Las relaciones en las políticas de Defensa entre Chile y China

Por  Carlos Gutiérrez P.

Septiembre trajo una buena noticia en materia de complejidad de nuestra política de defensa y su relación con la política exterior de Chile, en una dinámica de ampliación del espectro de opciones estratégicas y que debiera apuntar a la lógica de un no alineamiento activo frente a las grandes potencias actuales, como han sostenido expertos en materias internacionales*.

Desde el 9 de septiembre se realizó una visita de la Ministra de Defensa, Maya Fernández, a China que incluyó reuniones con instituciones relevantes como la Universidad Nacional de la Defensa, la Administración Espacial Nacional de China, el Instituto de Ciencias Químicas, el Laboratorio de Exploración del Espacio Profundo y una empresa de tecnología electrónica.

Esta visita es el reflejo de la reanudación de las relaciones en este campo que ya tuvo este año otro hito importante el día 30 de mayo, con la visita de una delegación de la Comisión Militar Central de la República Popular China, encabezada por el vicealmirante Zhao Xiaozhe quien es director del Comité de Ciencia y Tecnología y que tuvo como objetivo central dar impulso a la colaboración en tecnología militar.

En la reunión con el Ministerio de Defensa de Chile se hizo hincapié en el Intercambio de experiencias y aprendizajes mutuos en el ámbito de la innovación, ciencia y tecnología militar, cuestiones que han sido definidas por el propio ministerio y las fuerzas como un elemento central en el futuro de la defensa.

Posteriormente se realizaron encuentros con las fuerzas armadas.

Ya se había realizado una visita similar en el año 2008, bajo el gobierno de Michelle Bachelet, que correspondía a una gira por la región que incluyó visitas a Venezuela y Brasil, como parte de la política de la llamada diplomacia militar china. A partir de esta ocasión, desde el año 2011 se iniciaron actividades de cooperación.

En esa ocasión también se visitaron unidades militares y reuniones con los comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas.

En la gira de septiembre de las autoridades chilenas a China, se emitieron declaraciones esclarecedoras sobre los alcances que se avizoran en relación a la activación de estas relaciones. La ministra Fernández manifestó su interés en reactivar la cooperación bilateral afectada por la pandemia, destacando la importancia del intercambio académico y tecnológico en áreas de interés común.

Por su parte, el Ministro de Defensa de China el almirante Dong Jun destacó la importancia de mantener una “comunicación cercana y aprendizaje mutuo” para consolidar los logros existentes y explorar nuevas áreas de cooperación.


“China está comprometida a elevar las relaciones de cooperación militar a un nuevo nivel, contribuyendo a la construcción de una comunidad de destino común para la humanidad”.

En cuestiones concretas, esta relación bilateral de cooperación permite destacar la colaboración en seguridad marítima para la protección de las rutas comerciales y la vida humana en el mar, a propósito que ambos países comparten orilla con el Océano Pacífico.

También se reconoció que ⁠Chile posee una industria militar emergente, con proyectos emblemáticos como el desarrollo del Sistema Nacional Satelital (que es bueno recordar que ha tenido una vida controversial por sonados fracasos en la materia), la Política de Construcción Naval, el desarrollo de centros de innovación tecnológica militar, entre otros. Al respecto, China proporciona la posibilidad de adquisición y transferencia de tecnologías y conocimiento avanzado de última generación.

Como es de esperarse, para la profundidad y entendimiento de la cooperación es clave el conocimiento de personas, para lo cual existe una importante voluntad de promover el intercambio de oficiales en los más prestigiosos centros de estudio, a su vez, China abre sus puertas para la formación de talentos científicos avanzados que contribuyan al desarrollo tecnológico de la industria nacional.

Es necesario contextualizar la gira de la delegación chilena de septiembre, que se enmarca en la realización del XI Foro Xiangshan de Beijing que se celebró en la capital china bajo el lema “Promover la paz para un futuro compartido”. Esta actividad recurrente del gobierno chino, y reconocida como parte de la interacción entre política exterior y política de defensa del estado, generó un ambiente muy interesante que se reflejó en la consiga del evento, teniendo en cuenta la realidad geopolítica y estratégica actual, tensionada por conflictos militares en diversas regiones, y ante una ofensiva militarista de Estados Unidos y la OTAN.

La ceremonia de apertura del foro se celebró el 13 de septiembre. El foro, organizado conjuntamente por el Ministerio de Defensa Nacional y la Asociación de Ciencias Militares de China, contó con la participación de funcionarios de más de 100 países y organizaciones internacionales, representantes de grupos de pensamiento, oficiales militares de alto rango, expertos autorizados en cuestiones militares y de seguridad.

Teniendo en cuenta todo lo conversado y las perspectivas muy positivas que se abren, resulta extraña la reacción de parlamentarios, particularmente de centro-derecha, que manifestaron suspicacias sobre estas relaciones y en un caso particular como la del diputado Andrés Jouannet, que más allá de al parecer un superficial reconocimiento de que “naturalmente tenemos buenas relaciones con China”, sin embargo agregó que “tenemos, hoy, relaciones diplomáticas, políticas y de defensa con las democracias occidentales. Por lo tanto, nuestra prioridad tiene que ser con nuestros socios históricos en materia de conversación de defensa”.

El comentario preocupante obedece, más que a una ignorancia, a una sobre ideologización liberal y una supeditación acrítica a la posición estadounidense. Con China tenemos relaciones diplomáticas, políticas y especialmente económicas de primer nivel y no debiera existir ningún obstáculo para que también se amplíen al ámbito de defensa, teniendo en cuenta que compartimos un espacio marítimo común, y que las relaciones en este ámbito no solo se reducen al uso de la fuerza directa, que tiene su expresión máxima en las operaciones conjuntas, sino a un amplio abanico de posibilidades.

Hoy son irrebatibles los avances tecnológicos de China e industriales, sus políticas espaciales, su industria naval, y los nuevos soportes no tripulados en tierra, aire y mar. Plantear que nuestra ubicación estratégica es únicamente con las “democracias occidentales” reviste dos problemas. Uno remite a la concepción de bloques rígidos y en disputa, con un alineamiento nuestro evidente y peligroso, con la mentalidad de amigos y enemigos. Y, por otra parte, no contempla las dinámicas históricas, y por ende también de escenarios estratégicos cambiantes en el sistema internacional, como los actuales que apuntan a una globalización equilibrada y espacios multipolares (que supere el unilateralismo estadounidense), dentro de exigencias civilizatorias permanentes.

Un ejemplo claro está dado por la disyuntiva actual de mantener relaciones privilegiadas en el campo de la defensa con estados de democracia occidental, como Israel, que ha violado sistemáticamente resoluciones de Naciones Unidas cometiendo un genocidio declarado por organismos internacionales o Gran Bretaña que mantiene una política colonial en nuestra región con la ocupación de las Islas Malvinas argentinas.

La lógica de nuestra política exterior y de defensa debe ser como lo plantea la consigna del evento de septiembre: promover la paz para un futuro compartido.

*Me refiero al libro de Heine, Ominami y Fortín.

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Santiago de Chile, 24 de septiembre 2024
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