En forma inesperada, las críticas al “Kirchnerismo” y sus políticas de desarrollo económico irrumpieron en el debate con motivo de las primarias presidenciales del oficialismo. Por ello estamos hablando de un cuestionamiento a la política económica implementada en los gobiernos de Néstor Kirchner (2003–2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007–2015), que se caracterizaron, en gran medida, por un fuerte impulso a la demanda interna.
Los juicios críticos parecieran olvidar que la estrategia argentina de potenciar la demanda interna fue una respuesta a la enorme crisis de 2001-2002 y a la necesidad de revertir años de políticas neoliberales de apertura al mercado externo, privatizaciones y desregulación.
LOS PILARES DEL DISEÑO
A ese respecto, habría que señalar que la estrategia y política en este sentido, pretendían la reactivación de la economía argentina después de la profunda crisis de 2001–2002 y se basó en los siguientes pilares fundamentales, que nos parecen completamente atendibles para la realidad trasandina de la época:
–Recuperación del salario real y el empleo: Se implementaron políticas para mejoramiento de los ingresos de los trabajadores y reducir el desempleo, lo que a su vez impulsó el consumo. Esto incluyó la restitución de las paritarias (negociaciones colectivas de salarios) y el salario mínimo, vital y móvil.
–Expansión del gasto público con énfasis en la obra pública y en la inversión social, lo que inyectó dinero en la economía y estimuló la demanda.
–Políticas de redistribución del ingreso: A través de programas sociales y la recuperación del sistema previsional por el Estado, se buscó mejorar la distribución de la riqueza y aumentar el poder adquisitivo de los sectores de menores ingresos.
–Sustitución de importaciones: Se promovió producción nacional para abastecer el mercado interno, lo que generó empleo y actividad económica local.
–Desendeudamiento externo: La renegociación y cancelación de una gran parte de la deuda externa con el FMI permitió liberar recursos que antes se destinaban al pago de intereses, los cuales pudieron ser volcados a la expansión del mercado interno.
–Tipo de cambio competitivo: Un tipo de cambio real elevado favoreció las exportaciones, lo que también impulsó la producción nacional y el consumo de bienes locales.
La economía de este período buscó generar un círculo virtuoso de crecimiento basado en el consumo interno, la inversión pública y la recuperación del poder adquisitivo de los salarios, buscando alejarse del modelo centrado en el endeudamiento externo y en una apertura al mercado internacional irrestricta y desregulada.
Al término de las Administraciones de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, la totalidad de los indicadores económicos mostraban resultados positivos. En particular, se habían logrado recuperar niveles significativos de bienestar social, con una expansión significativa de los derechos de las personas y una mayor participación en la distribución del producto.
EJEMPLOS INTERNACIONALES
Es importante consignar que la estrategia de potenciar la demanda interna no ha sido puesta en marcha solo por Argentina. La estrategia de potenciar la demanda interna como motor de crecimiento económico ha sido puesta en ejecución por diversos países, con contextos y resultados diversos. Algunos ejemplos significativos:
- Países de América Latina:
México: Durante gran parte del siglo XX, y particularmente después de la Gran Depresión de 1929 y las Guerras Mundiales, México implementó políticas orientadas a la reducción de su dependencia de las importaciones y fortalecer su industria nacional. Esto implicó una protección arancelaria y un fomento del mercado interno para bienes manufacturados.
Brasil: Al igual que México y Argentina, también adoptó un modelo de desarrollo basado en la sustitución de importaciones en diferentes fases de su historia, con un fuerte énfasis en el desarrollo de la industria local y el estímulo al consumo doméstico. En periodos recientes, como los Gobiernos de los Presidentes Lula y Dilma Rousseff, también buscaron impulsar el consumo interno a través de políticas sociales y de redistribución.
- Países de Asia:
Japón: Aunque es conocido por su éxito exportador, sus primeras etapas de industrialización (después de la Segunda Guerra Mundial) estuvieron marcadas por el desarrollo del mercado interno para sentar las bases de su capacidad productiva. La reconstrucción y el aumento del poder adquisitivo interno impulsaron la demanda de bienes manufacturados.
Corea del Sur: En forma similar a Japón, Corea del Sur, previo a volcarse a la exportación, promovió el desarrollo de un mercado interno en crecimiento y en políticas de apoyo a la industria local para consolidar su base productiva.
- Economías desarrolladas:
Estados Unidos: A lo largo de su historia, y especialmente en el siglo XX, el vasto mercado interno de Estados Unidos ha sido un motor fundamental de su crecimiento económico. La clase media y el alto consumo han impulsado la producción y la innovación. Períodos como el “New Deal” de Roosevelt (en respuesta a la Gran Depresión) se centraron en revitalizar la demanda interna a través del gasto público y programas sociales.
Alemania: Después de la Segunda Guerra Mundial, la reconstrucción alemana y la creación del llamado “milagro económico” se basaron en la combinación de inversión, exportaciones y aumento significativo del poder adquisitivo de sus ciudadanos, que impulsó el consumo interno y la producción.
EL ORIGEN DE LA CRISIS ARGENTINA
Pareciera existir un consenso entre economistas, sociólogos e historiadores en Argentina de que las políticas neoliberales implementadas durante la década de 1990 fueron la causa estructural y principal de la crisis económica, social y política de Argentina en 2001 y 2002.
Si bien la crisis tuvo un desenlace crítico con el “corralito” y el estallido social de diciembre de 2001, sus raíces se encuentran en el modelo económico adoptado a partir de 1989, pero especialmente consolidado en la Presidencia de Carlos Menem (1989–1999) y continuado por Fernando de la Rúa (1999–2001).
Una de sus dimensiones fue la Convertibilidad (Ley 23.928 de 1991). Fue la columna vertebral del modelo. Si bien logró frenar la hiperinflación y traer estabilidad inicial de los precios, a la larga generó una sobrevaluación del peso. Esto derivó en un creciente déficit comercial. Para financiar ese déficit y sostener la paridad cambiaria, se recurrió al masivo endeudamiento externo, tanto público como privado. Esto creó una burbuja de deuda que se volvió insostenible.
A ello se sumaron las Privatizaciones Masivas y el Desmantelamiento del Estado. En este período, se privatizaron empresas estratégicas del Estado, en telecomunicaciones; energía; gas, agua y saneamiento; aerolíneas; ferrocarriles y la petrolera estatal. Si bien se argumentó que aumentarían la eficiencia y reducirían el déficit, no se cumplieron las expectativas de inversión y mejora de servicios. Las privatizaciones generaron una importante pérdida de empleos en el sector público.
La apertura indiscriminada de la economía expuso a las industrias locales a una competencia desigual con productos importados más baratos, afectando la producción local y el empleo.
Se impuso un Ajuste Fiscal con recortes del gasto público, en parte para cumplir con las metas fiscales impuestas por el FMI y reducir la necesidad de endeudamiento. Sin embargo, estos ajustes a menudo afectaron servicios públicos fundamentales y por lo tanto generaron descontento social.
Las políticas mencionadas llevaron a un Crecimiento Exponencial de la Deuda Pública y un endeudamiento crónico. A medida que el país se endeudaba para sostener la convertibilidad y financiar sus déficits, la carga del servicio de la deuda (pago de intereses y capital) se volvió insostenible. Argentina no pudo seguir endeudándose para refinanciar sus vencimientos, lo que precipitó el default.
La crisis de 2001–2002 fue la culminación de un modelo que, si bien logró la estabilización de los precios en un momento inicial, generó profundos desequilibrios macroeconómicos: una moneda sobrevaluada, una creciente deuda externa insostenible, desindustrialización progresiva y aumento del desempleo y la pobreza. El “corralito” fue el detonante final que reveló la fragilidad de un sistema que había agotado sus posibilidades.
Por Víctor Osorio. El autor es periodista.
Santiago, 24 de junio de 2025.
Crónica Digital.