Daniel I
Proclamaba con palabra irreverente y desafiante, lo que algunos no querían decir y lo que otros no querían oír. Aprendió, a pesar de su herencia ilustrada, el lenguaje de los precarios, por eso el pueblo mudo y descalcificado lo ungió como uno de los suyos.
Daniel II
Que no era la forma decían los de la mesa abarrotada de manjares y privilegios, ante su performance provocadora, irritando a tanto conservador cínico, pacato de la puerta de su casa hacia afuera, sulfurando a la élites supertrillonarias, latifundistas fosilizados y perfumados mal olientes.
Daniel III
Incluso, aquellos que en la medida de lo posible, posaban de rupturistas, montaron en pánico cuando vieron que el mentado transgresor, ninguneaba sus pintas de progres y sus mesas de diálogo, con sus engominados adversarios y casi primos… quitándoles así, con sacrílega eficacia, su mercado cautivo. Si hasta los venerables próceres de la rebeldía honesta, desde sus múltiples derrotas, lo miraron con desconfianza, pese a que se había criado en sus rodillas.
Daniel IV
Los de siempre, pretendían ningunear la estatura de sus ancestros, el espesor de su biblioteca, su pertinencia zurda y su certeza de vidente, en fin… Casi todos los personajes de la puesta en escena pública, incluidos los de la frivolera mediática, lo apuntaron queriendo asestarle. Sin embargo, él saltaba sobre el oleaje de poca monta y se enfrentaba a las grandes tempestades, siendo mayor tempestad aún, humillándolos, devolviéndoles el desprecio que por generaciones los suyos, debieron soportar. En resumen, no había contendor para tan demoledora, aplaudida y pirotécnica locura…
Daniel V
En el reino en donde la copa, importa más que el vino, él hizo que esa copa fuera un trofeo pleno de herejía y la puso en los labios partidos de los suyos, prodigándoles el vino mejor, en medio de calles agrietadas, surtidas de bailes, risas, plumas y canciones prohibidas… Canciones despreciadas, por esos que impotentes, veían como se quebraban las vigas de sus templos, por culpa de este loco, que tocaba con su dedo ensalivado, cual evangelio apócrifo, la velluda oreja de la jerarquía. Por eso lo encarcelaron, pero sólo lograron ungirlo, haciéndolo sin querer, más visible para los que lo necesitaban. Por la culata les salió el tiro, quisieron apagar el fuego con bencina y se quemaron.
Daniel VI
No había profundidad más profunda que la suya, ni lectura más virtuosa que la suya, ni coherencia más estricta que la suya, ni argumento más ilustre que el argumento suyo. Su locura era consciente, sabía claramente quién era, de dónde venía y hacia donde iba… y sus huestes, también indóciles y alocadas, lo intuían.
Daniel VII
¡¡Loco de patio…!! Le gritaban los cuerdos desde lejos, escondidos y aterrados en sus cuevas ratoniles… Él los miraba con el desprecio y la distancia, del que sabe que los cuerdos nada engendran y que sólo los locos hacen historia.
Por Francisco Villa
Creador y cantautor
Santiago de Chile, 13 de mayo 2025
Crónica Digital