Por Marcel Garcés Muñoz.
La presentación en el escenario del Teatro de la Universidad Finis Terrae de la obra de Juan Radrigan, “ El Invitado”, induce a una reflexión del espectador, más allá de la circunstancia del merecido homenaje a una aventura artística surgida del amor, del aniversario del Tryo Teatro Banda – que cumple 25 años de acción teatral creativa con una decidida vinculación con una agenda humanista y una vocación colectiva y de juglares, en intima vinculación e interacción, con un público diverso, inter generacional, nacional e internacional, que no excluye un posicionamiento socio político, cultural que tiene en cuenta el deber y el derecho a enfrentar, con un lenguaje dramático en este caso, episodios históricos que no se pueden eludir.
Se trata de hechos indesmentibles e imposible de ocultar en un intento falaz de cambiar la historia, para lo que Radrigan encontró el recurso de encontrar la manera teatral de ponerlo en tiempo presente como símbolo del mal, de alguien que invade los dominios de la realidad y se apodera arteramente no solo del poder sino del dominio del terror, del genocidio: de 2El Invitado”, es decir , para ser claros, Pinochet y su dictadura (1973-1990).
“Ustedes ya saben”.
Pedro lo narra; de una manera sencilla pero profunda:
“Pero antes no éramos así: too empezó cuando llegó el Invitao”.
SARA retruca:
“Invitao no; invitao es cuando uno convía a alguien, y a ese yo no lo invité.
PEDRO Yo tampoco: llegó solo.
SARA Ni el viento llega solo, pero pongámole que sí.
Obviamente no es el momento de instalar el manto de una impunidad culposa de una oligarquía política y económica, determinada a vengarse de un pueblo encaminado a recuperar su protagonismo en la construcción de un Chile democrático, respetuoso de los derechos humanos, en lo social y político.
Hay mucho dolor, duelo, necesidad de justicia, en el escenario nacional.
Las afirmaciones miserables, propias de un fraude histórico, en busca de votos de lo peor de la sociedad chilena, los nostálgicos de Pinochet y sus verdugos, de una candidata presidencial que se atreve a declarar hoy que el golpe genocida del general Augusto Pinochet Ugarte, cabeza de un complot de las oligarquías económicas, sociales e institucionales (las Fuerzas Armadas del país) manipulados todos por la Casa Blanca, el Pentágono, la CIA y las transnacionales, el Imperio en suma- montaron y ejecutaron una conspiración, en el marco de la Doctrina de la Seguridad Nacional y la Guerra Fría- subrayando que “era bien inevitable que hubiese muertos”, y y que “íbamos a una guerra civil” y responsabilizando de los miles de asesinados, de las torturas, el exilio, al hecho de que “Habían muchos “loquitos” que se hicieron cargo y nadie los paró a tiempo.
No solo es una falsificación histórica, sino una ofensa al dolor de millones de chilenos.
¿Está hablando quizás de su padre, el general Fernando Matthei, que asumió su cargo de miembro de la Junta Militar a partir del 24junio de 1978, hasta fines de 1290? haciéndose cargo de la política de destrucción del la institucionalidad democrática, y de la violación de los Derechos Humanos?.
Para los que en 1973 y por 17 años se mancharon las manos y el honor con la sangre de los demócratas, las víctimas de asesinatos, torturas, desapariciones, destierro, miseria, terror, todas las fases del terrorismo de Estado y de la destrucción de una esperanza de progreso y justicia social, habrían sido un imperativo.
Pero hablemos de teatro, comprometido con la verdad histórica y el deber del arte en reconocer las emociones, la belleza, y los dolores personales y colectivos y de las los sentimientos nobles de la libertad, la justicia, el amor., los derechos humanos, la ética social, la hermosura, la vida, a los seres humanos y su conciencia.
Precisamente, de esto trata la obra de Juan Radrigan, que pone en escena el Tryo Teatro Banda y protagonizada por Carolina González y Alfredo Becerra, como Pedro y Sara en el escenario, dos seres que viven en un escenario de desesperanza, y del que dan cuenta en un estremecedor dialogo, con dirección y música de Francisco Sánchez, y que en 45 minutos, escenifica un retazo de sus doloridas vidas, sus carencias y su escazas esperanzas, de sus existencias individuales, pero también pueden estar con certeza, en las butacas del público y participan del drama, ya en calidad de protagonistas, testigos de cargo o acusadores, dejando la comodidad o el rol de ser meros espectadores.
La obra trata, en un lenguaje popular y directo, pero respetuoso de la identidad de sus personajes, de sus carencias y escasas esperanzas, vidas – de nuestras vidas, muertes, dolores, miedos, miserias violencias, torturas, degollamientos, exilios y desesperanzas, sin llegar al melodrama.
Trata por cierto, de los dramas personales, de los sueños truncados, de los proyectos amorosos cercados por el dolor y las miserias, desafíos vitales cercados por el hambre, de la vida simplemente, de las tragedia humana de aspiraciones imposibles de conseguir, de la frustración de los sueños de felicidad, permanentemente frustrados por la muralla pétrea de los negocios, de los intereses creados, del odio de clase, del desprecio clasista u hasta racista, de la tragedia humana de de las vidas infelices, de las carencias esenciales, , en fin, de la vida simplemente, , de una tragedia humana, personal, colectiva, cuando no tenían sentido los conceptos de solidaridad, ternura, compasión, cuando se imponía como filosofía de vida el desprecio de los derechos humanos, sociales y la ternura era una debilidad y los sueños, la épica, el futuro, se veía imposible.
Habla Pedro
“Un día un hombre que trabajaba en una construcción s’encontró con una mujer que trabajaba en una fábrica: ahí nací yo. Me llamo Pedro, como mi padre, pero si voy pasando por cualquier parte y alguien dice José, Mario, Guillermo, Pancho, Tito o Antonio, doy güelta la cara y miro, porque es a mí al que llaman. Soy el que nunca jue a la escuela y el que apenas llegó hasta sesto nomás, porque túo que salir a ganarse los porotos; soy el que se cae de arriba de los andamios y el que lo recoge; el que atropellan en la calle, porque va pensando cómo se las va a arreglar la vieja en la casa p’hacer comía; el que gasta lo que no tiene, el lleno de deudas; el a veces alegre y el casi siempre triste. Soy desabollaor, pintor, mueblista, mecánico, cargaor de La Vega, lustraor, prensista y too lo que se puee ser p’asegurarse un lao pa vivir, un pan pa’l hambre y una mujer pa’l corazón. (A Sara). Ahora voh, del principio.
SARA: “Yo me llamo Sara, pero es lo mismo que si me llamara Carmen, Rosa o María, y es lo mismo que si juera más chica, más grande, más negra o más blanca; es lo mismo nomás, porque aentro de los güesos tengo pegás las mismas risas y los mismos llantos.
”Del principio no digo ná, porque ya se murió. Pero hace años que lloro y echo de menos el tiempo en que era pobre, no porque ahora me vaya bien, sino porque me he convertío en miserable. Quedé así después de un milagro, milagro económico he oío que le llaman. D’entonces que ya no soy modista, cocinera, fabricana o empliá doméstica; d’entonces que mendigo en los concursos de la radio y de la tele. Cosas del corazón no hablo, porque me caigo al llanto; no es que haya dejao de querer o qu’el Pedro ya no me quiera: es qu’el amor se queó enterrao entre un letrero que dice «No hay vacantes» y otro que dice «No se fía»… Dejémoslo así nomás; cosas del corazón no hablo, porque me caigo al llanto.
PEDRO ¿Qué dijiste?
SARA: Que de tanto hacer puras papas cocías, se me olvidó cocinar, y de tanto ver gente apená, se me olvidó cómo hay que poner la boca pa reírse, así que cuando me río, parece que un aire me hubiera enchuecao la cara, y la gente me dice: «¿Qué le pasa?.¿le duelen las muelas?”».
Los tiempos de Pedro y Sara, y de decenas de miles, de millones de chilenos eran recontra difíciles, casi insoportables.
Y hoy mismo, esa vida, ese escenario, es difícil de asumir como destino y futuro, en definitiva de entenderlo. Y sobre todo de aceptarlo como humano y justo.
Pero, aún creemos en los sueños.
En definitiva, se trata de no olvidar nuestro pasado, de reconocer nuestros caminos y sobre todo mantener el rumbo para recorrer nuestros futuros, y no olvidar a Pedro y Sara, y su tiempo . Y tampoco olvidar la construcción histórica, de la perspectiva que hoy subsiste en la conciencia colectiva.
Se trata de no olvidar las peripecias de nuestro pasado, los sueños, la construcción histórica, nuestros errores y horrores, del pasado pretérito y reciente, la épica de nuestros sueños de construcción de un futuro luminoso y mirar hacia un horizonte que tenemos pendiente.
Y responder a Pedro y Sara, si pasamos de ser espectadores, a ser protagonistas de nuestros respectivos destinos y la búsqueda de nuestras respuestas.
Entonces al responder a la imprecación de Pedro y Sara, al público, de que se les explique los porqué de su condición angustiante se produce la magia.
El silencio atento y expectante estalla en aplausos
Gracias, muchachos queridos, por ayudarnos a caminar en estos senderos de la historia y proyectos de futuro.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 28 de abril 2025
Crónica Digital