Hacen llamado desde Algarrobo a adherir a campaña para que Daniel Jadue sea candidato presidencial 2025

El destacado escritor y poeta Gustavo Adolfo Becerra  junto al profesor y gestor cultural Marcelo Araya Orellana, invitaron hoy al mundo de la cultura y las artes del litoral central, a sumarse a la campaña para el exalcalde de Recoleta, Daniel Jadue, sea candidato presidencial por la izquierda chilena.

Jadue estuvo tres períodos al frente de Recoleta y en ese tiempo desarrolló programas sociales, entre ellos la Farmacia, la Óptica y la Librería Popular, el Centro de Rehabilitación, la Red de Bibliotecas y la Universidad Abierta.

Luego de permanecer tres meses en prisión preventiva, está ahora en arresto domiciliario acusado de supuestos delitos en las negociaciones de la Asociación Chilena de Municipalidades con Farmacias Populares.

Crónica Digital, entrega a sus lectores en forma exclusiva la carta de los escritores, poetas y gestores culturales de la tierra en donde viviera gran parte de su vida el bate y premio Nobel de literatura Pablo Neruda.

A nuestros colegas del mundo de la cultura y al pueblo del litoral central de Chile.

Nosotros, hermanas y hermanos, trabajadoras y trabajadores del arte que vivimos cerca del mar, en el litoral de los poetas, y que hacemos de la palabra, la forma, las imágenes, el color, el movimiento y la música nuestras formas naturales de comunicarnos, declaramos:

Somos mistralianamente americanistas, martinianos, próximo a Neruda y Vallejos, garcíamarquianos. Desde el sur de un continente que lucha por la soberanía alimentaria, los respetos irrestrictos de los derechos humanos, el establecimiento de la justicia, los principios que protegen y estimulan la autodeterminación, la democratización de las tecnologías, para estos tiempos de mayores exigencias levanta como una bandera de lucha la imaginación, sostenida por las fuerzas de la historia y la necesidad de transformar la dignidad en costumbre.  

Creemos que el ser humano en su magnífica diversidad, con sus fortalezas, inteligencia, emociones y debilidades, después que más de siete mil generaciones trabajaron para hacer posible la vida como ahora la conocemos (Mike Nickerson), a nuestra generación, hoy por hoy, le corresponde con responsabilidad protegerla, preservarla y garantizarla. Los valores (verdad, justicia, amor, libertad, democracia) que la humanidad siempre usó para avanzar en su proceso civilizatorio hoy están en dudas y, algunos de ellos, en peligro. Lo que sucede en el hemisferio norte nos alerta.

En medio de la sociedad de los fake news, las granjas de bots y las promesas incumplidas que, en su efecto inmediato, dinamitan los puentes del entendimiento y los diálogos horizontales, crean muros de sospechas, desconfianza, desalienta a quienes, alineados bajo estas estrellas, tienen la conciencia genuina de contribuir al mejoramiento significativo de las condiciones de vida de sus habitantes, sobre todo de los más pobres. Para que esto sucede no podemos permitir que el nuevo día, al que todos aportamos y aspiramos con nuestras sensibilidades, inteligencias y emociones, sea una nueva traición o un acto fallido.

Sin importarnos cual sea tu bandera, ni el sitio desde donde te conectas con esta cultura de vida, los artistas y trabajadores del arte y la cultura, llamamos al conjunto de la sociedad a construir desde su organizaciones base, con el mismo rigor que nos fortaleció en los momentos álgidos de la dictadura cuando fuimos exigidos por nuestra historia reciente propusimos una cultura de vida, una opción de esperanza para las grandes mayorías, un camino posible de abrazar, un programa de recomposición del tejido social donde la centralidad radique en el desarrollo humano sostenible de manera integral y que sea capaz de abordar las transformaciones estructurales que se requieran y donde el hombre y la mujer tengan igualdad de oportunidades de acceso a los bienes y sean sujetos de derechos, consagrados en las cartas fundamentales, y disfruten de los beneficios de la vida digna, es decir, una sociedad donde el hombre deje de ser el lobo del hombre. 

Anteponemos ante el rito, para muchos, sagrado de las ambiciones personales y el egoísmo que engendra pobreza, degradación ecológica, ecosistemas agredidos y debilitamiento cultural, el bien común y un nuevo contrato social con todos los seres vivos como la forma diversa, plural, múltiple de construir comunidad y cuidar nuestro planeta. 

Abrigamos en nuestros corazones nuevos lenguajes que contienen nuevas ideas y que en los flujos donde se manifiestan las opiniones públicas buscan un lugar donde instalarse, anidar y reproducirse. Nuevos métodos donde todos seamos protagonistas de nuestros propios destinos y no sólo piezas de rendimiento, productividad y trabajo. Nuevos entusiasmos para seducir a otros con este canto de las transformaciones que se avecinan para ampliar, de forma consensuada, los horizontes de la vida.

Sin lugar a duda, para lograr una sociedad más justa, plena y vivible, se requiere impulsar desde las economías locales y territoriales mecanismos democráticos que nos ayuden en la distribución equitativa de los bienes. Bien sabemos que la acumulación de riquezas produce bolsones de pobreza, dolores que podemos evitar, criaturas de segunda clase y un mapa lleno de excluidos. 

Profesamos la cooperación y colaboración -como sistemas y comunidades biológicas- como forma de interrelacionarnos más que la competencia que se sustenta pisando al otro y, en muchos casos, humillándolo; estimulamos las formas cooperativas de desarrollo social ante las corporaciones trasnacionales y la especulación financiera que relega a los patios negros a miles de personas que sin seguridad social deambulan buscando mejores oportunidades de vida en un continente tan rico en recursos como el nuestro. 

Producto del conocimiento que hemos adquirido de los pueblos originarios y su armónica relación con el medio ambiente, creemos en las energías limpias (paneles solares, generadores eólicos y células de hidrógeno combustible) más que en centrales nucleares o de carbón para la producción de la energía y cuya generación y distribución deben considerarse como estratégicos para la seguridad nuestros pueblos y donde el estado tenga un rol tutelar. Lo que es válido para las energías es también válido para el agua dulce, las telefonías y los recursos naturales.

Para la resolución de conflictos con nuestros países vecinos depositamos nuestra confianza en el derecho internacional como método de resolución de los conflictos más que en potenciar carreras armamentistas y fuerzas militares que, históricamente, han demostrado ser opresoras de sus propios pueblos y que provocaban enormes sangrías en los erarios nacionales. 

Creemos en los recursos naturales, libres de toda perturbación, más que en las especies genéticamente modificadas no sólo por el miedo a mutaciones posteriores, sino como necesidad de proteger el hábitat, la vida, los ambientes donde se produce. El viento sopla donde quiere.

No todo vale bajo la idea global de desarrollo, ni en la cancha dispareja. Los pueblos poseen como patrimonio su soberanía y tienen el derecho inalienable a buscar sus propios desarrollos sostenibles y dejar atrás las ataduras de la colonización. Creemos en la autonomía, y soberanía de los pueblos más que en programas de ajustes estructurales dictados por el FMI y el Banco Mundial. 

Concebimos la justicia distributiva, la inteligencia de los principios, el amor social como formas de participación real y efectiva, que dejen caer el manto de la indiferencia de quienes se instalan a orillas del camino. Abogamos por la compasión -que nos hace intrínsicamente humanos- para ir a liberar emociones, injustas injusticias y naturalezas oprimidas y tengan la posibilidad de expandirse y manifestarse. 

Vivimos el tiempo de la colonización del dinero de toda acción humana, los falsos profetas, los ídolos con pie de barro. Como sociedades, el progreso y el bienestar humanos se miden preferentemente por el aumento del consumo; es decir: basamos nuestra realización humana en la búsqueda de adquisiciones y métodos de producción capitalista. No en indicadores que midan si somos seres armónicos con la naturaleza, si nos alcanza la plata para el mes para cubrir nuestras necesidades básicas, si estamos más felices en nuestros lugares de trabajo, si encontramos un camino en la creación de tecnologías, pensamiento y artes. Y si hemos hecho de la escuela un sitio de comunión con nuestros iguales donde la conciencia crítica sea mucho más importante que el uniforme y la corbata, donde la movilidad social no sólo sea un recurso pedagógico y donde las formas de hacer sociedad bajo estos paradigmas puedan ensayarse, corregirse y permear con esos sueños libres, plurales, democráticos a sus comunidades.

Producto de una cadena continúa de eslóganes, propaganda dirigida y control de los medos, incluso en nosotros queda la sensación de que todos los esfuerzos realizados para la recuperación de la democracia fueron en vano, porque entregamos en bandeja de plata un país a otros que, quizás porque no adolecían de nuestras urgencias, fueron incapaces de impulsar cambios estructurales en la sociedad como lo explicitaban sus propios programas de gobierno, pero la rueda de la historia nos regala una nueva oportunidad. 

Pensamos que esta suma de buenas intenciones que ponemos a disposición de las comunas que integran el litoral de los poetas, sólo es posible llevarlas a cabo por Daniel Jadue, una persona que ha puesto su creatividad, imaginación al servicio de los sectores postergados y cuyos méritos en su quehacer municipal son reconocidos, incluso por aquellos que cuestionan, los rasgos ideológicos que inspiran su actuar y amor social.

Gustavo Adolfo Becerra                                 Marcelo Araya Orellana
Escritor y Poeta                                      Profesor y gestor cultural

Algarrobo, 10 de marzo 2025
Crónica Digital

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