ello ocurrió, para crear las condiciones para abrir paso a un golpe de Estado. Pero no es todo: el “Informe Church” muestra que Estados Unidos además influyó, en tiempos del Gobierno de la Unidad Popular, en el diseño de la orientación política y económica que adoptara la tiranía que resultara del derrocamiento de Allende.

En el capítulo “Acción Encubierta Durante los Años de Allende”, en la sección “Técnicas de Acción Encubierta”, se indica lo siguiente: “El principal proyecto de propaganda de la CIA se financió con un amplio rango de actividades propagandísticas. Se produjeron varias revistas con circulación nacional y un gran número de libros y estudios especiales. Se desarrolló material para implantar en la cadena El Mercurio (…); periódicos de partidos de la oposición; dos periódicos semanales; todas las estaciones de radio controladas por los partidos de la oposición; y varios programas de televisión en tres canales. El Mercurio era el canal principal de propaganda durante 1970–1973, al igual que había sido durante las elecciones de 1970 y el periodo previo a la investidura”. Y agrega que “la CIA también financió progresivamente una gran parte –más del 75 por ciento en el año 1973– de una organización de investigación de la oposición. Un constante flujo de material económico y técnico fue a partidos de la oposición y grupos del sector privado. Muchos de los proyectos legislativos presentados por la oposición parlamentaria fueron redactados en realidad por personal de la organización de investigación”.

Más adelante, en la sección “Actividades de la CIA posteriores al golpe en Chile”, se consigna lo siguiente: “Otro objetivo, conseguido en parte a través del trabajo hecho en la organización de la oposición antes del golpe, era ayudar al nuevo gobierno a organizar y llevar a cabo las nuevas políticas. Archivos del proyecto registran que colaboradores de la CIA estuvieron implicados en la preparación de un inicial plan económico que ha servido como base para las decisiones económicas más importantes de la Junta”.

¿Quiénes eran esos colaboradores de la agencia del país del norte que trabajaron, antes del golpe de Estado, en “la preparación de un inicial plan económico”?

El ex Canciller y ex Ministro de Defensa Orlando Letelier, exiliado en Estados Unidos, había tenido conocimiento de las audiencias y el trabajo de la Comisión Church. Así, el 28 de agosto de 1976 publicó en la revista “The Nation” un artículo titulado: “Los ‘Chicago Boys’ en Chile: el terrible impacto de la libertad económica”.

Señalaba: “El programa económico actualmente puesto en práctica en Chile realiza una aspiración histórica de un grupo de economistas chilenos, la mayoría de ellos entrenados en la Universidad de Chicago por Milton Friedman y Arnold Harberger. Profundamente involucrados en la preparación del golpe, los ‘Chicago Boys’, un nombre con que se les conocerá en Chile, convencieron a los generales que ellos estaban en condiciones para complementar la brutalidad que los militares poseían, con los activos intelectuales de que carecían. El Comité Especial del Senado Norteamericano sobre Inteligencia ha revelado que los ‘colaboradores de la CIA’ ayudaron a planear las medidas económicas que la Junta Militar chilena puso en ejecución inmediatamente después de usurpar el poder (‘A Draconian Cure for Chile’s Economic Ills’, Business Week, 12 de Enero de 1976). Testigos ante el Comité sostienen que algunos de los ‘Chicago Boys’ recibieron fondos de la CIA por esfuerzos de investigación tales como un programa económico de 300 páginas que fue entregado a los líderes militares antes del golpe”.

Letelier será asesinado el 21 de septiembre de ese mismo año en Washington por la DINA.

EL LADRILLAZO DEL NEOLIBERALISMO

¿Qué eran los “Chicago Boys”, respecto de los cuales Letelier aludió, haciendo referencia a las revelaciones de la Comisión Church?

Parte de la respuesta la dio, poco después del fin de la dictadura, el economista Sergio de Castro Spíkula, que fue Ministro de Economía y Hacienda entre 1975 y 1982, y uno de los principales articuladores de los “Chicago Boys”, en el Prólogo al libro “El Ladrillo. Bases de la Política Económica del Gobierno Militar Chileno”, publicado en 1992 por el Centro de Estudios Públicos (CEP).

Señala Sergio de Castro: “En 1956 se firmó un convenio entre la Pontificia Universidad Católica de Santiago de Chile y la Universidad de Chicago por el cual un grupo de alumnos seleccionados de la Universidad Católica y de la (Universidad de) Chile irían becados a la Universidad de Chicago para realizar estudios de Posgrado en Economía (…) Así fue como a partir de octubre del año 1958 se produjo una profunda transformación en la enseñanza en la UC”. Agrega: “Producto del prestigio académico alcanzado fue que en 1967 y 1968 se organizara un curso de Economía especialmente diseñado para empresarios. Este curso se dictó en las oficinas de la Sociedad de Fomento Fabril y concurrieron los empresarios más representativos e importantes del país”.

¿A qué se referían la “Comisión Church” y Letelier cuando hablaron de un programa o plan económico, sustentado en su preparación por la CIA en tiempos del Gobierno de Allende y que fue clave para las definiciones económicas de la dictadura?

Aunque obviamente sin referencia alguna a la intervención de la CIA que develó la Comisión del Senado de Estados Unidos, la respuesta parece otorgarla el mismo Sergio de Castro: “El persistente deseo de un Chile mejor impulsó a un grupo de académicos a intentar la elaboración de un programa de desarrollo económico (se refiere a los mismos Chicago Boys). Nuestro norte fue entregar recomendaciones con el propósito de ayudar a sacar al país de la postración económica en que se había sumido: ¡de la desesperanza y de la pobreza generalizadas en que nos estaba envolviendo y encarcelando el régimen de la Unidad Popular!”.  Detalla: “Inicialmente trazaron las líneas generales Emilio Sanfuentes, Sergio de Castro, Pablo Baraona, Manuel Cruzat y Sergio Undurraga. Era obvio que la tarea era inmensa y superaba con creces a este pequeño grupo. A inicios de 1973 decidimos ampliar el grupo de participantes y así entraron, como miembros permanentes de los temas de discusiones, Juan Braun, Rodrigo Mujica, Álvaro Bardón, Juan Carlos Méndez, Juan Villarzú, José Luis Zavala y Andrés Sanfuentes. A partir de marzo de 1973, las reuniones fueron, por lo general, una vez a la semana en horario vespertino. Lugar: Suecia 286. En la medida de que transcurría el tiempo aumentó la periodicidad y también se incorporó más gente al análisis, la discusión y la elaboración de documentos. Se integraron José Luis Federici, Ernesto Silva, Enrique Tassara y Julio Vildósola, quienes asistían esporádicamente y en virtud de temas que se les encomendaba analizar para ser discutidos en las reuniones ampliadas”. Y anota un detalle significativo: “No fueron pocas las oportunidades en las que Jaime Guzmán Errázuriz participó de estas reuniones, enriqueciéndolas con su natural simpatía y genial inteligencia” …

Ese trabajo dio origen a un documento de 300 páginas conocido, por su volumen, como “El Ladrillo”, y que fue el diseño original de implantación del neoliberalismo en Chile, una concepción radical del capitalismo que el grupo de economistas aprehendió en Chicago y que luego implementó al transformarse en el equipo económico de la tiranía.

Sergio de Castro sostiene que “sólo uno de los miembros del grupo académico, sin que el resto lo supiéramos o siquiera sospecháramos, tenía contacto con los altos mandos de la Armada Nacional. Grande fue pues nuestra sorpresa cuando constatamos que la Junta de Gobierno poseía nuestro documento y lo contemplaba como de posible aplicación”.

NEXOS CON LA ARMADA Y EL MERCURIO

¿Cuál era el nexo del equipo de economistas neoliberales con la Armada?

El periodista Víctor Herrero en su libro “Agustín Edwards: Una biografía desclasificada del dueño de El Mercurio”, indica que Edwards fue “uno de los grandes promotores de los Chicago Boys. A muchos de ellos los había incorporado durante los años 60 a la página económica de El Mercurio o a su Centro de Estudios Socioeconómicos (CESEC). Por eso, Donnie conocía personalmente a los principales redactores de ‘El Ladrillo’. El grupo estaba liderado por Sergio de Castro, Emilio Sanfuentes y Pablo Baraona, entre otros”.

Señala que el equipo de economistas fue convocado por Emilio Sanfuentes en 1972, quien a la vez actuó a solicitud de Roberto Kelly, ex oficial de la Armada (en la que fue Director de Personal y Comandante Primero del Buque Escuela Esmeralda) y en esos días “gerente de algunas empresas agrícolas de Agustín Edwards”. Al mismo tiempo, Kelly “actuaba a sugerencia del Almirante (José Toribio) Merino”. La idea “era contar con un sólido plan económico en caso de que los militares se tomaran el poder” …

A esas alturas, la Armada era la rama de las Fuerzas Armadas que más comprometida se encontraba en la preparación de un golpe de Estado, y la que históricamente más amplios vínculos tenía con Estados Unidos. Edwards había emigrado al país del norte después de la victoria de Allende, manteniendo estrechos vínculos con el Presidente Richard Nixon; “El Mercurio”, propiedad de Edwards, había devenido en uno de los principales receptores de los millones de dólares remitidos por Estados Unidos para desestabilizar al Gobierno de la Unidad Popular; además Edwards integraba desde 1968 la “Cofradía Náutica del Pacífico Austral”, entre otros junto a José Toribio Merino, Roberto Kelly, Sergio de Castro y Hernán Cubillos, éste último ex oficial de la Armada y principal ejecutivo de “El Mercurio” y de las empresas del Grupo Edwards desde 1963 a 1974 (además, padre de la hoy Ministra de Educación).

Los “guardianes y promotores” de las ideas neoliberales, señala Víctor Herrero, “eran casi todos hombres que habían estado vinculados a Agustín Edwards”. En ese sentido, indica que “El Ladrillo” era “un radical programa económico elaborado por gente ligada a El Mercurio y las empresas del Grupo Edwards”.

Cuenta que el 11 de septiembre de 1973, Roberto Kelly, René Silva Espejo (director de “El Mercurio”), Fernando Bravo Valdivieso (uno de los abogados del diario), el economista Sergio Undurraga y Jaime Guzmán se reunieron en Editorial Lord Cochrane. “Se dedicaron durante horas a reproducir el texto con el fin de repartirlo lo antes posible entre sus contactos militares”, señala. Al día siguiente el Almirante Merino nombró a Kelly como director de la Oficina de Planificación Nacional (Odeplan).

Herrero recuerda que unos pocos días después del derrocamiento de Salvador Allende, el almirante José Toribio Merino declaró: “La Junta de Gobierno tiene el propósito de sanear el país y luego presentar una realidad nacionalista pura, chilena, portaliana, sin aderezos extranjeros”. Con sorna, comenta Herrero: “Sin embargo, los ‘aderezos extranjeros’ serían cruciales para implantar en el país un modelo económico que había surgido a partir de los años 50 en las aulas de la Universidad de Chicago”.

COMPLOT EN CALLE SUECIA

¿Qué había en calle Suecia N° 286, Providencia, donde Sergio de Castro consignó que se reunían los economistas neoliberales para preparar su ladrillazo a Chile?

Allí funcionó el cerebro invisible de la conspiración neoliberal en los tiempos de la Unidad Popular. Funcionaba el Instituto de Estudios Generales, el “Grupo Portada” (que publicaba las revistas “Qué Pasa” y “Portada”), y el Movimiento Gremial. El articulador principal era Jaime Guzmán. Era el espacio de convergencia de los economistas neoliberales con los intelectuales conservadores de la Pontificia Universidad Católica, tales como Gonzalo Vial, y otros procedentes de las Escuelas de Derecho y Economía; con los hombres de “El Mercurio” como el propio Cubillos y el periodista Cristián Zegers (hasta hace poco director del diario), y propagandistas como Álvaro Puga y Tomás Mac Hale; con los operadores del “alessandrismo independiente” como Edgardo Boetsch.

El Instituto de Estudios Generales, emplazado en Suecia 286, sería “la organización de investigación de la oposición” a que alude el Informe del Senado de los Estados Unidos y que la CIA llegó a financiar en más del 75 por ciento en el año 1973. Era el think thank de la “nueva derecha” autoritaria y neoliberal que se proponía refundar Chile.

Un detalle: en calle Suecia N° 286 funciona hoy la sede central de la Unión Democrática Independiente (UDI).

El abogado Joan Garcés, ex asesor del Presidente Allende, en Estados Unidos revisó miles de archivos de los servicios de inteligencia y parte de sus conclusiones las publicó en el libro “Soberanos e intervenidos, estrategias globales, americanos y españoles”. Allí indica que entre 1970 y 1973, la antena de la CIA en Chile preparó “listas de personas a detener, instalaciones civiles clave y personal a ser protegido, instalaciones gubernamentales que debían ser tomadas, planes gubernamentales de urgencia a aplicar en el caso de una insurrección militar”. Agrega: “Financiaba revistas y libros dirigidos hacia los militares, como un informativo escrito, el semanario SEPA, y un centro de estudios –el Instituto de Estudios Generales. Este último organizaba seminarios para oficiales en activo donde economistas formados en la Escuela de Chicago explicaban con léxico políticamente aséptico que el Gobierno estaba destruyendo la economía. Tras la insurrección, “técnicos” del Instituto de Estudios Generales dirigieron la política económica de la dictadura. Por eso, el 11 de septiembre de 1973 no fue un cuartelazo latinoamericano más. Era una etapa en la deliberada, sistemática, científica destrucción de un Estado democrático, de las libertades y la soberanía de su pueblo. La solemnización del sometimiento de la sociedad fue plasmada en la Constitución”.

Un libro sobre historia de la UDI, publicado por la propia colectividad, comenta que en los días de la Unidad Popular “Jaime Guzmán había comenzado a generar un estilo nuevo en la acción pública”, recordando las reuniones que realizaba “en la casona de la calle Suecia, junto al Instituto de Estudios Generales”. Agrega que, luego del golpe de Estado, “Guzmán aceptó integrar la Comisión encargada de redactar una nueva Carta Fundamental, tarea importantísima, pues la UP prácticamente había destruido la institucionalidad chilena. En paralelo Sergio de Castro, Emilio Sanfuentes, Pablo Barahona, Álvaro Bardón, Sergio de la Cuadra, Jorge Cauas y Roberto Kelly, destacados economistas, comenzaban a participar en el gran imperativo de la reconstrucción económica del país”.

Es interesante el nexo que hace ese trabajo de la UDI entre la elaboración de una nueva Constitución y el modelo económico. En la edición de la revista “Portada” que apareció después del golpe de Estado consignaban, ebrios de júbilo con el genocidio en marcha, que la emergente tiranía no solamente tenía a la vista una completa propuesta de plan económico (el neoliberalismo), sino que además asumía el desafío de edificar “una nueva institucionalidad”, una Constitución que dejara atrás para siempre, a su juicio, “los vicios” del “estatismo” y la democracia sin restricciones.

Esa concepción de país –digitada en sus orígenes desde Washington, Langley y Chicago– hoy es resistida por cientos de miles de chilenas y chilenos por todo el territorio nacional.

Por Víctor Osorio. El autor es director ejecutivo de la Fundación Progresa.

Santiago, 7 de noviembre 2019

Crónica Digital.

 

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