La Semana Mundial del Desarme promueve desde hoy un esfuerzo para la paz mientras el mundo atraviesa uno de los momentos más tensos desde la Segunda Guerra Mundial y la creación de ONU.
El anhelo de un planeta más seguro y una humanidad más protegida convoca desde el organismo a promover el conocimiento y una mejor comprensión de los temas de desarme y su importancia transversal con estas jornadas.
El mayor foro político del planeta nació en paralelo a la era nuclear, tras los horrores de la Segunda Guerra Mundial y las explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaki.
Esos hechos pusieron de relieve la necesidad de abordar el problema nuclear, considerado la prioridad de la ONU en materia de desarme.
En su primera resolución, la Asamblea General estableció la Comisión de Energía Atómica de las Naciones Unidas con el objetivo de tratar los desafíos surgidos a raíz del descubrimiento de la energía nuclear.
Casi ocho décadas después, la Semana del Desarme insiste en resolver las tensiones y peligros intensificados de una manera mejor: a través de diálogo político y negociaciones serias.
De acuerdo con la ONU, las armas de destrucción masiva, en particular las nucleares, todavía representan una preocupación esencial, debido a su poder destructivo y el riesgo que representa para la humanidad. La acumulación excesiva y su comercio ilícito arriesgan la paz y la seguridad internacionales además del desarrollo sostenible, mientras que el uso de armamento convencional pesado en zonas pobladas supone un grave peligro a los civiles.
A esto se suma los conflictos en curso en Medio Oriente, Myanmar o Sudán; la violencia en Haití o la falta de seguridad alrededor del planeta causada por el uso de armamentos.
A la par, las tecnologías nuevas e emergentes aplicadas a las armas, como la autonomía, arriesgan la seguridad mundial y atraen una mayor atención por parte de la comunidad internacional en los últimos años.
Como respuesta, el foro insta a tomar medidas de desarme para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, la defensa de los principios de humanidad, la protección de los civiles, la promoción del desarrollo sostenible y el fomento de la confianza entre los estados.
El fin del uso y control de armas contribuiría determinantemente a la seguridad internacional y humana en el siglo XXI y, por lo tanto, fomentaría un sistema de seguridad colectiva creíble y eficaz.
Naciones Unidas, 23 octubre 2024
Crónica Digital/PL