En las redes sociales de Argentina hubo no pocos “libertarios”, como se autodenominan los partidarios de Javier Milei, que sostuvieron que monseñor Robert Prevost asumió el nombre papal de León en alusión a la identificación simbólica del inquilino de la Casa Rosada con el mamífero. Es difícil de creer que el fanatismo y la ceguera puede llegar a tamaños extremos.
En primer lugar, el nuevo Pontífice tenía una estrecha relación con el Papa Francisco, a quien Milei insultó en un hecho sin precedentes, y ha manifestado cuestionamientos a las políticas de Donald Trump, que para el Mandatario argentino pareciera ser el Mesías o algo así. Lo más importante: el cardenal Prevost es ahora el Papa León XIV, en referencia a León XIII, el 256º Papa de la Iglesia Católica, desde 1878 hasta su fallecimiento en 1903.
Se llamaba Gioacchino Raffaele Luigi Pecci y su pontificado de 25 años marcó un período significativo en la historia de la Iglesia, caracterizado por fundar la llamada “Doctrina Social de la Iglesia”, que desde una perspectiva ética reivindicó la dignidad de los trabajadores frente a los abusos del liberalismo capitalista. Una postura que el nuevo Pontífice, sin duda, ha querido colocar como identidad de su pontificado y que está en las antípodas de las ideas de conservadores y extremistas de derecha.
De hecho, Milei ha fustigado en su estilo brutal ideas básicas del pensamiento de León XIII, como la dignidad del trabajo, la justicia social y el papel del Estado en esos propósitos.
DE LAS NUEVAS COSAS
León XIII es más recordado por la historia por su encíclica del 15 de mayo de 1891, Rerum Novarum (“De las cosas nuevas”). Este documento abordó las condiciones de la clase trabajadora al calor de la Revolución Industrial que implantó el capitalismo en el mundo. En esta carta solemne del Papa reivindicó los derechos de los trabajadores a un salario justo, condiciones de trabajo seguras y la formación de sindicatos. Al mismo tiempo, afirmó el derechos a la propiedad privada. Por esta encíclica fue llamado “Papa de los trabajadores”.
Por cierto, este documento trascendental marcó un hito en la historia de la Iglesia Católica al abordar directamente las condiciones sociales y económicas de la clase trabajadora, en un contexto marcado por la acelerada industrialización capitalista en Europa y América del Norte. Ello dio como resultado un conjunto de avances económicos y materiales, al tiempo que generó inmensas desigualdades sociales, pobreza generalizada y condiciones de trabajo inhumanas. León XIII sintió la necesidad de ofrecer una guía moral y ética frente a lo que se dio entonces en denominar la “cuestión social”.
El objetivo fundamental de “Rerum Novarum” fue definir la postura católica sobre la justicia social y establecer principios para la construcción de una sociedad más equitativa. Buscaba ofrecer una alternativa al socialismo marxista, al que fustigaba por su ateísmo materialista, y al capitalismo liberal sin restricciones, el cual solía ignorar los derechos y la dignidad de los trabajadores.
León XIII afirmó el derecho de los trabajadores a un salario justo, lo que significa suficiente para mantenerlos a ellos y a sus familias con dignidad; su derecho al descanso y condiciones de trabajo seguras y saludables; y a la formación de sindicatos para proteger sus intereses. A los empleadores les recordó su obligación de respetar la dignidad de sus trabajadores y no tratarlos como meros instrumentos de lucro. Todo ello permitiría, a su juicio, la necesaria armonía entre empleadores y empleados.
La encíclica defendió firmemente el derecho a la propiedad privada, argumentando que es esencial para la libertad y el bienestar de las personas y las familias. Sin embargo, también enfatizó que la propiedad tiene una función social y que los dueños deben usar sus bienes no solo en su propio beneficio, sino también para el bien común.
Por otro lado, Rerum Novarum delineó el papel pertinente del Estado en la esfera económica y social. Rechazó la intervención excesiva que sofocara la iniciativa privada, pero afirmó que el Estado tiene el deber de promover el bienestar público y proteger los derechos de todos los ciudadanos, especialmente los más vulnerables. Esto incluía la promulgación de leyes justas y la intervención estatal para corregir abusos e injusticias.
UNA PROFUNDA INFLUENCIA
Esta carta solemne del Papa tuvo un impacto profundo y de larga duración. De hecho, la encíclica “Rerum Novarum” representó un antes y un después en la forma en que la Iglesia abordaba las cuestiones sociales. Se considera el documento fundacional de la “Doctrina Social de la Iglesia”. Sus principios han influido en numerosas encíclicas posteriores y han guiado la acción social de la Iglesia. Contribuyó al desarrollo de la legislación laboral en países de la Tierra y al surgimiento de movimientos políticos y sociales que, inspirados en la ética cristiana, luchan por una sociedad más justa y humana.
Si bien antes de esta encíclica, existían reflexiones sobre la justicia y la caridad, incluyendo las formuladas por los llamados “Padres de la Iglesia” en los primeros siglos de historia del cristianismo, no había un cuerpo doctrinal sistemático y articulado que abordara con rigor las complejas realidades socioeconómicas de la época.
“Rerum Novarum” abrió un camino que fue seguido por numerosas encíclicas posteriores que desarrollaron y aplicaron sus principios a nuevas situaciones y desafíos sociales, como Quadragesimo Anno (Pío XI), Mater et Magistra y Pacem in Terris (Juan XXIII) y Populorum Progressio (Pablo VI), entre otras. En su desarrollo se profundizaron aspectos claves como el derecho a la propiedad privada y su función social, comenzando a hablarse del “destino universal de los bienes”.
La encíclica despertó la conciencia de la Iglesia sobre la urgencia de la “cuestión social” y la necesidad de involucrarse activamente en la defensa de la dignidad de los trabajadores y los pobres. Ello impulsó a sacerdotes, religiosos y laicos a organizarse y trabajar por la justicia social, a través de la creación de sindicatos, organizaciones de ayuda mutua, y la promoción de legislación laboral justa. En este sentido, legitimó la preocupación de la Iglesia por los temas sociales, reivindicando su derecho y deber de pronunciarse sobre las cuestiones que afectan la dignidad humana y el bien común.
Además, “Rerum Novarum” proporcionó principios éticos fundamentales que han influido en la forma en que los católicos abordan la política y la economía, como la dignidad de la persona humana, el bien común y el comunitarismo, la justicia social y la solidaridad.
En el largo aliento, su influencia perdura hasta nuestros días, guiando la reflexión teológica, la acción pastoral y el compromiso de los católicos en la construcción de un mundo más justo y fraterno. Y fue el marco en el que aquella reflexión engendraron en América Latina la Teología de la Liberación y la “Teología del Pueblo”, que nació en Argentina más ligada a la experiencia política y social del justicialismo. En esas fuentes se formó el Papa Francisco.
EL LEGADO DE FRANCISCO
De hecho, existe una clara resonancia y continuidad entre los temas centrales de la “Rerum Novarum” y las propias reflexiones magisteriales y acciones sociales del Papa Francisco.
Por cierto, la centralidad de la cuestión social de su pensamiento. Como “Rerum Novarum” surgió de los urgentes problemas sociales de la expansión del liberalismo capitalista y se centró en la situación de la clase trabajadora, el Papa Francisco colocó consistentemente a los marginados, excluidos y víctimas de la injusticia en el centro de sus preocupaciones. Sus críticas a los sistemas económicos globales, la desigualdad y la “cultura del descarte” son una profundización y actualización de la preocupación fundamental por los vulnerables expresada por León XIII.
La llamada “Opción Preferencial por los Pobres”, principio central de la Doctrina Social de la Iglesia y que estaba presente en forma tácita en el espíritu de “Rerum Novarum”, fue una característica definitoria del Papa Francisco. Sus acciones y palabras priorizaron siempre las necesidades y perspectivas de los pobres y de aquellos en las periferias de la sociedad.
Así como “Rerum Novarum” criticó los excesos del capitalismo que llevaron a la explotación de los trabajadores, el Papa Francisco expresó de forma similar fuertes críticas a los sistemas económicos contemporáneos que exacerban la desigualdad, priorizan las ganancias sobre las personas y dañan el medio ambiente. En una potente actualización, su encíclica Laudato Si’ vincula directamente la injusticia económica con la degradación ambiental.
De la misma forma, que León XIII enfatizó que el derecho a propiedad privada no es absoluto y tiene una función social, el Papa Francisco reiteró este principio, enfatizando que la riqueza y los recursos deben servir al bien común. En este sentido, el Papa Francisco retomó la crítica a la explotación en el lugar de trabajo, el trabajo precario y la falta de oportunidades para un trabajo digno, pero amplio la comprensión del trabajo para incluir todas las formas de actividad humana que contribuyen al bien común. Al respecto, en consistencia con “Rerum Novarum”, el Papa Francisco enfatizó la responsabilidad de los Estados, pero además de los organismos internacionales de proteger los vulnerables, promover el bien común y abordar desafíos globales como las desigualdades y el cambio climático.
El Papa Francisco continuó abordando en sus enseñanzas y acciones las “cosas nuevas” de nuestro tiempo, como la globalización, los avances tecnológicos, las crisis ambientales. Lo hizo con el mismo compromiso fundamental con la dignidad humana, la justicia social y el bien común que orientó “Rerum Novarum” del Papa León XIII.
Ese Pontífice que parece influir en el nuevo Papa que deberá continuar transitando por ese camino.
Por Víctor Osorio. El autor es periodista y fue Ministro de Estado.
Santiago, 9 de mayo de 2025.
Crónica Digital.