Motivado por el libro de Federico Bonadonna y Jorge Coulon “En las cuerdas del tiempo – Una historia de Inti-Illimani”, Pehuén, 2024.
Por: Luis Cifuentes Seves
Introducción
No puedo alegar inocencia: como la obra que me motiva, dos de mis libros publicados fueron basados en entrevistas (1). Conozco, entonces, las posibilidades y complejidades de tal empresa.
En particular, con el primero de ellos, que intentó cubrir los 20 años iniciales de Inti-Illimani, pagué todos mis noviciados y el resultado no dejó contento a casi nadie, de aquí la necesidad de una segunda edición corregida que sólo se publicó en la Web. Allí está todavía.
En el libro que tiene por protagonista a don Enrique Kirberg procuré hacer uso de la experiencia adquirida. En especial, reduje mi participación.
En la obra de Coulon-Bonadonna, algo salta a la vista: sin olvidar en ningún momento que el personaje central es Jorge Coulon, Federico Bonadonna asume su propio protagonismo. Sus preguntas suelen fundamentarse en experiencias vividas y el contundente Epílogo de 30 páginas es de su sola pluma.
Me parece que Federico sale airoso de su enfoque y el resultado es más que digno de interés. Después de un examen de la infancia y adolescencia de Jorge, hasta el bautizo de Inti-Illimani el 6 de agosto de 1967, la conversación se estructura en base a las grabaciones del conjunto, tejiendo “una historia” (puesto que hay más de una) que se entrelaza con los acontecimientos históricos, culturales, políticos y musicales del periodo 1967-2022, año este último cuando se realizaron las entrevistas.
La mayor fuerza del texto está en la avalancha de detallados recuerdos y comentarios, que van configurando un relato analítico que para mí fue ora sorprendente, ora enriquecedor.
Influencias tempranas
Dado que nací el mismo año que el entrevistado (1947), sería de esperar que nuestros recuerdos de infancia y adolescencia fueran similares y algunos lo son. Sin embargo Jorge nació provinciano y siguió siéndolo durante buena parte de ese periodo, mientras que yo fui capitalino sin remedio, y de aquí surgen diferencias.
Para Jorge, el rock and roll, su impacto y su bestiario, desde Elvis hasta los Beatles, fue mucho menos gravitante que para mí. Para él, la música popular latinoamericana, representada por intérpretes chilenos (como Lucho Gatica), mexicanos, argentinos y otros fue portadora de los descubrimientos, emociones y pasiones propios de la transformación de niño en adulto.
Recuerdo, por ejemplo, que la película “A hard day’s night” fue estrenada en 1964 en un cine céntrico de Santiago en horario de 11 a.m. y yo, estudiante secundario, estuve tempranito haciendo la que esperaba sería una larguísima cola. No hubo tal, y tuve el dudoso privilegio de ver el filme a teatro semi vacío. Al día siguiente se materializaron las aglomeraciones y la locura por el cuarteto de Liverpool que duraría hasta su disolución en 1970.
Jorge piensa que su indiferencia hacia la música anglo podría considerarse snob. Yo más bien la interpreto como expresión de una cierta inocencia provinciana.
Fernando Coulon, hermano mayor de Jorge, aparece como un verdadero héroe, sabio, sistemático, ordenado, digno de imitación. Lo conocí bien, puesto que estudiaba en el mismo departamento que yo, Química Industrial en la Universidad Técnica del Estado, pero Jorge omite lo que yo más recuerdo: su calidad de eximio ajedrecista, campeón en torneos universitarios e incluso en las Olimpíadas de Química UTE-U-UC (2) que se realizaban de tiempo en tiempo.
Otros integrantes del Inti también estudiaron en el mismo departamento, algunos por periodos breves: Horacio Durán, Ciro Retamal, Marcelo Coulon, Horacio Salinas. Habría que agregar al recordado Willy Oddó, miembro de Quilapayún. Por el mismo tiempo surgió el Coro de Química Industrial que tuvo trascendencia nacional. Creo difícil explicar tal concentración de talento musical en un departamento de ingeniería.
Jorge analiza la influencia de artistas folclóricos argentinos en lo que después se conoció como “la Nueva Canción Chilena”. Primero gravitaron en el llamado “Neofolclore” y recuerdo que el “Chino” Urquidi (3) más de una vez reconoció su deuda creativa con los Huanca Huá. Posteriormente, hubo grandes nombres, encabezados por Atahualpa Yupanqui, que el entrevistado enumera y cuya importancia examina en detalle.
Me permito mencionar a Los Trovadores del Norte, para mí un referente esencial y resuena en mi memoria su magistral interpretación de “Camino de los quileros”, que une un trabajo musical exquisito con una dramática realidad social.
Nacimiento del Inti e influencias mayores
En cuanto a los orígenes del Inti, mis recuerdos coinciden con los de Jorge. Como generosamente señala, fui uno de los jovenzuelos que, habiendo superado la etapa de la orquesta folclórica propuesta por él en 1966, seguimos cultivando la canción latinoamericana de origen folclórico en 1967. Pero me retiré del grupo por voluntad propia en la tercera semana de julio, de modo que no fui cofundador del Inti (4).
Admitiendo que no la conoció de cerca, el análisis que Jorge hace de la trascendencia de Violeta Parra es serio y profundo. La califica de revolucionaria, una outsider, “incómoda”, a quien nadie quería invitar a la radio ni menos a la televisión. Opina que Violeta “se inventó un país y todos estuvimos de acuerdo con esa invención”.
En lo que a mí respecta, mi visión de Violeta, muy influida por la filosofía de la historia de Arnold Toynbee (5), consiste en considerarla una punta de lanza emergida de las serenas y majestuosas profundidades del lago de la civilización, que al llegar a la superficie se encuentra con un mundo aparentemente tormentoso, regido por la corrupción y la banalidad de los grupos económica, social y políticamente dominantes, cuyos intereses determinan la cultura oficial.
Esta última en ningún caso podía acoger a Violeta, a quien veía con plena razón como una amenaza mayor a su frágil hegemonía. Groseramente marginada, la Viola sólo pudo manifestarse en las expresiones más ingenuas de la cultura popular, desde donde hizo su aprendizaje y luego su siembra sistemática, genial, imperecedera y poco reconocida en vida.
Recuerdo una entrevista radial realizada por Ricardo García a Violeta en la que ella rebatió los elogios del primero diciendo: “Mira Ricardito, si fuera como tú dices, no habría tenido que comerme yo sola todas las empanadas el día que inauguré la carpa de La Reina”. Situaciones como esta y otras que agravaron su percepción de soledad, terminaron por llevarla al suicidio a sus 49 años.
En una obra biográfica es necesario nombrar a muchas personas cuyos caminos cruzaron el del protagonista. La posibilidad de un olvido no intencionado siempre está presente. En este caso, entre los integrantes tempranos del conjunto creo necesario sumar un nombre: el de Homero Altamirano, quien participó durante un año en el periodo 1968-1969. Este joven, nacido y criado en Talca, fue el primer Inti que no estudió en la UTE, sino en la Universidad de Chile. Fue el segundo talquino después de Luis “Piduco” Espinosa, cofundador del grupo.
Según recuerda Jorge, la colaboración de Inti-Illimani con Víctor Jara se inició con el álbum “Canto Libre” y fue intensa y significativa. Habiendo finalizado su trabajo con Quilapayún, Víctor aconsejó a los Inti de diversas maneras, partiendo por lo más básico: si bien los Quila siempre se destacaron por su épica presencia escénica, los Inti no debían intentar imitarlos, sino desarrollar su propia imagen ante el público, usando bien el lenguaje corporal, concentrándose muy seriamente en la participación de cada uno, proyectando sus habilidades individuales y colectivas.
Jorge propone una comprensión de las causas del brutal asesinato de Víctor, basándola en su canción “Preguntas por Puerto Montt”, en la que el cantautor tuvo la valentía de acusar con nombre y apellido al responsable de una masacre de pobladores en 1969, el ministro demócrata cristiano Edmundo Pérez Zújovic. Ningún otro autor de la Nueva Canción llegó tan lejos. Jorge piensa que con eso Víctor selló su suerte.
Mi opinión acerca de la vida y obra de Víctor la expresé en la reseña del libro de Mario Amorós “La vida es eterna” (6). Allí afirmo que el cantautor pudo haber evitado su martirio, pero en lugar de lo que intuyó sería un largo exilio, eligió el fulgor irreversible de la inmortalidad.
A continuación el diálogo se concentra en las colaboraciones del Inti con músicos de formación clásica, especialmente Celso Garrido Lecca, Sergio Ortega y Luis Advis. Estas cristalizaron en el “Canto al Programa”, una contribución a la difusión del programa presidencial de Salvador Allende el año 1970; “Autores chilenos” que marcó un punto de inflexión en la maduración artística y temática del conjunto en 1971; el “Canto para una semilla”, un recorrido musical y narrativo por la vida de Violeta Parra, publicado en 1972. Otras obras de este tipo quedaron en suspenso con el golpe de Estado de 1973, que sorprendió al grupo en Roma en medio de una gira internacional que había comenzado a fines de julio.
El exilio y la singular relación con Italia
La noticia del golpe de Estado y la muerte de Allende llegaron como un mazazo. La primera actuación del grupo, realizada ante una multitud consternada y solidaria, fue en el barrio romano de Tiburtino Terzo. “Desde entonces nunca paramos” dice Jorge. A los pocos días tuvieron una reunión que determinaría buena parte del futuro del grupo con el dirigente comunista italiano Giancarlo Pajetta, quien los convenció de no radicarse en un país socialista, sino en uno occidental y ofreció su ayuda para que lo hicieran en Italia (7).
Apoyado por una gigantesca ola solidaria, Inti-Illimani tuvo un éxito extraordinario de público y de ventas que duró hasta alrededor de 1979, compitiendo por los primeros lugares del ranking italiano con los Rolling Stones, Pink Floyd y otros super grupos rockeros.
En el periodo de las vacas gordas, la mayor parte de los ingresos obtenidos por Inti-Illimani fueron a financiar la resistencia chilena, mientras los integrantes del conjunto se instalaron a vivir, junto a sus compañeras (que habían llegado desde Chile), todos en un mismo bloque de departamentos en la localidad de Genzano di Roma, cercana a la capital.
Allí vivieron modestamente y “sin desarmar las maletas”, como alguno de ellos declaró años después, ilusionados con que la dictadura sería derribada en un corto plazo. En mi caso personal, exiliado en Gran Bretaña después de ser preso político (8), estimé (ya no me acuerdo cuál fue el algoritmo) que Pinochet y sus secuaces se mantendrían en el poder por ocho años. Fui acusado de pesimista, pero obviamente mi pecado fue más bien el contrario.
El éxito de Inti-Illimani en Italia, que entre otros logros los convirtió en el primer conjunto que realizaba actuaciones en estadios, despertó algunos resentimientos que se manifestaron de manera sorprendente. Así por ejemplo, el cantautor italiano Lucio Dalla compuso una canción titulada “Cucciolo Alfredo” donde hacía clarísima referencia a un grupo chileno que interpretaba música andina y exclamaba “¡qué aburrimiento mortal! Ya van tres años y sigue siempre igual”. El conjunto no respondió a esta provocación y Jorge cuenta que a posteriori, Dalla en dos oportunidades trató de disculparse. Finalmente, la relación se transformó en amistad.
Tiempo después, el periódico Il Messagero publicó una crónica de un concierto del Inti titulándolo “Yo toco, tú parloteas”, insinuando que los asistentes ya no prestaban atención a las interpretaciones del grupo. Jorge afirma que, dado que sus actuaciones seguían teniendo un público fiel y entusiasta, no solo en Italia sino en muchos otros países (decenas en esos años, 54 en total), estos ataques no los afectaban.
Anécdotas
Una buena parte del libro consiste en diálogos entre Bonadonna y Coulon acerca de las grabaciones del conjunto a veces examinando en gran detalle el entorno cultural, el proceso creativo y el significado de cada canción. No puedo hacer justicia a ese aporte en este escrito, de modo que sólo rescataré dos anécdotas.
Hacia fines de los 70, la BBC produjo una serie titulada “El vuelo del cóndor” acerca de la geografía, flora y fauna de los Andes, cubriendo una gran extensión de territorio chileno. La música fue interpretada por Inti-Illimani y fueron nominados a un importante premio de la televisión británica. No resultaron ganadores, pero a Jorge, que asistió en representación del conjunto, le quedó el recuerdo de, en un intermedio, haber orinado vestido de smoking entre Alec Guinness y Laurence Olivier.
Entre 1987 y 1988, Jorge y el músico británico Peter Gabriel trabajaron en la organización de un gran recital, con muy destacados artistas, en la frontera entre Chile y Argentina. Surgió entonces la iniciativa de Amnesty International de hacer algo similar en Mendoza. Jorge y Peter decidieron sumarse a esa actividad, pero se encontraron con la sorpresa de que la rama chilena de Amnesty se opuso a la participación de Inti-Illimani.
Para arreglar el entuerto, se solicitó una reunión con Amnesty británica, que tenía mucha influencia en estas decisiones. El encuentro se realizó en Londres y Jorge me pidió que le hiciera de intérprete. La conversación fue desagradable, puesto que los británicos no tenían ningún interés en que los Inti fueran parte de la actividad. Al final, Peter Gabriel decidió extender una invitación personal a Inti-Illimani para actuar en el acto en Mendoza, que tuvo un gran éxito y en el que estuvieron, entre otros, Sting, Tracy Chapman y Bruce Springsteen. El concierto se repitió en el Estadio Nacional de Santiago donde también participaron Sinead O’Connor y Wynton Marsalis.
El retorno y dos Intis
Entre 1988 y 1989 los integrantes de Inti-Illimani retornaron a Chile después de su largo exilio. Yo lo hice en 1992. Para la gran mayoría de los retornados el proceso fue complejo. Chile había cambiado mucho y nosotros también. En 1987 había ocurrido una seria crisis en el conjunto, que puso en duda su futuro. Las circunstancias del regreso fueron el marco para que, durante los años 90, se produjera una salida gradual de miembros del grupo que remató en 2001 con la renuncia, hasta entonces inconcebible, de Horacio Salinas.
Lo que siguió ha sido muy debatido y, aparte del extenso relato y análisis de Jorge en la obra que me motiva, hay al menos cientos de artículos al respecto, de modo que no entraré en mucho detalle. En 2004, Salinas, junto a José Seves y Horacio Durán, decidieron crear un segundo conjunto y llamarlo Inti-Illimani (eventualmente bautizado Inti-Illimani Histórico), a pesar de que el primero nunca había dejado de existir. Esto generó una grave y prolongada disputa por la propiedad del nombre entre los dos grupos.
Hice esfuerzos por evitar el conflicto y circulé vía Internet un artículo con ese fin (9), pero no tuve éxito. En un momento la situación empeoró y traté de alivianar el ambiente con un intento de broma: llamé al periodo “la Inti-fada”. Pero no causó gracia.
Finalmente, por un imperativo ético debí tomar partido y lo hice a favor de la parte Coulon. Esto dañó mi relación con mi primo José Seves, así como con Horacio Salinas y Horacio Durán.
Pasaron los años y, durante la pandemia, decidí que no estaba dispuesto a llevarme a la tumba el maldito lío Inti-Illimani. Hice esfuerzos por reparar los puentes cortados y creo que lo he logrado en buena medida.
Dado que indiscutiblemente hay dos Intis, más vale disfrutar de las creaciones de ambos.
Dos epílogos
Ya califiqué de contundente al extenso, interesante, íntimo y revelador epílogo de Bonadonna a su libro y no intentaré examinarlo aquí. Sugiero leerlo.
El epílogo a mi periplo personal es un planteamiento dirigido a Jorge: estimado amigo, tenemos una vieja discrepancia. Tú nunca has reconocido tu condición de líder del conjunto. Sin embargo, tu liderazgo en la esfera política y conceptual se estableció desde un comienzo y se ha expresado en tu comunicación con el público desde el escenario, en la que has mezclado la filosofía, la historia, el arte y el humor. Además, se ha reflejado en numerosas entrevistas y varios documentales donde has decodificado a Inti-Illimani.
De hecho, entre todos quienes han pasado por el grupo, aparte de ti, sólo Horacio Salinas (10) ha sido capaz de escribir una narrativa de su historia, justificada en su indiscutido liderazgo artístico-musical.
Si tengo una crítica que hacerte, consiste en que tu incesante actividad, perseverancia y carisma han concitado admiraciones, amistades y afectos que no siempre has parecido valorar o responder, acaso envuelto en el chaleco antibalas de una modestia innecesaria.
Termino expresando mi agradecimiento a ti y a Federico por lo que para mí fue un multicolor y polifónico paseo por nuestra historia y nuestra sensibilidad. Tengo la esperanza de que las nuevas y futuras generaciones encontrarán en la obra una fuente de inspiración y desafío que las lleve a asumir fragmentos ancestrales e identitarios y las empodere para realizar sus propias hazañas.
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Notas
(1)Luis Cifuentes S., “Fragmentos de un sueño. Inti-Illimani y la generación de los 60”, Ediciones Logos, 1989. Hay una segunda edición corregida en el sitio cancioneros.com
Luis Cifuentes S., “Kirberg: testigo y actor del Siglo XX”, Primera edición: Fundación Kirberg, 1994; Cuarta edición: Editorial USACH, 2023.
(2) Universidad Técnica del Estado, Universidad de Chile, Universidad Católica.
(3) Luis Urquidi, creador de Los Cuatro Cuartos, Las Cuatro Brujas y Los Bric a Brac. Los dos primeros conjuntos difundieron con gran éxito canciones de Violeta Parra y Patricio Manns.
(4) Los cofundadores de Inti-Ilimani, el 6 de agosto de 1967, fueron (en orden alfabético): Max Berrú, Jorge Coulon, Horacio Durán, Luis Espinosa, Oscar Guzmán, Ciro Retamal y Pedro Yáñez. Guzmán se retiró durante el mes de agosto, Espinosa y Retamal antes de fin de año, Pedro Yáñez lo hizo en marzo de 1968. En el intertanto, Horacio Salinas había ingresado en octubre del 67.
(5) Arnold Toynbee, “A Study of History”, Oxford University Press, 12 tomos, 1934-1961.
(6) Luis Cifuentes S., “Víctor inmortal”: Reseña del libro “La vida es eterna” de Mario Amorós, diario virtual Crónica Digital, 17 de marzo de 2023.
(7) La historia de la militancia partidaria de los miembros de Inti-Illimani es soslayada en el libro de Coulon-Bonadonna, de modo que he decidido no abordarla.
(8) Fui detenido en la UTE el 12 de septiembre de 1973 y pasé 5 meses preso en el Estadio Chile, Estadio Nacional y campo de Chacabuco. He narrado esta experiencia en detalle en mi libro Luis Cifuentes S., “Dilo, antes que sea demasiado tarde”, Cuarto Propio, 2020 que Bonadonna tuvo la generosidad de recomendar en la obra que nos ocupa.
(9) Luis Cifuentes S., “Inti-Illimani: ética y estética de un conflicto”. Se encuentra en la Web.
(10) Horacio Salinas, “La canción en el sombrero. Historia de la música de Inti-Illimani”, Catalonia, 2013.
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Luis Cifuentes Seves, músico amateur durante varios años de su juventud, fue académico por vocación y escribe por compulsión.
Santiago de Chile, 9 abril 2025
Crónica Digital